El Papa: No podemos «abandonar África» en manos de la guerra y el sida

Los católicos africanos deben ser instrumentos de reconciliación

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CIUDAD DEL VATICANO, 6 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha hecho un sentido llamamiento a «no abandonar África» a sus guerras, al sida, a las carestías, y a los demás males endémicos que afligen a este continente.

El Papa dirigió esta exhortación al mundo entero en el mensaje que envió hoy a los obispos africanos reunidos en esta semana en la localidad de Rocca di Papa, cercana a Roma, con motivo de la asamblea plenaria del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y de Madagascar (SECAM), que hoy concluye.

La cumbre de los prelados africanos tiene como primer objetivo analizar la contribución que puede ofrecer la Iglesia a la paz. De modo, que la misiva del Papa se convierte en un original balance de la situación de la convivencia en el continente «olvidado».

África estancada
Han pasado ya cinco años de la publicación de la exhortación «Iglesia en África» (14 de septiembre de 1995), en la que Juan Pablo II recogió las conclusiones del primer Sínodo de la historia de este continente, celebrado en Roma. Ahora, el Papa constata que la situación africana no ha cambiado: «numerosas naciones siguen siendo teatro de sangrientos conflictos y las poblaciones locales son, una vez más, las víctimas inocentes».

«Al recorrer la trágica geografía de las luchas armadas, se puede constatar que el conflicto de los Grandes Lagos es, en cierto sentido, el más simbólico», basta pensar en las guerras étnicas y de intereses económicos que han flagelado y flagelan salvajemente países como la República del Congo, Ruanda o Burundi. Ahora bien, el obispo de Roma quiso recordar también los demás conflictos, «a veces olvidados» que tienen lugar en África. «Estos conflictos, debidos tanto a causas internas como externas, constituyen un abuso de la persona humana, de sus derechos y de su dignidad. Esta actitud es en gran parte la causa de los demás azotes que afligen el continente, como el subdesarrollo económico, la pobreza, las migraciones forzadas, la difusión del sida y de epidemias que se consideraban definitivamente desarraigadas, el saque de las riquezas naturales y la degradación del ambiente».

No se puede abandonar África
Ante esta difícil situación, el Papa se dirigió a todos los pueblos africanos para lanzar un «vibrante llamamiento a la esperanza». «Para construir el mundo reconciliado hacia el que todos aspiran, tienen que ser ante todo los africanos mismos quienes tomen en sus manos el porvenir de sus naciones».

Ahora bien, para que África se pueda asumir sus responsabilidades, Juan Pablo II invitó «una vez más a la comunidad internacional a no abandonar África». Reconoció: «Conozco los esfuerzos que se han hecho y que manifiestan una auténtica solidaridad». Y añadió: «Estos esfuerzos tienen que continuarse y ser más eficaces, gracias, en concreto, a la condonación o reducción de la deuda de los países más pobres».

La Iglesia frente a la guerra
Ente la difícil situación de África, la Iglesia tiene que asumirse también sus responsabilidades. En el escenario de violencia y guerras fratricidas, el pontífice consideró que el gran compromiso que deben asumir los católicos, y en especial sus pastores, es el de «contribuir con la reconciliación entre las personas y los pueblos», condición única para que en el continente se establezca «la justicia, la solidaridad, la democracia y la paz».

«Ahora más que nunca la Iglesia tiene que buscar caminos nuevos y eficaces para participar, según su propia vocación, en el desarrollo integral del hombre, en sociedades fraternas y pacíficas –consideró el Santo Padre–. En este sentido, la colaboración con los demás creyentes y con todos los hombres de buena voluntad es un imperativo que debe animar a los fieles, unidos a sus pastores, en un espíritu de verdad y de respeto mutuo».

Ser cristiano en África
En esta labor África cuenta con modelos estupendos y a veces dramáticos. Es el caso, por ejemplo, del obispo Augustin Misago, al que el régimen de Ruanda quiso condenar a muerte por supuesta participación en el genocidio de 1994. El tribunal de Kigali le absolvió de todas las acusaciones después de que incluso sus enemigos hubieran testimoniado a su favor. Pasó sin embargo más de un año en la cárcel en circunstancias terribles, que casi acabaron con su vida (Cf. «El Papa recibe al obispo que el Gobierno ruandés quiso condenar a muerte»).

Otro caso conmovedor es el de monseñor Emmanuel Kataliko, arzobispo congoleño de Bukavu, quien falleció el pasado 2 de octubre en plena reunión de los obispos africanos en Roma, víctima de una ataque cardíaco. Los rebeldes de la Coalición democrática congoleña (RCD) le habían desterrado durante meses de su misma diócesis (Cf. «Fallece en Roma el obispo congoleño que acababa de regresar del destierro»).

El Papa desea en su mensaje que la imprevista muerte de este prelado sea «para la Iglesia y para África semilla de esperanza y de paz». Al dolor del Papa por la muerte del arzobispo de Bukavu se unieron sus hermanos africanos en el episcopado que en la tarde de ayer honraron su cuerpo con una solemne ceremonia de sufragio en la Capilla del Colegio Pontificio Urbano de Roma. El cadáver fue llevado hoy al aeropuerto de Fiumicino rumbo a Butembo, diócesis natal y primera diócesis de monseñor Kataliko, donde serán celebrados sus funerales. El 9 de octubre su cuerpo será transportado a Bukavu para ser sepultado.

Por último, el pontífice rinde homenaje en su carta dirigida a los obispos africanos «a todos aquellos que, con valentía y abnegación, en situaciones difíciles dan testimonio de Cristo, en ocasiones hasta la entrega de la vida». Al mismo tiempo, desea que «en toda África, la Iglesia pueda anunciar libremente el mensaje de amor de Cristo, con su palabra y con sus actos».

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ZENIT Staff

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