Camboya: Hay que ''desminar'' los corazones y las relaciones

Habla el prefecto apostólico de Battambang, con el mayor índice de minusvalías por minas anti-persona

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ROMA, viernes 9 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Maria Lozano entrevista para el programa semanal «Donde Dios Llora», en cooperación con la fundación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada, a monseñor Enrique Figaredo Alvargonzález SJ, prefecto apostólico de Battambang, Camboya, una comunidad muy pobre que encabeza el triste récord de tener el índice de personas con minusvalía por minas anti-persona más alto del país.

El número de católicos en Camboya es chiquitito, solo son 0,2% de la población. ¿Son familias de tradición católica? ¿Son convertidos?

–Mons. Figaredo: Hay de todo, tenemos católicos de tradición de generaciones, o sea que son supervivientes de la época de Pol Pot, y después tenemos gente que viene a la fe cristiana buscando un sentido a su vida y encuentran a Cristo. La persona que le da sentido a su vida es Jesús y en él adquieren la fuerza y tenemos muchísimas conversiones, mayoritariamente de gente joven. El joven camboyano está a la búsqueda y gracias a Dios estamos allí para ofrecer nuestra fe y anunciarles quién es Jesús. Tenemos comunidades que están creciendo. En Camboya tenemos unos trescientos bautismos al año, y además de los pequeños que haya, o sea de los bebés, también hay adultos, es una comunidad muy católica con una fe muy viva e intentamos también que la cultura camboyana esté presente en este aspecto litúrgico.

¿A qué se refiere? ¿Qué elementos son especiales de la cultura camboyana?

–Mons. Figaredo: Bueno, las personas vienen vestidas de la manera camboyana, no maneras modernas, también tenemos a unas danzas litúrgicas que están creadas con el baile clásico camboyano, y después, nuestras pequeñas iglesias todas están construidas al estilo camboyano, están en el campo, así que todo es muy sencillo, respetando el estilo camboyano. También las canciones son con melodías camboyanas, todo en lengua camboyana, hacemos que la persona camboyana no se sienta extranjera y que sientan la religión cristiana como la religión suya, o sea, que sientan que son católicos camboyanos.

Uno de los grandes retos con los que tiene que luchar día a día es la cantidad de personas con minusvalía por minas anti-persona, porque Camboya tiene un número enorme, son diez millones de estos artilugios. Estas minas «solo» hieren a la persona y esto es mucho más cruel porque produce más problemas que matándola.

–Mons. Figaredo: Si, yo tengo en casa recogidos a 53 niños, chicos y chicas discapacitados, también de la poliomielitis. Como no hubo vacunación durante la época de guerra, tenemos chicos y chicas que tienen 15, 17 años que sufren de la poliomielitis y están en silla de ruedas, además de los de las minas. A estos niños si no los hubiéramos traído a casa y si no los ayudamos en los pueblos, estarían marginados y no valorados como personas…

Muchas veces se podría pensar que este trabajo es meramente social, muy bueno y muy loable, pero es mucho mas que eso. A veces la gente no se puede hacer a la idea de qué produce, cómo afecta la explosión de una mina a una persona, no solamente le quita la pierna, sino mucho más.

–Mons. Figaredo: Si, le quita la esperanza, por decirlo así, le roba la dignidad, de cierta manera, o en mucho porque en Camboya, bueno como en todos los sitios, una persona, si físicamente está entera, es más hábil para el trabajo y más fácil para integrarse socialmente. Cuando una persona está mutilada, está mutilada para todo, está mutilada para integrarse socialmente y también para sentirse como uno más y entonces se sienten interiormente con desesperanza y por decirlo así, que quieren morir, que su vida no tiene ningún sentido. Para mí un niño discapacitado es como el Señor hablando que te dice “aquí estoy yo, quiéreme” y “devuélveme mi dignidad entera” que es ese Dios llorando, ese Dios sufriente que te está llamando, hablando, también en la vida cotidiana. Y lo que quiere es, por decirlo así, tu cariño y también que me valores como una persona entera, y bueno en ese proceso estamos.

Quizás en este contexto sería muy bueno explicar su cruz pectoral, que es una cruz bastante especial [al Cristo en la cruz pectoral le falta una pierna].

–Mons. Figaredo: Sí, esta cruz pectoral que está diseñada allá, tendría dos sentidos principalmente: uno es que queremos mostrar al Señor en solidaridad con los discapacitados y también a los discapacitados en solidaridad con el sufrimiento del Señor, o sea, como en la carta de san Pablo a los colosenses, nosotros estamos completando los sufrimientos del Señor. Nuestro Cristo está mutilado y ¿por qué está mutilado? está mutilado por la falta de entendimiento, por la falta de cariño, y nosotros que somos, todos somos el Cristo total.

Somos el cuerpo de Cristo…

–Mons. Figaredo: Si, somos los brazos, las piernas, el corazón del Señor, y este Cristo está incompleto, entonces yo, llevando esta cruz pectoral lo que quiero mostrar es que tenemos el compromiso de llevar, el amor, el cariño, la esperanza del Señor, el corazón, a todos, y que esta pierna que esta incompleta se vaya completando ¿no? Y Él nos inspira.

Es una llamada a todos en realidad, no solamente a los que están colaborando directamente con usted en Camboya o a usted mismo, sino que es una llamada a cualquier persona.

–Mons. Figaredo: Si, es para decir que nuestro Cristo está roto y tenemos que completarlo, hay que completarlo y tenemos que dar cariño, misericordia, ayuda, compasión a todos y este Cristo nos lo recuerda, y rebasa a la mina y rebasa a Camboya porque es el Cristo de todos.

Usted habla de corazones mutilados. En realidad se trata de reconstruir, no solamente lo que hacen las prótesis, sillas de ruedas, sino también reconstruir los corazones de esas personas con las que ustedes están trabajando ¿no?

–Mons. Figaredo: Sí, y esto lo tomo yo de un monje budista que decía que la mina la tenemos en el corazón, la violencia la tenemos en el corazón, y lo que hay que limpiar es este campo de minas que tenemos dentro del corazón. Y cuando limpiemos nuestros corazones, no habrá más minas ni en el corazón ni en la tierra, y también yo voy un paso más y diría que la mina no solo rompe las piernas, sino también nos rompe la manera de relacionarnos unos con otros y la manera de relacionarnos con Dios, o sea, el tejido social como que se rompe, entonces la relación entre unos y otros quedó minada…

Se rompe porque crea desconfianza y miedo, uno tiene miedo a pisar en cualquier sitio. Tiene miedo también al mundo…

–Mons. Figaredo: …a quiénes han colocado la mina, igual la persona que tiene delante es la que ha puesto la mina. Y tanto sufrimiento nos rompe también la relación con el Señor, con Dios. Por eso, lo que hay que hacer es “desminar” y recomponer para hacer que las relaciones sociales y las relaciones también con el Señor sean más libres.

La entrevista fue conducida por María Lozano para el programa semanal de radio y televisión «Donde Dios Llora», realizado en cooperación con Ayuda a la Iglesia Necesitada. Mas información: www.acn-intl.org.

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ZENIT Staff

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