Ha faltado valentía en la ONU para prohibir totalmente la clonación, reconoce exponente vaticano

Aprecia el contenido de la recomendación aprobada este martes

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CUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 marzo 2005 (ZENIT.org).- La Santa Sede, si bien comparte la declaración aprobada por las Naciones Unidas para prohibir todo tipo de clonación, lamenta el que no se haya acordado un pronunciamiento vinculante para todos los países.

Este martes, tras un intenso debate, una declaración que prohíbe la clonación humana, incluida la así llamada terapéutica, fue aprobada con 84 votos a favor, 34 en contra y 37 abstenciones, por ser considerada como incompatible con la dignidad de la vida humana.

En 2002, países europeos habían lanzado la propuesta de un tratado que prohibiera globalmente la clonación, pero la propuesta que hubiera tenido un carácter obligatorio no ha sido aprobada ante la petición de algunos países de permitir la clonación de embriones humanos para utilizarlos para la investigación.

El obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, lamenta el que «esta declaración sea como un pronunciamiento formal», «que después no respetan los países con menos escrúpulos».

Según reconoce el prelado en declaraciones a «Radio Vaticano» es un «síntoma grave» el que la asamblea general de las Naciones Unidas «no tenga la fuerza, el valor para hacer valer ciertos principios de humanidad que son esenciales».

Monseñor Sgreccia constata los intereses económicos, que se esconden detrás de las patentes que «abusan del ser humano como si fuera una medicina».

De todos modos considera como un «hecho positivo» el carácter ético de la declaración, pues «significa que la mayoría de las Naciones que están en la ONU ve la clonación como una amenaza contra el ser humano, contra su dignidad y su vida».

El obispo recuerda que no es necesario recurrir a la eliminación o clonación de vidas humanas, pues «la investigación científica está logrando maravillosos éxitos con las células troncales somáticas, es decir, las que proceden del cordón umbilical, o de varias partes del cuerpo adulto».

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ZENIT Staff

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