Asesinados por rezar a Dios en tierra islámica

Un superior trapense recuerda la masacre de los monjes en Argelia

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CIUDAD DEL VATICANO, 22 mayo 2001 (ZENIT.org).- Han pasado 5 años desde que el 21 de mayo de 1996 fueran encontrados los cuerpos de siete monjes trapenses del monasterio de Nuestra Señora del Atlas, en Thibirine (Argelia). Habían sido secuestrados dos meses antes por un grupo terrorista islámico.

Otros religiosos y religiosas, incluso un obispo, habían sido asesinados en precedencia en el país y en la misma diócesis de Argelia, sin embargo el caso de Tibhirine, símbolo del diálogo interreligioso, conmovió al país, tocando el corazón de muchos musulmanes de la región.

Radio Vaticano ha recordado aquella tragedia entrevistado al padre Armand Vielleux, quien en la época era procurador general de los trapenses.

–¿Como vivieron ustedes aquellos momentos?

–Fue un período muy intenso y difícil. Un período de oración, pues estábamos casi seguros de que, al menos al inicio, nuestros hermanos estaban todavía vivos. Nos imaginábamos lo que estaban viviendo y queríamos vivirlo junto a ellos en la oración.

–Usted ha dicho en varias ocasiones que no se trata de testimonios individuales, sino del sacrificio de toda una comunidad…

–Sí, pues era una comunidad muy unida. Tomaban todas las decisiones en común acuerdo. Habían tomado la decisión, en comunidad, de permanecer fieles a su vocación y de ser fieles a la población con la que vivían.

–¿Qué ha quedado de la comunidad de Tibhirine?

–Ahora, en Tibhirine no hay nada. Está el monasterio, pero no es posible vivir en él. No tenemos el permiso del gobierno, pues considera que la región es todavía demasiado peligrosa. Por este motivo, una parte de la comunidad de Tibhirine se encuentra en estos momentos en Marruecos. Un grupo de ellos pensaba regresar a Tibhirine en este año, pero no es posible: hay demasiada violencia en la región de Medea.

–Surge espontáneamente una pregunta: dado que se puede rezar en cualquier sitio, y hacer vida contemplativa en todo lugar, ¿por qué es necesario irse a vivirla a un lugar tan peligroso?

–Los monjes de Tibhirine habían establecido fuertes lazos con el país, con la población local, con los musulmanes, con los cristianos del lugar. Para ellos, ser fieles en aquel momento de dificultad era una exigencia absoluta. Ahora quieren los trapenses quiere regresar para responder a un llamamiento de la población. La población musulmana está muy ligada a ese monasterio, lo ha conservado, lo ha custodiado y quiere la presencia de los monjes. Esto se debe a la fidelidad a una comunión que se había establecido durante muchos años entre una población musulmana y una comunidad de oración cristiana.

–El monje de su orden hace un voto de estabilidad. ¿Hasta dónde están dispuestos a pagar un precio por ello?

–Es un precio que nuestros siete hermanos han pagado con la vida. Cuando se presentan las dificultades no es el momento de irse, aunque tengamos la posibilidad de hacerlo.

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ZENIT Staff

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