VARSOVIA, lunes, 27 junio 2005 (ZENIT.org).- Stefano Redaelli, investigador espacial, cree en los ángeles y en su libro «Llegan a tiempo» («Arrivano in tempo», Editorial Città Nuova), narra algunas historias sobre ellos.
Doctor en Física, Redaelli vive y trabaja desde 1997 en Varsovia, donde estudia el caos y el viento solar en un centro de investigación espacial.
En esta entrevista concedida a Zenit, reconoce que sus colegas científicos nunca han visto a un ángel en sus investigaciones espaciales. «Quizá hay que buscar a los ángeles en la tierra, y no entre las nubes y las estrellas», opina.
–¿Quiénes son los ángeles de la guarda?
–Redaelli: Criaturas espirituales que nos acompañan en ese camino extraordinario y arduo que llamamos vida, con una tarea precisa: enseñarnos el camino, cuando nos hemos perdido; ofrecer un apoyo, cuando estamos resbalando; darnos una mano para levantarnos.
–La Biblia nos habla de los ángeles y sin embargo parece que hoy nadie se acuerda de ellos. ¿Cree que está volviendo el interés por estas figuras angélicas?
–Redaelli: Los ángeles no pasan nunca de moda, pues el alma no pasa de moda. Se puede empolvar, ensuciar, enfermar, atrofiar, se puede encerrar en un armario, pero siempre estará ahí. Hay sed de luz en nuestro tiempo: una sed callada, disimulada por sorbos de vida que no quitan la sed. Y hay necesidad de signos.
Los ángeles hacen esto: muestran una luz, un signo, hacen de puente entre el cielo y la tierra. El ángel se convierte en símbolo de una espiritualidad que todos anhelan. Ante la palabra «Dios», algunos experimentan un extraño temor, un sentido de trascendencia y distancia. El ángel, sin embargo, es más fácil de aceptar. No creo que Dios se ofenda por esto. El ángel es mediador entre Dios y el hombre. Si estamos atentos, disponibles, el ángel nos llevará a Dios. Y nos traerá a Dios.
–Usted cree que los ángeles llegan a tiempo. ¿Cómo es posible experimentar su presencia?
–Redaelli: Es necesario afinar los sentidos del alma: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto. Aprender de nuevo a percibir el mundo del espíritu. La ciencia enseña el método experimental. Se cree en aquello que se constata en la experiencia directa, en lo que se puede medir, reproducir. Creo que puede extenderse este criterio, en cierto sentido, al mundo inmaterial.
Para experimentar las realidades espirituales es necesario poner en movimiento en el corazón el amor. «Me manifestaré a quien ama», dice el Evangelio. Los ángeles son una manifestación del amor personal de Dios por nosotros. A veces basta un modestísimo acto de amor para abrir de par en par el cielo. Quien lo ha experimentado lo sabe. Se puede llegar a tomar confianza con este tipo de experiencias.
Esta es quizá la única salvación en un mundo dominado, a veces, por un materialismo asfixiante. Si tenemos la impresión de que ya no podemos respirar, de que no podemos experimentar nada, más allá de lo que es meramente material, amemos: descubriremos otro mundo, aprenderemos a vivir en él, sentiremos su ausencia. Acabaremos prefiriéndolo. Veremos a los ángeles.
–Usted trabaja en un centro de investigación espacial. ¿Qué dicen sus colegas científicos de los ángeles?
–Redaelli: En sus investigaciones espaciales, mis colegas no han encontrado a ningún ángel. Lo mismo le sucedió a Yuri Gagarin, quien al volar por primera vez en el cosmos no encontró a Dios (es lo que dijo). Algunos de ellos, sin embargo, me han confesado: «Sabes una cosa, Stefano, me han sucedido historias parecidas a las que cuentas en el libro. No había pensado que pudieran suceder…». Quizá hay que buscar a los ángeles en la tierra, y no entre las nubes y las estrellas.