Arzobispo turco pide “la verdad sobre el martirio de monseñor Padovese”

Afirma que se trata de un “asesinato ritual” islámico “programado”

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PARMA, jueves 10 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Lo del chófer desequilibrado «es una mentira piadosa», la Iglesia turca quiere «saber la verdad» sobre el asesinato de monseñor Padovese. Son declaraciones del arzobispo de Esmirna, monseñor Ruggero Franceschini a la agencia Asianews.

El prelado se encuentra en Italia para el entierro de monseñor Luigi Padovese, asesinado en Turquía el pasado jueves 3 de junio, en la víspera del viaje del Papa a Chipre.

En una entrevista firmada por el director de Asianews, Bernardo Cervellera, monseñor Franceschini confirma la hipótesis, lanzada desde el primer momento por esta agencia, que ponía en duda la primera versión dada por las autoridades sobre la locura como móvil del crimen.

Monseñor Ruggero Franceschini pide que el Gobierno turco investigue, y sobre todo el apoyo de la Iglesia universal a los cristianos en Turquía. También afirma que el crimen podría deberse a cuestiones políticas.

Por su indudable interés, ofrecemos en español el contenido de la entrevista.

-Excelencia, tras el martirio de monseñor Luigi Padovese, ¿cómo está la Iglesia en Turquía?

Monseñor Franceschini: Está por supuesto postrada, dolorida, pero unida. En el funeral de monseñor Padovese, celebrado en la catedral de Alejandreta (Iskenderun en turco) el pasado 7 de junio, estaban presentes varios obispos. Cerca de mí estaba el obispo coadjutor de los armenios. No pudimos conseguir que dijera siquiera una palabra: estaba deshecho. Es una reacción debida al shock por la muerte. El vicario de los caldeos no vino, aunque había muchos sacerdotes caldeos. Estaba también un obispo de los siro-ortodoxos. Todos estaban postrados y deshechos. En el rostro de este armenio se leía: «La historia continua», quizás pensando en lo que sucedió a los armenios con el genocidio del siglo XX.

Tampoco los latinos estábamos más enteros. Con todo, hemos vivido un bonito momento de unidad. Y no nos rendimos, intentamos mantener en su ruta esta barca de la Iglesia. Al funeral vinieron también todas las autoridades civiles de la provincia.

-¿Cómo ve este asesinato del Vicario de Anatolia?

Monseñor Franceschini: Sobre el asesinato de monseñor Padovese, lo que nosotros buscamos es ante todo la verdad. El día antes del funeral llegaron a Alejandreta el ministro de justicia junto al juez delegado al proceso por este asesinato. El juez no dijo una palabra. Pidieron verme en una salita reservada, y allí les dije: «Queremos toda la verdad, pero sólo la verdad. No queremos otras mentiras: que eran muchos, que eran pocos, que era un delito pasional. No debemos esconder nada».

Yo creo que respecto a este asesinato, que tiene un elemento tan explícitamente religioso, islámico, estamos frente a algo que va más allá del Gobierno; va más allá, hacia grupos nostálgicos, quizás anarquistas, que quieren desestabilizar al propio Gobierno.

La misma modalidad con la que tuvo lugar la muerte sirve para manipular a la opinión pública. Tras haber matado al obispo, el joven Murat Altun gritó: «He matado al gran satanás. Allah Akbar». Pero esto es verdaderamente extraño. Murat nunca había dicho estas frases violentas. Yo lo conocía desde al menos diez años. Fui yo quien le asumió para trabajar para la Iglesia. Y nunca se había expresado de esta forma. No era un musulmán practicante. Era un joven que tenía una cultura cristiana, sin ser cristiano. Ni él ni su padre eran personas enemigas nuestras. En mi opinión, han sido un instrumento en las manos de otros.

El uso del ritual islámico sirve para desviar las interpretaciones: es como sugerir que la pista es religiosa y no política. Además, forzando la interpretación religiosa, de un conflicto entre el islam y los cristianos, se consigue inflamar a la opinión pública en un ámbito en el que nosotros somos débilmente creídos y no tenemos fuerza ninguna. Por lo demás, también el primer ministro Erdogan, tiene sus apoyos más fuertes no en el islam radical, sino en el moderado. Y temo que ya no tenga ni siquiera éste.

-Murat Altun habló también de homosexualidad del obispo y se dijo «deprimido e inestable»…

Monseñor Franceschini: El asesino ha «confesado» también la pista sexual, diciendo que monseñor Padovese le pagaba por «servicios». Pero también esta es una pista que sirve para confundir. Y no creemos tampoco en la típica y apresurada mentira piadosa de que Murat estaba mentalmente enfermo y era un fanático. No era ni una cosa ni otra. Días antes intentó hacerse pasar por loco, pero los médicos le dijeron que no volviera más a la consulta porque estaba mentalmente sano.

Imagino que haya tenido buenos abogados como consejeros para preparar estas coartadas y hacer que si era condenado, pudiese apañarse solo con una condena de algunos años.

Alguno piensa que con estos actos de violencia, Turquía no debería entrar en Europa…

Monseñor Franceschini: Ciertamente en el móvil de este asesinato, tan bien estudiado, está el deseo de cierto sector de la sociedad turca que no quiere entrar a formar parte de Europa, y no quiere ninguna novedad.

Esperemos que esta muerte, en lugar de alejarnos, nos acerque más a Europa. Al contrario, esperamos que nuestra amistad se extienda a otros países europeos, para colaborar en nuestro bienestar y en el vuestro, dado que actualmente Turquía se ha convertido en un gran país.

-¿Cómo vive la pequeña Iglesia en Turquía?

Monseñor Franceschini: La Iglesia en Turquía no es pequeña, pero es muy variada en sus diversas confesiones, aunque en estos últimos tiempos hemos aprendido a querernos. En los funerales de monseñor Padovese estaban todos: latinos, armenios, católicos, ortodoxos, siro-ortodoxos, caldeos. Cada confesión hizo una oración ante el féretro.

Necesitaríamos sentirnos aún más unidos a Roma. Esto lo dicen también los ortodoxos, que ya cada vez más miran a Roma. Necesitamos sentir más que el corazón de la catolicidad late también por nosotros. Nos sentimos un poco abandonados. Es verdad que ahora se celebrará el Sínodo para las Iglesias de Oriente Medio, que debería servir también para hacer madurar la solidaridad entre nosotros y la Iglesia universal. Esperamos que sea así: esperamos que el documento del Sínodo no sea sólo un documento cultural, que deja las cosas como las encuentra. Algo debe cambiar.

Si en Turquía no estuviésemos nosotros los capuchinos, algún dominico, y alguna otra orden religiosa, no habrían sacerdotes. En Esmirna hay solo un sacerdote local, a quien ordené yo. Los demás prefieren irse a vivir al extranjero, donde son más libres. No tienen una mentalidad de servicio y de misión.

-¿Qué pide a la Iglesia italiana y universal?

Monseñor Franceschini: Ante todo la oración, pero una oración consciente de lo que está en juego, a lo que no queremos renunciar a pesar de las dificultades: aquí nació la comunidad cristiana y aquí tuvieron lugar los primeros concilios, y no podemos abandonar estos lugares. Es necesaria una solidaridad no sólo proclamada, sino activa. Cada año necesitamos ayudas para reparar alguna iglesia, y no sabemos cómo hacer. Después es necesario comprar un apartamento para que resida el sacerdote, uno para que vivan las monjas, y luego es necesario que haya laicos y sacerdotes que vengan a vivir con nosotros.

Por desgracia, sobre todo los institutos femeninos, cuando ven que viniendo a Turquía no pueden abrir una casa para acoger vocaciones, deciden dejar de venir. Pero aunque haya dificultades para la libertad religiosa, el trabajo es mucho. En Turquía no hay libertad para proclamar el Evangelio en las plazas, no hay libertad para abrir seminarios, o para construir n
uevas iglesias, pero podemos trabajar en nuestras parroquias ya fundadas, encontrar a las personas, transformar nuestros salones en iglesias…

-¿Cuáles son las necesidades más urgentes?

Monseñor Franceschini: Sostener nuestras escuelas. En Turquía tenemos aún alguna escuela, abierta gracias a títulos antiguos, de la época anterior a Ataturk. En el pasado estas escuelas eran las mejores de Turquía, ahora sobreviven a duras penas. Pero intentamos valorarlas para salvar a nuestros jóvenes, que en las escuelas estatales son muy maltratados.

Por desgracia, los Hermanos de las Escuelas Cristianas se han retirado. En el campo educativo han quedado sólo las Hermanas de Ivrea, pero son muy ancianas. Se necesitan profesores, voluntarios durante dos o tres años, e institutos religiosos femeninos que vengan aquí a mantener estas escuelas. Deberían venir aunque no puedan abrir una casa para recoger vocaciones. Es importante ir a Turquía para dar, no para acumular. Hay que aprender a dar algo a Jesús, además de pedir siempre algo.

Por lo demás, es difícil, aunque no imposible, hacer que nazcan vocaciones, sobre todo masculinas. Hasta ahora he conseguido ordenar a dos sacerdotes. Pero estas vocaciones vienen del extranjero, por lo que es importante aprender la lengua turca, que no es fácil. Se necesitan vocaciones locales.

Para mejorar nuestra comunicación con la Iglesia, estamos preparando un sitio web vinculado a una ONG que estará preparado dentro de un año.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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