La peregrinación de católicos rusos a Roma más grande de la historia

«Un regalo de Dios», comentan los peregrinos

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MOSCÚ, martes, 6 junio 2006 (ZENIT.org).- Los católicos rusos acaban de vivir la peregrinación más numerosa de su historia a Roma.

«El objetivo principal de nuestra visita fue orar ante la tumba de Juan Pablo II por la intención de su pronta canonización y glorificación entre los santos y beatos, así como encontrarnos con su sucesor, Benedicto XVI, a quien queríamos atestiguarle nuestro amor y lealtad», comenta a Zenit Olga Karpova, responsable de organizar uno de los tres autobuses de peregrinos a Roma.

«En un principio se pensaba que fuéramos sólo 92 personas en dos autobuses: uno “moscovita” y otro de “San Petersburgo”. Y lo digo entre comillas –comenta Olga–, porque en el de Moscú, había gente de otras regiones como Smolensk, Vladimir, Ivanov, Volgograd y del mismo San Petersburgo; y en el de “Peter”, se encontraba gente de las regiones de Petrozavodsk, Murmansk, Kaliningrad, Novgorod y otras parroquias del Noroeste de Rusia».

«Sin embargo, como había tantas personas que querían unirse a la peregrinación, se juntó otro autobús con gente de regiones más lejanas como Nizhni Novgorod, Tyumen, Rostova-na-Dony y otras más. Así, el 16 de mayo en la cripta de Juan Pablo II y el 17 en la Plaza de San Pedro, en la audiencia con Benedicto XVI, había alrededor de 150 católicos rusos juntos. ¡Ha sido el grupo más grande en la historia moderna de la Iglesia Católica Rusa!», exclama con gran alegría nuestra entrevistada.

La peregrinación puso el broche de oro al Año en Memoria de Juan Pablo II que ha vivido la Iglesia católica en este país.

¿Cuál era el motivo de tan grande interés? ¿Qué movía, por ejemplo, a una persona de Siberia, a viajar tantos días en autobús y en tren sólo para unirse en una misa en oración con el Papa?

Víctor Khrul, director del diario católico ruso «Luz del Evangelio» explica a Zenit: «Ni en la época del Imperio Ruso, de la Unión Soviética o de la ahora Federación Rusa, los católicos de este país hemos tenido la oportunidad de rezar al lado del Santo Padre. Hasta ahora ningún Papa ha podido venir a Rusia y para realizar este sueño de rezar con él, los católicos hemos tenido que ir a otros países. En la era soviética incluso esto era impensable, puesto que no se permitía salir del territorio».

«Hay quienes nos critican porque sostienen que los católicos “idealizamos” o convertimos en una especie de “fetiche” al Papa. Al pontífice, dicen, lo pueden ver por televisión o escucharlo por la radio. Sin embargo, resulta que no es lo mismo. Aunque sea dentro de una multitud, verlo es una gran emoción, una vivencia irrepetible. Por si fuera poco, peregrinar es un trabajo espiritual nada fácil que requiere de mucha mesura y paciencia, pero que da muchos dones», concluye Khrul.

Prueba de la experiencia inolvidable que resultó para el grupo esta peregrinación nos la narra Olga Karpova: «Muchos me han escrito que en el momento de la audiencia general en la Plaza de San Pedro tomaron conciencia por primera vez de la fuerza de la Iglesia católica».

«Nos dimos cuenta de que no estamos solos, que no somos unos marginados y lo más importante, de que somos una parte necesaria del Cuerpo de Cristo», escriben los peregrinos. «Para nosotros, el encuentro con el Papa ha sido la realización de un sueño y un regalo de Dios».

En un primer momento se había comunicado que un máximo de 70 personas (de 150 que conformaban el grupo), podrían participar en la celebración eucarística que presidió el arzobispo de la Arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, junto a la tumba de Juan Pablo II.

Resignados, los peregrinos echaron a suerte quién podría estar dentro de la cripta. Al final, se otorgó permiso al grupo completo. En la tumba, los peregrinos dejaron peticiones de cientos de creyentes rusos que, por razones obvias, no pudieron asistir a Roma.

Otro momento providencial, sucedió en la audiencia general con Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro, donde se le había informado al grupo que 20 ó 30 personas como máximo podrían estar en una zona especial donde se acerca el Santo Padre. Al final, sin embargo, los 150 peregrinos pudieron estar al lado del pontífice.

Al término de la audiencia, los peregrinos entregaron al Vicario de Cristo la traducción al ruso de la encíclica «Deus caritas est». A decir del propio arzobispo Kondrusiewicz, el Papa se mostró muy alegre de la publicación en ruso del documento.

«Es increíble como estando en peregrinación no tengo ningún pretexto para no rezar –habla Olga Karpova– . Me considero una persona débil a la cual la vida cotidina la arrastra. Me es dificil asistir a misa cada día y siempre tengo mil y un excusas para no orar por la mañana y por la noche. Pero en la peregrinación, estos problemas desaparecen. Aquí realmente experimento la presencia de Dios y por ello, siento que me encuentro en el lugar que debo estar».

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ZENIT Staff

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