El nacimiento en la fe: el Baptisterio Lateranense

Su origen se remonta a la era constantiniana

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Por Hna. Agnese Scavetta, mdr*

ROMA, lunes 24 septiembre 2012 (ZENIT.org).- El Baptisterio Lateranense, adyacente a la Basílica de San Juan de Letrán, conocido también como San Juan en Fuente, es el primer Baptisterio construido después de la publicación del decreto de la libertad de culto concedido a los cristianos en el año 313 d.C, por el emperador Constantino. Está erigido sobre una planta termal romana (de finales del siglo II d.C.), que formaba parte de una de las villas romanas que existían en esa zona.

Desde el primer siglo en Roma, los bautismos se celebraban cerca de las manantiales o en aguas corrientes; Tertuliano, abogado romano del siglo II d.C., cuando se convirtió al cristianismo, se informó de que Pedro, en Roma bautizaba en el río Tíber (cf. De baptismo 2,3,).

En el giro de casi trecientos años, en el imperio romano ocurrieron diez crueles persecuciones  en contra de los cristianos. Imaginemos el entusiasmo que sintieron los cristianos del siglo IV, cuando finalmente pudieron profesar la fe en el Señor Jesús y bautizar a sus propios hijos sin ser perseguidos.

El emperador Constantino hizo construir el Baptisterio en forma circular, y se inauguró en un año ubicado entre el 320 y 325 d.C. En seguida, el papa Sixto III (432-440) cambió la forma en octagonal, así como la podemos admirar todavía hoy. En la arquitectura romana la idea del círculo representaba la perfección y en general los mausoleos tenían forma circular, recordemos por ejemplo, el mausoleo del emperador Adriano (actual castillo del Ángel) y el mausoleo de Constancia en la calle Nomentana, en Roma.

La forma octagonal representa el día de la Resurrección, el resucitado se aparece a los Apóstoles el octavo día, “el primero después del sábado” (Jn. 20,19). Con el simbolismo del octágono se subraya que con el bautismo se entra en el tiempo nuevo, en el tiempo inaugurado por la resurrección de Cristo. El octavo día es también el día de la nueva creación, donde el hombre entra a tomar posesión de la vida eterna, aunque si no tiene todavía la total posesión.

En este lugar, los catecúmenos pronunciaban la triple formula de renuncia a las tentaciones, al pecado, al diablo. Seguía después la triple pronunciación del consentimiento expresado con la palabra “creo”, y el catecúmeno respondía “sí” a Dios Padre Creador, a Jesucristo unigénito, Hijo de Dios y a la Iglesia.

Los catecúmenos giraban a occidente para hacer la renuncia a Satanás y después giraban hacia el oriente para  hacer la profesión de fe. El sol se oculta al ‘Oeste’, esta dirección se convierte en símbolo de las tinieblas, mientras que al ‘Este’ el sol surge y en esta dirección el catecúmeno se dirige para convertirse en hijo de Dios.

El bautismo se producía por inmersión. Se vestían completamente con vestidos blancos y luego, después de la invocación del Espíritu Santo, recibían la confirmación. Sucesivamente, los principiantes salían del Baptisterio para entrar en la basílica y celebrar la Eucaristía. El rito del Bautismo sucedía durante la noche de Pascua.

El emperador Constantino había adornado la pila bautismal con siete fuentes de plata en forma de ciervos, de la boca de los cuales salía agua. La pila bautismal que está en el centro del Baptisterio no es la original, pero es una manufactura de la época romana, realizada en basalto verde.

En recuerdo de los siete ciervos de plata que fueron robados por los bárbaros, el papa Pablo VI en 1967 hizo adornar la pila con dos estatuas de ciervos en bronce, en actitud de beber en la fuente. Es explícito el llamado del salmo 42,2: “Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios”. La pila está puesta en medio de ocho columnas de pórfido rojo, donadas por Constantino, que sostienen los dinteles de mármol blanco en los ocho lados. Las ocho columnas (como los ocho lados del edificio), representan el significado místico del octavo día.

El Papa Sixto II, en cada dintel, hizo escribir una catequesis sobre el bautismo en ocho versos. 
Les presentamos la composición completa:

Nace de esta semilla divina un pueblo por santificar
que el Espíritu le da la vida con esta agua fecundada.

Sumérgete, pecador, en el río sagrado, para que seas purificado.
el agua restituirá nuevo lo que recibe viejo. 

No existe distancia entre aquellos que renacen,
una sola fuente, un solo espíritu, una sola fe (les) une.

La Madre Iglesia produce virginalmente en este agua
los hijos que concibió por inspiración de Dios.

Si quieres ser inocente, purifícate en este lavado 
ya sea que te oprima la culpa paterna (de Adán), o la tuya.

Esta fuente es la vida y lava a todo el mundo,
tomando principio de las heridas de Cristo.

Esperen en el reino de los cielos ustedes que renacen en esta fuente,
la vida feliz no recibe a aquellos que han nacido una sola vez.

Cualquier número o forma de los propios pecados que aterrorizan,
quien nace en este río sera santo”.*Misionera de la Divina Revelación

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ZENIT Staff

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