Cardenal Ratzinger: Se critica la «Dominus Iesus» sin haberla leído

Responde a las críticas en una entrevista al «Frankfurter Allgemeine»

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 oct (ZENIT.org).- El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, asegura que las polémicas suscitadas por la declaración «Dominus Iesus», redactada por el organismo vaticano que preside, han sido provocadas por quienes no han comprendido el significado del documento o no lo han leído.

El purpurado bávaro hace estas declaraciones en una amplia entrevista concedida al diario alemán «Frankfurter Allgemeine». Significativamente el diario oficioso de la Santa Sede, «L´Osservatore Romano», publica hoy extensos pasajes de la misma.

Con tanta polémica, explica Ratzinger, algunos han perdido el sentido de la declaración: «un solemne reconocimiento de Jesucristo como Señor en el momento culminante del año santo», recordando así lo esencial de este Jubileo, por encima de los grandes encuentros o manifestaciones externas. La redacción del texto, aclara, «ha sido seguida momento a momento con gran atención» por el Papa.

Ahora bien, este argumento central y primario del documento, parece haber sido totalmente olvidado por las reacciones que siguieron a su publicación (5 de septiembre). El cardenal confiesa que se ha «aburrido» al escuchar algunas reacciones basadas en un vocabulario repetitivo y lleno de conceptos como «fundamentalismo, centralismo romano, absolutismo, que nunca faltan», pero que no afrontan las cuestiones concretas planteadas. Se trata de «una crítica predefinida» hacia todo lo que publique la Congregación para la Doctrina de la Fe, independientemente del tema.

De hecho, revela que no todo el mundo protestante (no es casualidad que la entrevista la haya ofrecida a un periódico con un elevado número de lectores cristianos de esta confesión) ha reaccionado de este modo a la publicación de «Dominus Iesus». Según Ratzinger, han entendido lo esencial del texto personajes como Manfred Kock, presidente del Consejo de las Iglesias Evangélicas Alemanas, el teólogo Eberhard Jüngel y el doctor George Carey, primado anglicano.

Los temas del ecumenismo y de la eclesiología se han convertido en asuntos centrales del debate surgido tras la publicación de la declaración, mientras que en el texto sólo se tocan brevemente.

El entrevistador constata en la entrevista que los luteranos se han ofendido por el hecho de que el documento no les considera como parte de una «Iglesia» sino más bien de «una comunidad eclesial». Se trata de una polémica absurda, reconoce. «No ofendemos a nadie al decir que las estructuras evangélicas (es decir, luteranas n.d.r.) efectivas no son Iglesia en el sentido en que lo quiere ser la Iglesia católica. Ellas no quieren serlo». Los mismos evangélicos o luteranos rechazan un concepto así de Iglesia, por considerarlo demasiado tradicional (sucesión apostólica) o institucional. La cuestión, por tanto, «no es si las Iglesias existentes son Iglesia en un mismo modo, algo que evidentemente no es así, sino más bien en qué consiste (o en qué no consiste) la Iglesia».

El purpurado explica que el Concilio Vaticano II no utilizó la expresión de Pío XII, según la cual, «la Iglesia católica romana es la única Iglesia de Jesucristo», sino que prefirió la expresión «La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él», porque quería afirmar «que el ser de la Iglesia en cuanto tal es una identidad más amplia que la Iglesia católica romana», pero esto no significa que lo sea de manera parcial o menor.

Entre los motivos que han impedido comprender el significado de la declaración, Ratzinger atribuye una gran importancia a la «politización» de las cuestiones doctrinales: «El Magisterio es considerado como un poder al que hay que contraponer otro poder», es decir, la opinión pública en la que, según esta visión, los teólogos desempeñan un papel decisivo.

Ante estas críticas, el cardenal alemán confiesa, sin embargo, que «se conmovió» al encontrarse con dos misioneros en África que le dijeron que estaban esperando esas palabras «desde hace mucho tiempo».

Por lo que se refiere a la redacción de la declaración, el purpurado responde a las críticas de quien considera que se escribió sin contar con la opinión del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Recuerda que los máximos responsables de ese organismo vaticano «han participado activamente en la redacción» y, si se han ausentado de alguna sesión por otros compromisos, «han recibido toda la documentación y han expresado sus observaciones por escrito».

El cardenal refuta las opiniones de quien afirma que el texto carece de diplomacia. Afirma que «la verdad siempre da fastidio y nunca es cómoda». Concuerda con el arzobispo alemán Walter Kasper, secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, quien considera que la polémica suscitada por la declaración se debe a «un problema de comunicación», pues no es fácil conciliar el lenguaje teológico con el de los periódicos. «Pero, entonces, el texto tiene que ser traducido, no despreciado», considera.

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ZENIT Staff

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