«México ante Dios», una novela sin fundamento histórico

Entrevista con el sacerdote e historiador Manuel Olimón Nolasco

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MÉXICO, jueves, 22 marzo 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- Ante la enorme propaganda que ha acompañado al libro «México ante Dios», de Francisco Martín Moreno, el sacerdote e historiador Manuel Olimón Nolasco, acaba de presentar un texto que desmonta, paso a paso, los embrollos, las mentiras y las falsedades de la novela.

El libro del doctor Olimón Nolasco, maestro del departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, explica que nos encontramos ante una novela en la que el autor pretende «probar», sin fundamento histórico, que la Iglesia católica ha sido uno de los grandes males de México, en particular durante el siglo XIX.

Por la importancia del tema y por la enorme campaña de publicidad que ha recibido el texto de Martín Moreno, ZENIT-El Observador ha querido entrevistar al doctor Olimón Nolasco, teniendo como punto de mira su desmentido, publicado con el sello editorial de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

–¿Cuál es la pertinencia científica del libro «México ante Dios» de Francisco Martín Moreno?

–Padre Olimón: Su pertinencia científica es cercana a la nulidad, pues ni el método histórico ha sido usado para su confección ni la estética literaria que sería propia de una buena novela aparece. Los datos correctos que tiene han sido tomados de otras investigaciones, pero en algunos casos está cercano al plagio.

–¿Es verdad que «desenmascara» la «traición a México» de la Iglesia católica?

–Padre Olimón: Es evidente que con documentos inventados, como la carta del padre Miranda sobre el asesinato de liberales o las reuniones imposibles para conspirar entre el obispo Vázquez de Puebla y el canónigo Monteagudo para «entregar México» a Estados Unidos (imposible de principio porque uno de ellos había muerto), puede uno «probar» lo que se quiera.

La realidad es que el desenfoque de una historia compleja es tan grande que no toma en cuenta, por ejemplo, la pluralidad que los mexicanos vivieron desde los primeros tiempos después de la independencia. Hablar de «traiciones» en este contexto es algo fuera de lugar.

–¿Confunde Martín Moreno ficción con realidad; novela con alegato jurídico; investigación con fantasía?

–Padre Olimón: El problema del «género literario» del libro de Martín Moreno es que no puede calificarse adecuadamente como novela histórica ni como historia novelada, pues en ambos casos se requeriría un grado mucho mayor que el que posee el autor, tanto de conocimientos históricos como de «vena» literaria.

Sin embargo, el escritor ha pretendido, en un buen número de entrevistas habladas y escritas, no sólo decir que está escribiendo historia –por ejemplo en Monterrey se publicaron palabras suyas en las que decía que su libro era «98% historia», sino hacer creer que ha encontrado «en veinte años de investigación», documentos que «habían sido ocultados dolosamente» y exponer «lo que en realidad hizo el clero mexicano del siglo XIX».

–¿Ve usted un ataque orquestado a la Iglesia en México?

–Padre Olimón: En los últimos años se ha extendido una corriente literaria que quiere basarse en «documentos ocultos» de la Iglesia o en hallazgos arqueológicos: así, por ejemplo, se ha encontrado (en la literatura, desde luego) revelaciones acerca de la vida marital de Jesús con María Magdalena, el «Evangelio de Judas», «El Código Da Vinci», «datos» de que Jesús no caminó sobre las aguas sino que el río Jordán se congeló, la tumba de Jesús y su familia, etcétera. Si eso se ha hecho con los años primordiales del cristianismo, ¿por qué no montarse en esa corriente y encontrar ocultismo en acciones de la Iglesia en México del siglo XIX?

–Pero, ¿hay una verdadera investigación de Francisco Martín Moreno para este libro suyo?

–Padre Olimón: Dice Don Francisco que ha trabajado veinte años investigando. ¿Por qué a la hora de citar fuentes de historiadores contemporáneos no citó a ninguno de los que han realizado y publicado investigaciones en los últimos veinte años sino a autores más antiguos como García Cantú y Fuentes Díaz, que escribieron más desde el punto de vista histórico con una carga muy elevada de politización?

–Ante la propaganda que ha recibido el libro, ¿recomienda usted leerlo a los católicos? ¿Vamos a aprender algo de México en el siglo XIX?

–Padre Olimón: La propaganda que se ha hecho del libro ha respondido, desde luego, a una voluntad de mercado y no de extensión del conocimiento. Detrás de esa excesiva publicidad, digna de mejores causas, se encuentra una irresponsabilidad ética de alta envergadura.

En nuestro país, si algo hace falta, es la búsqueda de unidad, una búsqueda que, desde luego, no tiene que llegar a la uniformidad sino respetar las legítimas diferencias. Propagar la división, ahondar heridas que pertenecen al pasado y que además se encuentran mal planteadas, asumir el odio y la ira como instrumentos de redacción de textos, es lo contrario de lo que necesitamos a fin de purificar nuestra memoria y aceptar el pasado como parte de nuestra historia como pueblo, con sus luces y sus sombras, de la manera como, por ejemplo, aceptamos nuestra historia personal o familiar y purificamos nuestra memoria.

No creo que sea ejercicio positivo leer un libro que, en realidad, a la manera de los «alimentos chatarra» no aprovecha para la salud ni aporta datos fundamentales o por lo menos gozo estético. Más bien, si de recomendar se trata, creo que hay lecturas saludables de historiadores serios sobre la época en cuestión y…desde luego, mi libro.

–¿Nos puede usted ejemplificar algunos errores que descubrió en la lectura de Martín Moreno?

–Padre Olimón: Sería muy largo enumerar los errores, pues ocupan casi todas las páginas. Los principales, más que errores, son faltas de ética: acusaciones basadas en falsedades, generalizaciones cuando se habla, por ejemplo, del «clero» como una entidad personalizada y monstruosa, parcialización de biografías complicadas y largas, como el caso de Monseñor Labastida y repetición de falsedades que ya se le habían hecho saber a propósito de otro de sus libros, «México mutilado».

El enfoque general es muy parecido al de la «historia oficial» que tuvo vigencia hasta hace una o dos décadas y que se organizaba a base de «blanco y negro», «héroes y villanos», «patriotas y traidores».

Este tipo de enfoque histórico, además de desorientador resulta inútil para una educación para la paz y la convivencia, tan necesaria en nuestro país y en el mundo entero.

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ZENIT Staff

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