Mensaje de los obispos mexicanos ante la canonización de Juan Diego

CIUDAD DE MÉXICO, 6 junio 2002 (ZENIT.org).- Presentamos el mensaje de los obispos mexicanos publicado en espera de la canonización del beato Juan Diágo Cuauhtlatoatzin.

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Al Pueblo de Dios y a toda persona de buena voluntad

1. Después de haber celebrado el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo en la Pascua, los Pastores del Pueblo de Dios en México queremos compartir con ustedes, hermanas y hermanos, nuestra alegría por la canonización del Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin el próximo 31 de julio del presente año 2002 y la Beatificación, el 1 de agosto, de Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, mártires oaxaqueños en los albores de la evangelización de nuestro país. Exhortamos a todos a que nos preparemos en la oración, la reflexión y la celebración a vivir este tan importante acontecimiento de nuestra vida eclesial.

QUINTA VISITA DE JUAN PABLO II
2. Juan Pablo II nos visitará por quinta vez. Reiteradamente ha manifestado su amor a México, donde descubrió, a los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, el matiz evangelizador e itinerante que habría de tener su pontificado, para iluminar a hombres y mujeres con la verdad de Jesucristo. Su ejemplo de entrega infatigable es para todos los miembros de la Iglesia un estímulo y testimonio vivo de cómo impulsar la Nueva Evangelización. Será una nueva oportunidad para que correspondamos con afecto y entusiasmo, reiterando nuestra fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia en comunión con el sucesor de San Pedro en la Cátedra de Roma.

EL CAMINO DE JUAN DIEGO
3. Juan Diego es miembro de una cultura indígena con valores familiares y sociales que sirvieron de base para la vocación recibida después de haber sido bautizado.

4. Esta existencia adquiere un nuevo significado con lo sucedido en el mes de diciembre de 1531, en la colina del Tepeyac. Este acontecimiento es conocido como el Hecho Guadalupano, teniendo como protagonistas a la Madre del verdadero Dios por quien se vive, el mismo Juan Diego, el obispo Fray Juan de Zumárraga y Juan Bernardino; desde entonces, el laico Juan Diego está indisolublemente unido al Hecho Guadalupano.

5. Juan Diego es el embajador fiel, que, al contacto con la llena de gracia, reconoció al Verdadero Dios por quien se vive y al Hijo que ella traía consigo; y, movido por la acción del Espíritu Santo, se puso al servicio de la obra anunciada por la Virgen María.

6. En diversas ocasiones y con diversos signos se presentó ante Fray Juan de Zumárraga, cabeza visible de la incipiente Iglesia en México, transmitiéndole a él y nada más que a él, el deseo de la “niña celestial”, hasta lograr su encomienda.

7. El vidente y embajador se dejó envolver por el Espíritu divino y aceptó convertirse en testigo de todo lo acontecido a favor de sus hermanos, cooperando de esta forma en el acercamiento del mundo indígena y el mundo español.

8. El Hecho Guadalupano significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación; así se convirtió en un modelo de evangelización inculturada y un reto para todos los agentes de evangelización que trabajan por hacer presentes los valores del Evangelio en las culturas de la sociedad mexicana.

SIGNIFICADO PARA LA IGLESIA EN MÉXICO
9. Un santo es patrimonio de la Iglesia universal y modelo de vida para toda persona abierta a la verdad. Juan Diego es un santo que se ofrece al indígena, al mestizo y al criollo, al niño, al joven y al adulto. “Todos los cristianos –como nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Novo Milenio Ineunte no. 30- están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor”. El profesionista, el ama de casa, y el clérigo pueden encontrar en Juan Diego una inspiración para saber valorar lo que son y lo que están llamados a realizar en el ambiente en que viven, para sembrar semillas de justicia, amor y paz y ayudar a que fructifiquen.

10. Canonizar a un bautizado significa que la autoridad competente de la Iglesia declara, pública y solemnemente, que la existencia de dicha persona ha sido una forma auténtica de encarnar el Evangelio de Jesucristo. Por ello, el santo es digno de veneración e invocación, y su forma de vida un ejemplo inspirador para que otros vivan la propia vocación en el seguimiento radical de Cristo hasta llegar al encuentro definitivo con el Padre en el reino de los cielos.

11. La canonización del Beato Juan Diego se levanta como nueva voz que llama a la santidad a todos los bautizados. Queremos presencia de cada uno de ellos en la conformación de un tejido social más civilizado y más inspirado en la mentalidad de Santa María de Guadalupe: mostrar el amor y la ternura de Dios hacia todos los moradores de estas tierras, especialmente hacia los más pobres y desamparados. El reconocimiento oficial de la Iglesia de la santidad de vida de Juan Diego es, por otra parte, una forma de dignificar al indígena, tantas veces marginado y menospreciado en nuestra patria.

12. Hace patente además el amor providencial de la Iglesia y del Papa por los indígenas; y reitera nuevamente el firme repudio a las injusticias, violencias y abusos de que han sido objeto a lo largo de la historia. La Iglesia contempla e invita a contemplar los auténticos valores indígenas con amor y esperanza… El Papa, con la canonización, alienta a los pueblos autóctonos de México y América a que conserven con sano orgullo la cultura de sus antepasados y apoya a todos los indígenas en sus legítimas aspiraciones y justas reivindicaciones.

13. La vida de Juan Diego ha de ser un renovado estímulo en la construcción de la nación mexicana en la que haya una reconciliación con sus orígenes, con su historia, con sus valores y tradiciones. Nación en la que su progreso esté fundamentado en el valor de la persona humana con todos sus derechos inalienables. En donde la confluencia de la diversidad encuentre la comunión en una búsqueda creativa. Donde las leyes que salvaguarden la convivencia aseguren la justicia y la solidaridad. Donde los más débiles encuentren salvaguardada su dignidad y los más favorecidos, cauces eficaces para la fraternidad.

CONCLUSIÓN
14. La canonización de Juan Diego es el cumplimiento de la promesa que la Niña del Tepeyac hizo a su querido Juan Dieguito, se lo aseguró y se lo cumple: Ten por seguro que mucho te lo agradeceré y te lo pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré, y mucho de allí merecerás que yo te retribuya tu cansancio, con el que vas a solicitar el asunto al que te envío” (Nicán Mopohua). Le pedimos a esta dulce Madre de la Nación mexicana, patrona de América y de Filipinas nos ayude a similar su pedagogía para realizar una evangelización inculturada en todos los territorios, ambientes y sectores de México y de América e interceda para que los hombres aprendamos a amarnos y aceptarnos como hijos de un mismo Padre

México, D. F. a 14 de mayo del 2002
Por los Obispos de México:

+ Mons. Luis Morales Reyes
Arzobispo de San Luis Potosí
Presidente de la CEM

+ Mons. J. Guadalupe Martín Rábago
Obispo de León
Vice-Presidente de la CEM

+ Mons. Abelardo Alvarado A.
Obispo Aux. de México
Secretario General de la CEM

+ Mons. J. Guadalupe Galván Galindo
Obispo de Torreón
Tesorero General de la CEM

+ Mons. Ricardo Watty Urquidi
Obispo de Nuevo Laredo
Vocal

+ Mons. Javier Navarro Rodríguez
Obispo de San Juan de los Lagos
Vocal

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ZENIT Staff

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