Mensaje del santo padre al Centro Televisivo Vaticano en su 30 aniversario

Converger en lugar de competir es la estrategia de las iniciativas de los medios de comunicación en el mundo católico

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Publicamos a continuación el mensaje que el santo padre Francisco ha enviado al director del Centro Televisivo Vaticano (CTV), monseñoñr Dario Edoardo Viganò, y a los participantes al Congreso «Treinta años del Centro Televisivo Vaticano. La Tv que cuenta el papa al mundo», promovido en ocasión del 30ª aniversario de la institución de la emisora.

 Deseo dirigir un cordial saludo a todos los presentes al Congreso, a quienes quiero no solo recordar los treinta años del Centro Televisivo Vaticano sino, sobre todo, reflexionar sobre las prospectivas para un servicio cada vez más atento y cualificado. Saludos a los relatores, a los invitados, en particular a monseñor Claudio María Celli y a los miembros del Consejo de Administración.

1. Quisiera en primer lugar subrayar que vuestro trabajo es un servicio al Evangelio y a la Iglesia. El aniversario del CTV se coloca sobre el fondo de otro evento importante: los cincuenta años de la aprobación del Decreto Conciliar Inter Mirifica, que menciona entre los maravillosos regalos de Dios, los instrumentos de la comunicación social, incluso, de hecho, el medio televisivo. Las palabras de los Padres Conciliares nos aparecen proféticas; ellos subrayaban precisamente cuánto es importante el uso de estos medios, de forma que «como sal y luz fecunden e iluminen al mundo», llevando la luz de Jesucristo y contribuyendo al progreso de toda la humanidad.

En estos decenios la tecnología ha viajado a gran velocidad, creando redes interconectadas inesperadas. Es necesario mantener la perspectiva evangélica en esta especia de «autopista global de la comunicación», tener siempre presente la finalidad que quería establecer el beato Juan Pablo II dando vida al CTV: favorecer «una acción más eficaz de la Iglesia en lo relacionado con las comunicaciones sociales… con el fin de ofrecer nuevos instrumentos con los que desarrollar en el mundo la misión universal de la Iglesia (texto del 22 de octubre de 1983).

Como les ha recordado también Benedicto XVI: «al poner las imágenes a disposición de las mayores agencias televisivas mundiales y de las grandes televisiones nacionales o comerciales, favorecen una información adecuada e inmediata sobre la vida y la enseñanza de la Iglesia en el mundo de hoy, al servicio de la dignidad de la persona humana, la justicia, el diálogo y la paz» (Discurso al CTV, 18 diciembre 2008). No olviden por tanto que este trabajo es un servicio eclesial, dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia.

2. Por esto – y es el segundo elemento que quisiera subrayar – en el presentar los eventos vuestra óptica no puede ser nunca «mundana», sino eclesial. Nosotros vivimos en un mundo en el que prácticamente no existe casi nada que no tenga que ver con el universo de los medios. Instrumentos cada vez más sofisticados que refuerzan el rol cada vez más penetrante jugado por las tecnologías, los lenguajes y las formas de la comunicación en el desarrollarse de nuestra vida cotidiana, y esto no solo en el mundo juvenil.

Como recordé poco después de mi elección como obispo de Roma, precisamente al encontrar a los representantes de los medios de comunicación social presentes en Roma en ocasión del Cónclave, «El papel de los medios de comunicación ha ido creciendo cada vez más en los últimos tiempos, hasta el punto de que se hecho imprescindible para relatar al mundo los acontecimientos de la historia contemporánea». Todo esto se refleja también en la vida de la Iglesia. Pero si no es tan sencillo contar los eventos de la historia, aún más complejo es contar los eventos unidos a la Iglesia, la cual es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios», es Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios, Templo del Espíritu Santo.

Esto implica una responsabilidad particular, una fuerte capacidad de leer la realidad en clave espiritual. De hecho, los eventos de la Iglesia «tienen una característica de fondo peculiar: responden a una lógica que no es principalmente la de las categorías, por así decirlo, mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles de interpretar y comunicar a un público amplio y diversificado»  (Discurso a los Representantes de los medios, 18 de marzo de 2013).

Hablar de responsabilidad, de una visión respetuosa de los sucesos que se quieren contar, significa también tener presente que la selección, la organización, la emisión y la difusión de contenidos requieren una atención particular porque se usan instrumentos que no son neutros ni transparentes.

Esta toma de conciencia atraviesa hoy el CTV, comprometido en una reorganización según paradigmas tecnológicos capaces de servir mejor a todas las latitudes del mundo, contribuyendo a favorecer la respiración de la catolicidad de la Iglesia. Quisiera darle las gracias de corazón a usted, monseñor Dario Edoardo Viganò, y a todo el personal del CTV, por tener la capacidad de establecer relaciones con realidades diferentes de todo el mundo, por construir puentes, superando muros y  zanjas, y llevar la luz del Evangelio. Todo lo que según las indicaciones de Inter Mirifica que precisa, como también en el mundo de los medios la eficacia de la actividad apostólica requiere «la unión de intentos y de fuerzas» (n. 21). Converger en lugar de competir es la estrategia de las iniciativas de los medios de comunicación en el mundo católico.

3. Para finalizar quisiera recordar que ustedes no desempeñan solamente una función puramente documental, «neutral» de los acontecimientos, sino que contribuyen a acercar la Iglesia la mundo, eliminando las distancias, llevando la palabra del papa a millones de católicos, también allí donde a menudo profesar la propia fe es una elección valiente. Gracias a las imágenes, el CTV está en camino con el papa para llevar Cristo en las muchas formas de soledad del hombre contemporáneo, alcanzando también las «sofisticadas periferias tecnológicas».

En esta vuestra misión, es importante recordar que la Iglesia está presente en el mundo de la comunicación, en todas sus diferentes expresiones, sobre todo para conducir a las personas al encuentro con el Señor Jesús. Es solo el encuentro con Jesús, de hecho, que puede transformar el corazón y la historia del hombre. Les doy las gracias y les animo a proceder con parresia en vuestro testimonio del Evangelio, dialogando con un mundo que necesita ser escuchado, ser comprendido, pero también recibir el mensaje de la vida verdadera. Pidamos al Señor para que nos haga capaces de llegar al corazón del hombre, más allá de las barreras de las deficiencias, y pidamos a la Virgen que vele sobre nuestros pasos de «peregrinos de la comunicación». Y les pido que recen por mí- ¡Lo necesito! Invoco la intercesión de Santa Clara, patrona de la televisión, y os acompaño con mi Bendición.

(Traducido del italiano por Rocío Lancho)

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ZENIT Staff

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