Colombia: Un obispo con el rosario en la mano rescata a sus secuestrados

Unos 500 habitantes de Santa Rosa afrontan pacíficamente a los guerrilleros

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BOGOTÁ, 6 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Un reportaje publicado el 3 de septiembre por el diario colombiano «El Tiempo» ha revelado la fuerza de la fe y la unión de un pueblo harto de extorsiones, violencia y secuestros de los grupos guerrilleros.

Sucedió en Santa Rosa, al sur de Bolívar, donde los habitantes se dirigieron hasta los campamentos de la guerrilla para exigir la liberación de sus secuestrados. Y lo lograron.

A las cuatro de la mañana del 30 de agosto, los habitantes de este lugar, asediado continuamente por las fuerzas en conflicto, se reúnen en el parque principal. Entre ellos van los familiares de los secuestrados. Más de 500 santarrosunos –incluyendo comerciantes, niños, profesores y alumnos de las escuelas–, se unen a la caravana para expresar su solidaridad.

Van en busca de los comandantes regionales de las Fueras Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Los representantes de los grupos guerrilleros habían confirmado –por medio de un comunicado conjunto– que los recibirían para hablar.

La caravana –encabezada por el Toyota azul del obispo de la diócesis de Magangué, monseñor Leonardo Gómez Serna– encuentra un retén del Ejército. Los soldados revisan vehículo por vehículo y anotan las matrículas. Cuatro veces son detenidos por diversas fuerza en lucha: guerrilla, ejército y paramilitares. Todos, excepto las fracciones guerrilleras que habían decidido recibirles, les intentan disuadir de su empeño.

Un representante del ELN les dice al obispo y al director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, padre Francisco de Roux –invitados por el pueblo a acompañarlos en la caravana–, que un grupo de líderes debe reunirse con los comandantes de esa guerrilla para acordar la agenda.

Una enérgica santarrosuna, Carmen, dice que el grupo no se separa. El obispo sugiere que todos vienen en son de paz y sin armas. Poco después, tres comandantes del ELN bajan a la escuela pública de El Golfo, una zona dedicada a explotar minas de oro.

Monseñor Serna invita a todos a rezar el rosario –«para dar tiempo de llegar» a unos cien miembros de la caravana que han quedado atascados en el camino. Los comandantes del ELN se miran entre sí, permanecen en silencio y repiten las oraciones.

Al leer el evangelio de Lucas, cuando Jesús llama a liberar a los cautivos, el obispo agrega: «La petición que la comunidad de Santa Rosa está haciendo al ELN es que liberen a los secuestrados hoy».

Los habitantes hablan sin pelos en la lengua de los sufrimientos que les producen los secuestros y de cómo los guerrilleros no están verdaderamente con el pueblo. Hablan de los secuestrados como gente modesta cuyos pocos bienes son producto de toda una vida de trabajo. Las intervenciones hacen mella en los guerrilleros.

«Samuel», comandante del ELN en la Serranía de San Lucas durante dieciséis años toma nota de cada una de las intervenciones. Anuncia la liberación de Eduardo Galvis, secuestrado dos meses antes. Eduardo Galvis, transportista, pertenece a una de las familias más tradicionales del pueblo, y es abrazado por sus familiares y amigos.

El padre de Roux se dirige a los comandantes del ELN: «No es posible agradecerles que hayan devuelto a Eduardo Galvis porque el secuestro es un delito de lesa humanidad, que afecta la dignidad de todos y destruye a Colombia. No les doy las gracias porque la libertad es un derecho. No hay delito más doloroso que quitarle la libertad a otro para cobrar plata. Les pido que hagan un compromiso hoy: empezar no reteniendo a nadie del Sur de Bolívar».

«Samuel» anuncia que otros dos secuestrados serían liberados en el transcurso de la siguiente semana. «No podemos negar que hemos cometido errores, pero quisimos iniciar un diálogo en una zona de despeje y en el sur de Bolívar organizaron un movimiento para el no al despeje», destaca.

En relación al rosario, destaca que Jesús no fue neutral porque en su época también había mucha injusticia social.

El sacerdote De Roux replica que, a pesar de que en esa época también había injusticia, Jesús nunca tomó las armas ni invitó a otros a hacerlo.

«Samuel» presenta una propuesta de diálogo entre la comunidad y el ELN. Sugiere a la gente de Santa Rosa escoger una comisión representativa. Advierte que ningún paramilitar podría formar parte de la misma. De Roux dice que ahora sí agradece al ELN la propuesta de diálogo.

De regreso, en medio de la oscuridad, los santarrosunos llegan a su pueblo de madrugada. Por medio de un megáfono informan que traen a Eduardo Galvis. La gente se aglomera frente a su casa y hace fiesta.

Tanto monseñor Serna como el padre de Roux dicen estar seguros de que del sur de Bolívar surgirá la esperanza de paz para Colombia.

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ZENIT Staff

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