Nazaret se une al acto de entrega a María del mundo azotado por la violencia

Declaraciones del guardián de la Basílica de la Anunciación

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NAZARET, jueves, 25 marzo 2004 (ZENIT.org).- El guardián de la Basílica de la Anunciación de Nazaret revela que su comunidad se ha unido a Juan Pablo II, que ayer volvió a poner en manos de María la violencia que sigue azotando al planeta.

El padre Samir Sarouz, franciscano, confiesa que «escuchar desde aquí la voz del Papa, especialmente en estos días tan difíciles, nos permite esperar. Nos unimos a la oración del Santo Padre por la paz, que ha perdido la ruta en la tierra del Evangelio, en la tierra de Jesús, en la tierra de María».

El Santo Padre había elevado la suplica por mediación de la Virgen, este miércoles, en la plaza de San Pedro del Vaticano, en la víspera de la solemnidad de la Anunciación del ángel a María.

«Falta verdaderamente mucho valor», sigue afirmando el fraile franciscano en declaraciones transmitidas por «Radio Vaticano». «El valor para decir ya basta y para decir que hay que buscar otro camino, que nos lleve al respeto de todos los derechos».

«Hace falta mucho valor para poder atreverse a optar por la paz, el diálogo», añade. «Esto falta sobre todo aquí, en Tierra Santa, falta entre estos dos pueblos que se enfrentan de diferentes maneras con tanta violencia».

El franciscano ha comentado también la noticia del adolescente palestino de 14 años, al que el ejército israelí detuvo ayer al darse cuenta de que había sido utilizado como kamikaze para hacer estallar la carga de explosivos que llevaba en su cuerpo, en un puesto de control, en Hawara, al sur de Naplusa, Cisjordania.

«Esta criatura no tiene la culpa, no es ciertamente culpa de este niño –afirma el franciscano–. Todo esto nos permite comprender, sin embargo, cómo se ha violado su psicología, como se ha intervenido en su mismo pensamiento», afirma.

«Esto da pena, pues parece que la vida no tiene valor –concluye–. Todo esto se repite por desgracia en cada atentado, en cada ataque, de una y de otra parte. Esta es la atmósfera en que vivimos aquí, en Tierra Santa».

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ZENIT Staff

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