Predicador del Papa: En plena «noche oscura», Jesús salvó al hombre

Cargó sobre sus espaldas el peso del pecado

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CIUDAD DEL VATICANO, 15 marzo 2002 (ZENIT.org).- Cristo, como hombre, también experimentó la «noche oscura» del espíritu; es más, aceptó los atroces sufrimientos de la pasión por nuestra salvación en la oscuridad de Getsemaní, recordó un fraile capuchino a Juan Pablo II este viernes.

A las nueve de la mañana, el Papa se dirigió a la capilla «Redemptoris Mater» del Vaticano para escuchar, como un fiel más, la tercera predicación de preparación para la Semana Santa dirigida por el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia.

El religioso concentró su reflexión en el «misterio de los misterios», impreso en el rostro de Jesús en la agonía del Huerto de Getsemaní, ese rostro que ya no tiene belleza alguna ante los inminentes sufrimientos que se preparaba a sufrir.

«La angustia de Jesús no es causada por la simple previsión de los tormentos –explicó el padre Cantalamessa al Santo Padre y a sus colaboradores de la Curia romana–: Jesús sintió «sobre sí» el pecado, todo el pecado del mundo».

«En aquel momento, daba igual el hecho de que no había cometido él los pecados: eran suyos porque se los había asumido libremente: «Cargó con nuestros pecados en su cuerpo»», dijo citando la Primer Carta de Pedro (2, 24).

«El pecado provoca la lejanía de Dios –siguió explicando el fraile capuchino–. Jesús experimenta la noche oscura del Espíritu. Pero fue precisamente el «sí» humano pronunciado por un Dios en la oscuridad del espíritu de su humanidad quien rescató la rebelión de los hombres, desde Adán en adelante».

«Getsemaní no termina en el fracaso, sino en la victoria, ¡en la victoria más grande de la historia!», constató el padre Cantalamessa.

Entonces es posible también para nosotros pronunciar el «sí», incluso cuando sentimos la tentación de luchar con Dios, «cuando te pide algo que tu naturaleza no está dispuesta a darle, o cuando su acción se convierte en incomprensible y desconcertante».

«Cuando la angustia se apoderó de Él, Jesús rezaba más intensamente. Reza para plegar su voluntad a la de Dios», añadió el predicador de la Casa Pontificia.

«Cuando dentro de ti todo es un grito de rebelión o un tumulto de pensamientos y sentimientos hostiles a los hermanos –exhortó–, vete ante el tabernáculo o ante un crucifijo y ponte simplemente de rodillas. Pones así tus rebeliones como escabel de Jesús. Con ese simple gesto ya te has puesto de su parte».

«Que tengamos la fuerza de dar todo al Padre, cuando extiende la mano hacia nosotros. Enséñanos a decir aquella palabra con la que nos salvaste: «No se haga mi voluntad, sino la tuya»», fue la invitación final del predicador.

Ha sido la tercera de las cuatro meditaciones previstas en preparación de la Semana Santa pronunciadas por el padre Cantalamessa. Todas llevan como hilo conductor el tema «Recomenzar desde Cristo».

La contemplación del rostro de Jesús, como propone el Papa en su carta programática para inicios de este siglo, la «Novo millennio ineunte», es por tanto el tema fundamental.

Tema, que, como constató el predicador, apasionaba ya al joven Karol Wojtyla, como demuestra este pasaje de una de sus poesías junveniles que él mismo citó este viernes: «Soy un viandante en la estrecha acera de la tierra y no aparto el pensamiento de tu rostro que el mundo no me revela».

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ZENIT Staff

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