La persona, valor fundamental de la empresa; afirma François Michelin

El empresario destaca la influencia de la cultura católica en el respeto al factor humano

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RÍMINI, 1 septiembre 2003 (ZENIT.org).- François Michelin, durante 51 años a la cabeza del grupo Michelin y ahora presidente honorario de la firma, ha destacado la importancia de la cultura católica en la valoración de la persona, punto fundamental en el éxito de la iniciativa empresarial.

Presente en el Meeting por la amistad entre los pueblos –organizado por el movimiento Comunión y Liberación estos días en Rímini (Italia)–, el empresario desveló los secretos de su empresa demostrando que un cristiano puede aplicar con éxito las enseñanzas evangélicas en el proceso productivo y de mercado.

Michelin explicó que «un verdadero empresario responde al cliente, y por ello está siempre a la búsqueda de un producto de mejor calidad que se pueda ofrecer a un precio contenido».

Además, el presidente de Michelin recalcó la importancia de «responder ante los accionistas, aquellos que invierten su capital confianza en la empresa».

Otro de los elementos esenciales en la filosofía de este empresario es «tener muy en cuenta la naturaleza de los materiales que se están manipulando, intentando comprender su calidad y límites».

Por ello «la empresa necesita de personas que amen la investigación», un punto que lleva al verdadero secreto de una empresa que funciona: «sacar a la luz el diamante que está en cada persona», reconoció.

Al respecto, François Michelin relató que una de las personas que ha contribuido más con sus propios descubrimientos al desarrollo de los neumáticos es un trabajador que había sido contratado como tipógrafo. Posteriormente, la oficina de personal constató que tenía muchas otras cualidades, como la imaginación y la capacidad de investigación.

Refiriéndose a la importancia de la persona, Michelin subrayó la contribución específica de la cultura católica y recordó la labor de la Madre Teresa de Calcuta, quien valoraba incluso la vida aparentemente más miserable.

«Todo ser humano es único e irrepetible –exclamó Michelin–; no cuentan las funciones o las etiquetas, sino la persona».

«Tanto en la fábrica como en la sociedad –añadió— la vida es posible sólo si escuchamos y comprendemos las razones del otro: amar significa ver en las personas aquello que son».

Cuestión esencial es también, según el empresario, definir qué es el trabajo. La respuesta más inteligente se la proporcionó una persona dedicada a la limpieza en su empresa: «El trabajo es la vida», le dijo.

François Michelin concluyó exhortando al numeroso publico presente a tener una actitud de humildad ante la vida: «La vida no se puede organizar, hay que vivirla…».

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ZENIT Staff

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