CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 junio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo antes de rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio junto a las decenas de miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
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Queridos hermanos y hermanas:
Mañana, 20 de junio, se celebra el Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidas para mantener viva la atención sobre los problemas de quienes tienen que abandonar forzadamente su patria. El tema de este año, «El valor de ser refugiado», subraya la fuerza de espíritu que necesita quien tiene que dejarlo todo, a veces incluso la familia, para escapar ante graves dificultades y peligros. La comunidad cristiana se siente cerca de quienes viven esta dolorosa condición; se esfuerza por apoyarles y les manifiesta de diferentes maneras su interés y su amor que se traduce en gestos concretos de solidaridad para que quien quiera que se encuentre lejos de su país sienta la Iglesia como una patria en la que nadie es extranjero.
La atención llena de amor de los cristianos hacia quien está en dificultad y su compromiso por una sociedad más solidaria se nutren continuamente con la participación activa y consciente en la Eucaristía. Quien se alimenta con la fe de Cristo en la mesa eucarística asimila su mismo estilo de vida, que es el estilo del servicio atento, especialmente a las personas más débiles y desfavorecidas. La caridad hecha obras, de hecho, es un criterio que comprueba la autenticidad de nuestras celebraciones litúrgicas (Cf. carta apostólica «Mane nobiscum Domine», 28). Que el Año de la eucaristía, que estamos viviendo, ayude a las comunidades diocesanas y parroquiales a reavivar esta capacidad de salir al encuentro de las numerosas pobrezas de nuestro mundo.
Hoy queremos encomendar particularmente los hombres, mujeres y niños que viven la condición de refugiados a la materna protección de María Santísima, quien junto a su esposo san José y al niño Jesús experimentó el sufrimiento del exilio, cuando la absurda persecución del rey Herodes obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto (Mateo 2, 13-23). Pidamos a la Virgen Santísima que estos hermanos y hermanas nuestros encuentren en su camino acogida y comprensión.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]