Reavivar el multilateralismo, urgente desafío para las Naciones Unidas

Según el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU

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NUEVA YORK, 20 junio 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- En el contexto de la reciente crisis de Irak se dijo que la ONU estaba herida de muerte. Según la Santa Sede, este organismo, cuya existencia está fuera de duda, requiere sin embargo modificaciones para adecuarlo a la interdependencia entre los Estados necesaria en la actualidad.

En esta entrevista, el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, el arzobispo Celestino Migliore, hace un balance de la situación de la ONU y de los desafíos que enfrenta para desempeñar eficazmente su cometido.

Monseñor Migliore, de 50 años, llegó a Nueva York hace seis meses, después de haber sido desde 1995 subsecretario para las Relaciones con los Estados.

–La crisis iraquí parece haber dado un golpe mortal a la ONU, cuyos límites parecen cada vez más evidentes. ¿Qué conciencia se tiene de ello en el Palacio de Cristal?

–Monseñor Celestino Migliore: Los límites de la ONU son conocidos y se deben en su mayor parte a su planteamiento originario, que obedecía a criterios dictados por la guerra fría. En el Palacio de Cristal están en marcha desde hace años comités de estudio para la reforma de la ONU. Recientemente, el secretario general Kofi Annan puso en funcionamiento una comisión de expertos para hallar nuevas modalidades de participación en las actividades de las Naciones Unidas por parte de la sociedad civil y de los sectores privados. Se percibe esta necesidad porque los ideales y los objetivos que la ONU adoptó en el momento de su constitución mantienen su actualidad, pero las modalidades y mecanismos para la formación de la voluntad común deben cambiar absolutamente.

–¿En qué dirección?

–Monseñor Celestino Migliore: Creo que ya está claro para todos. La situación en la que se llegó a encontrar el Consejo de Seguridad en el debate sobre la crisis iraquí, la importancia que ha cobrado en la última década el Consejo Económico y Social –uno de los organismos principales de las Naciones Unidas– en el desarrollo de las grandes conferencias internacionales, y la oportunidad de asociar a los trabajos de la Organización entornos no gubernativos como las ONG, son factores que buscan encontrar nuevos procedimientos para consentir a la ONU promover sus propios principios y finalidades.

–La ONU se presenta como supremo órgano de la legalidad internacional, pero funciona como un terreno de compromiso entre diferentes intereses en los que prevalecen los de los más fuertes. ¿Cómo superar esta contradicción de fondo?

–Monseñor Celestino Migliore: Desde siempre los procedimientos por los que se rige la ONU se orientan a garantizar la seguridad del equilibrio entre las fuerzas. Sin embargo, en el nuevo contexto mundial marcado por la globalización, la perspectiva ya no parece ser tanto la del equilibrio y la disuasión sino la de la interdependencia. Lo recordaba el Papa dirigiéndose a los embajadores acreditados en el Vaticano el pasado enero: «La independencia de los Estados no se puede concebir si no es en la interdependencia». Desde este punto de vista, el ámbito más idóneo es la Asamblea General, que comprende a todos los Estados miembros de la ONU en pie de igualdad.

–El final del mundo bipolar y la aparición de una única superpotencia, ¿no podría hacer a la ONU cada vez más ineficaz?

–Monseñor Celestino Migliore: En el momento de la adopción de la Resolución 1483 sobre la posguerra en Irak sonaron nuevamente en la sala del Consejo de Seguridad las palabras: si la ONU no existiera, habría que inventarla. Esto puede significar, entre otras cosas, que el punto débil no hay que buscarlo sólo en los procedimientos, sino sobre todo en la voluntad política de quien concurre a la formación del consenso. Si nos quedamos en los meros intereses particulares, fácilmente se concuerda sobre el mínimo común denominador, dejando espacio a quien dispone de mayores recursos. Si en cambio existe la voluntad política de identificar el bien común universal, cosa a la que ya aludía la encíclica «Pacem in Terris» hace 40 años, entonces se puede apuntar al máximo común denominador.

–Junto a la ONU ha ganado terreno la idea de multilateralismo. ¿Es aún un concepto factible?

–Monseñor Celestino Migliore: La Iglesia católica, en su doctrina social, favorece una visión de la autoridad internacional según el principio de la subsidiariedad. En las recientes conferencias de la ONU de Doha, Monterrey y Johannesburgo, por ejemplo se han asumido compromisos: entre ellos el de perseguir un desarrollo respetuoso de la naturaleza y promover el desarrollo de los países pobres introduciéndolos en el circuito de la producción y del comercio.

–Compromisos que a menudo se quedan sobre el papel…

–Monseñor Celestino Migliore: Multilateralismo significa que las promesas hay que mantenerlas. Y que no basta con un simple gesto para aligerar la deuda externa: es necesario revisar barreras y subvenciones económicas en los países con una economía fuerte a fin de permitir a los países pobres producir e introducirse en la red de intercambio comercial. Hoy se vuelve a proponer con urgencia el desarme, en particular de los arsenales de armas de destrucción masiva. Multilateralismo significa que si se quiere que todos respeten los compromisos suscritos, los primeros en mantener los pactos deben ser precisamente los países más fuertes. Significa, además, que no se puede ser selectivo al exigir respeto a los incumplidores. Hay que avivar el multilateralismo, en crisis en muchos frentes, con el respeto de sus reglas fundamentales.

–La Santa Sede no se cansa de reclamar la importancia de la ONU para una convivencia pacífica. Pero con ocasión de las grandes conferencias internacionales, más de una vez se ha distanciado de las orientaciones de la ONU en materia de respeto a la vida y a la familia.

–Monseñor Celestino Migliore: La Santa Sede ha mantenido una línea clarísima respecto a la crisis iraquí, sosteniendo desde el principio que la cuestión no concernía a la exclusiva competencia de uno o de pocos gobiernos. Si el problema era el del desarme nuclear, químico y biológico, según las reglas y los procedimientos elaborados en el seno de la ONU, entonces correspondía a la ONU hacer respetar las propias reglas. Es una cuestión de respeto de la legalidad internacional. Respeto del que la Santa Sede espera mucho, porque está convencida de que hemos llegado a tal patrimonio de consenso, reglas, procedimientos y mecanismos de control, que –si se acogen y respetan con determinación por los Estados– podemos permitirnos resolver los inevitables conflictos con medios legales y pacíficos.

–¿Cómo está la situación en materia de familia o de derecho a la vida?

–Monseñor Celestino Migliore: En nombre del mismo respeto de la legalidad internacional la Santa Sede ha intervenido siempre en diferentes ámbitos internacionales, a menudo en respaldo de otras delegaciones y a veces incluso sola, a contracorriente, para apoyar el respeto de la dignidad de la persona humana. No se trata en absoluto de un cambio de opinión o de línea ante la ONU, sino de una voluntad constante de promover la legalidad internacional que, según las circunstancias, se expresa en posturas diferentes pero siempre entendidas para reforzar la capacidad de la ONU de promover el bien común de los pueblos.

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ZENIT Staff

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