“La división de la Cristiandad es un pecado y un escándalo”

El cardenal Kasper preside un Pentecostés ecuménico en Liverpool

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LIVERPOOL, martes 25 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Más de dos mil cristianos de la región inglesa de Merseyside participaron en la celebración ecuménica de la fiesta de Pentecostés, recorriendo, por la unidad, la calle que une las dos catedrales -católica y anglicana- de Liverpool.

El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Walter Kasper, viajó desde Roma para unirse a la Celebración de las Dos Catedrales, informó la diócesis de Merseyside.

El acto empezó en la catedral anglicana, continuó con una procesión por Hope Street (Calle de la Esperanza, n.d.r.) y concluyó en la catedral metropolitana.

La Celebración de las Dos Catedrales tiene lugar cada domingo de Pentecostés desde el 1982, año en el que el papa Juan Pablo II visitó Liverpool, participó en una procesión por la calle que une las dos catedrales y celebró la Misa.

En su homilía, antes de unirse a la peregrinación por Hope Street, el cardenal se refirió a los desafíos del ecumenismo y a la importancia de caminar unidos “por la senda de la esperanza”.

Destacó que en los Hechos de los Apóstoles leemos cómo todos escuchaban a los apóstoles en su propia lengua y estaban unidos escuchando el mismo mensaje.

“Pero esta nueva unidad y nueva universalidad no era en absoluto uniformidad; significa unidad en la diversidad y diversidad en la unidad”, explicó.

“¡Y qué otro objetivo tiene el ecumenismo hoy, más que este tipo de unidad en la diversidad de todos los que creen en Jesucristo!”, añadió.

Sin embargo, reconoció en referencia a la realidad actual del cristianismo, no sólo existen la unidad y el amor.

“Esta realidad es contraria a la voluntad de Dios, es contraria al testamento que nos dejó en la víspera de su muerte cuando pidió que todos sean uno… esta realidad de una cristiandad dividida es pecado y es un escándalo”, afirmó.

Y añadió: “Daña la sagrada tarea que es la misión dada por el Espíritu de difundir el Evangelio por todo el mundo para reconciliar a los pueblos y unirlos”

Para el cardenal Kasper, “no podemos lograr la reconciliación y la paz, y al mismo tiempo estar divididos y no reconciliados entre nosotros”.

Y esto, con mayor urgencia a principios del siglo XXI, con las tensiones sociales, culturales, políticas, militares y raciales y los conflictos de nuestro mundo.

“Tenemos que confesar con tristeza que aún no existe la plena comunión entre nosotros”, dijo.

Y constató: “Todavía no estamos juntos ni unidos en la única mesa del Señor: no podemos compartir todavía el pan Eucarístico, no podemos beber todavía de un mismo cáliz”.

Al mismo tiempo, destacó que la unidad que se busca es una unidad en la verdad y el amor y por eso “no podemos hacer un popurrí o una ensalada mixta con las diferentes Iglesias”.

“Debemos reconocernos y amar al otro en nuestra alteridad y en nuestra diversidad”, indicó.

El cardenal Kasper afirmó que Jesucristo es el máximo objetivo del ecumenismo. “Sólo estando más unidos a Cristo estaremos más unidos también entre nosotros”, explicó.

Y añadió: “No se trata de un ecumenismo barato: el ecumenismo tiene su precio y requiere riesgos valientes”.

“La peregrinación ecuménica es una peregrinación en la profundización de la santidad y la santificación -destacó-. El ecumenismo espiritual es el verdadero corazón del movimiento ecuménico”.

Según el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el ecumenismo es un proceso de crecer juntos.

“Hay muchos campos en los que podemos cooperar ya hoy, muchos más que los que pensamos y muchos más que en los que actualmente estamos ya comprometidos”, señaló.

“Nuestro mundo necesita la cooperación de todos los buenos cristianos, necesita que hablemos a una voz sobre los valores humanos y cristianos, especialmente sobre los valores familiares que tanto peligran en la actualidad”, dijo.

Y destacó: “Nuestro mundo también necesita nuestra cooperación en el ámbito de la cultura, la paz, la justicia social y la preservación de la creación”.

“Nuestro tiempo necesita especialmente valentía y esperanza, debe ver que no sólo pasan cosas malas, sino que también las cosas buenas son posibles”, añadió.

Y concluyó: “Debemos dar testimonio de que incluso después de una historia a veces dolorosa entre las Iglesias, la reconciliación, la cooperación y la amistad son posibles”.

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ZENIT Staff

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