2.500 habitantes de una ciudad alemana, actores por amor a Jesús

El éxito histórico de “La Pasión” de Oberammergau

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OBERAMMERGAU, miércoles 19 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Cada vez que la persona se interesa por Jesús y su Pasión, el público acude en masa, atraído y fascinado.

Y es así se trate de eventos estrictamente religiosos -como la exposición de reliquias- o simplemente culturales, mediante expresiones artísticas como la pintura, la escultura, la literatura, el teatro, el cine o la televisión.

Estos días concluye en Turín la ostensión de la Síndone, la Sábana Santa que según una antiquísima tradición habría envuelto el cuerpo de Cristo muerto, cuya imagen, misteriosa e inexplicable, es todavía visible en esta tela.

En 43 días, dos millones de peregrinos, procedentes de todas partes del mundo, han llegado a la capital piamontesa para rendir homenaje a esa imagen.

En los meses de espera a la ostensión, se han publicado en Italia varias decenas de libros sobre la Síndone y millares de artículos, y todos han suscitado un gran interés.

Al mismo tiempo de la ostensión, en Turín y en otras ciudades italianas se han organizado exposiciones de pintura recordando la Pasión de Jesús, y ha habido un número extraordinario de visitantes.

También en una época fuertemente secularizada como la nuestra, la persona de Jesús y su historia ejercen una fascinación irresistible, incluso en los que se declaran no creyentes.

En los últimos días, precisamente el 15 de mayo, en Oberammergau, en Alemania, ha empezado un singular espectáculo, que se titula La representación del sufrimiento, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

El espectáculo tiene sus raíces en la Edad Media, y desde el 1634 se prepara periódicamente cada diez años.

Está interpretado por los habitantes de la zona; no son, por tanto, grandes actores los que pueden atraer al público, tampoco la escenografía asombrosa, los textos de vanguardia, las obras maestras poéticas ni los efectos especiales.

Es sencillamente la historia de la Pasión de Jesús “representada” en vivo, como está narrada en los Evangelios.

El espectador es “visiblemente” transportado en el tiempo y es como si estuviera presente en ese acontecimiento que sucedió en Jerusalén hace dos mil años.

Desde hace 376 años, este espectáculo atrae a un vasto público. Este año están programadas, hasta el 3 de octubre, 102 representaciones y se calcula que serán seguidas por cerca de medio millón de espectadores, un público no inferior al que sigue el Festival Arena de Verona, que es el espectáculo lírico al aire libre más famoso del mundo.

La costumbre de representar la Pasión de Jesús es antiquísima. Se encuentran signos de ello en los hábitos de las comunidades cristianas de los primeros siglos.

Era una ceremonia religiosa que durante la Semana Santa ayudaba a recordar los últimos días de la historia de Cristo.

El auge de representaciones similares se produjo en la Edad Media. Luego se desvaneció.

Pero también en nuestros días, en el tiempo de la Semana Santa, en muchas localidades de países católicos tienen lugar manifestaciones similares, que siempre son seguidas por la gente.

Oberammergau es una ciudad de unos cinco mil habitantes que se encuentra en el sur de Baviera a pocos kilómetros de Garmisch-Partenkirchen, casi en la frontera con Austria.

Es una localidad de montaña, a 800 metros de altura, que recibe del turismo, tanto de verano como de invierno, sus mayores ingresos.

Pero su fama está ligada sobre todo a la Passionsspiele, que da que hablar en los periódicos de todo el mundo y que en cada edición reúne una gran cantidad de público, verdadera buena noticia para los hoteles, restaurantes, tiendas y para la población en general.

El origen de la Passionsspiele se pierde en el tiempo. Probablemente era una ceremonia para-religiosa de la parroquia de Oberammergau, que en 1663 sufrió un drástico cambio.

En aquellos años, Alemania estaba devastada por las varias fases de la famosa Guerra de los Treinta Años.

Una guerra de religión que enfrentaba a dos facciones, católicos y protestantes, y que en los treinta años que van del 1618 al 1648 -que le dan nombre- afectó a diversos Estados europeos.

Fue muy violenta, tremenda, sobre todo en Alemania. Junto a los ejércitos regulares, combatían tropas mercenarias. Famosas por su ferocidad, pasaron a la historia con el nombre de Mercenarios.

A menudo, esas tropas no recibían el pago de quien las había contratado, y entonces se entregaban a saqueos y destrucciones de todo tipo.

En 1633, a los muertos asesinados por la Guerra de los Treinta Años, en Alemania se añadieron los provocados por la peste.

La epidemia afectó a todos los Estados europeos, pero a Baviera con especial crudeza.

También los habitantes del pequeño centro de Oberammergau fueron brutalmente diezmados.

Y mientras la enfermedad hacía estragos, se hizo un voto: si Dios alejaba de su ciudad el flagelo de la peste, lo agradecerían a lo largo de los siglos representando solemnemente la Pasión y muerte de Jesús.

Esa ceremonia que era una pequeña tradición del periodo de la Semana Santa en su parroquia, se convertiría en el evento para proclamar frente al mundo su agradecimiento a Dios.

Y como debía ser algo verdaderamente grandioso, espectacular, se decidió darle una periodicidad de diez años, para tener tiempo para prepararla cada vez con excepcional grandeza y solemnidad.

La peste desapareció y la primera representación tuvo lugar al año siguiente, el día de Pentecostés del 1634.

Después se respetó la periodicidad de diez años, llevada a una fecha que acabara en cero, para que fuera más fácil recordarla.

Durante el siglo XVIII, la manifestación se hizo tan famosa que atrajo espectadores de muchos otros Estados alemanes y europeos.

Al principios del siglo XIX, encontró obstáculos de corrientes anticlericales que querían suprimirla, pero no lo lograron.

A finales del siglo XIX volvía a ser un espectáculo de gran audiencia. La representación del 1870 tuvo tal éxito que despertó la curiosidad de Ludwig II, el rey de Baviera más famoso y extravagante, amigo de Wagner.

Pidió que se preparara una representación sólo para él y sus amigos. El espectáculo tuvo lugar el 25 de septiembre de 1871.

El rey se entusiasmó y organizó una comida en su castillo de Linderhof, cerca de Oberammergau, con los actores principales.

Al final de la comida, regaló a cada uno una cuchara de plata, excepto a Judas, a quien dio una cuchara de metal.

En el siglo pasado, la Passionsspiele acusó los acontecimientos del 1920 y del 1940, con las dificultades económicas provocadas por las dos guerras mundiales.

La historia recuerda que en la representación de julio de 1930 estaban presentes Hitler, con su sobrina Geli Raubal y Goebbels, futuro ministro de la Propaganda nazi.

Y en la del 1950, fueron invitados de honor Konrad Adenauer, canciller de la Alemania Oeste, y Dwight D. Eisenhower, futuro Presidente de los Estados Unidos.

En la segunda mitad del siglo XX, la fama de la Passionsspiele continuó creciendo hasta llegar a las 102 representaciones de la actual edición.

Las primeras representaciones, empezando por la del 1634, tenían lugar en la iglesia parroquial.

Pero muy pronto, la afluencia de espectadores, que llegaban también de los países vecinos, obligó a los organizadores a salir al aire libre y elegir un cementerio que lindaba con la iglesia.

En 1800 se decidió la construcción de un teatro que fue inaugurado en 1815, construcción después modificada y totalmente rehecha en 1930.

Actualmente, el teatro cuenta con las conquistas de la técnica más recientes. Tiene una capacidad de 4.800 asientos bajo cubierto.

El escenario se mantiene al aire libre para poder utili
zar como escenario de fondo las montañas, el cielo y las nubes, que dan una riqueza visual natural incomparable.

El texto de la Passionspiele de Oberammergau se remonta al 1.500, aunque se ha enriquecido con numerosos cambios.

La representación empieza con la entrada en escena de Jesús en Jerusalén y acaba con el triunfo de la Resurrección.

Las escenas se desarrollan en numerosos marcos extraídos de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, que se alternan con episodios del Antiguo Testamento.

Los momentos más emocionantes son naturalmente los del último día de vida de Jesús, con las escenas que representan el arresto en el Huerto de los Olivos, la flagelación, el juicio y la crucifixión.

El espectáculo, que se representa los martes, jueves, viernes, sábados y domingos, dura cinco horas, dividas en dos partes.

La acción está acompañada también por intervenciones musicales, compuestas en el siglo XIX por Rochus Dedler.

Según una norma precisa, todos los participantes en el espectáculo deben haber nacido en Oberammergau, o habitar allí desde hace 20 años como mínimo.

Este año, las personas comprometidas en el espectáculo son unas 2.500; de ellas, 1.800 adultos y más de 630 niños.

Siendo la población de Oberammergau de unas cinco mil personas, la mitad de los habitantes trabaja en este gran espectáculo.

Y cada año, todos se dejan crecer el pelo, los hombres también la barba, para poder ser físicamente más parecidos a los personajes que deben interpretar.

[Por Renzo Allegri, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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