Religiosos carmelitas y diócesis de Roma celebran a su nuevo beato

Beatificado en San Juan de Letrán el padre Angelo Paoli

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ROMA, domingo 25 de abril de 2010 (ZENIT.org) Para el cardenal Agostino Vallini, vicario general de la diócesis de Roma, “ser pastores quiere decir estar cerca de la grey, dedicarse incansablemente y preocuparse por ella”; una misión que el padre Angelo Paoli logró cumplir en grado sumo “inflamado por la fe e iluminado por la luz del Espíritu Santo”.

El purpurado presidió la misa de la beatificación del padre Angelo Paoli esta mañana en la basílica San Juan de Letrán.

La catedral de Roma se encontraba llena de miles de fieles provenientes de diferentes parroquias de esta diócesis, así como de centenares de sacerdotes, religiosos y religiosas carmelitas.

Al inicio de la ceremonia, el postulador de su causa de beatificación, el padre Giovanni Grosso Ocarm, leyó la biografía del beato.

Luego, monseñor Angelo Amato, prefecto para la congregación de la Causa de los Santos, dijo, en representación del Papa Benedicto XVI, la fórmula con la cual el padre Paoli queda inscrito en el libro de los beatos.

Su imagen, en la que se contempla al anciano sacerdote ayudando a los más pobres, fue descubierta, y la multitud de fieles comenzó a aplaudir efusivamente.

Fama de santidad confirmada hoy

Angelo Paoli nació en 1642 y entró a los 18 años al seminario. En 1661 hizo sus votos solemnes en la orden carmelitana y seis años más tarde fue ordenado sacerdote. Descubrió con el tiempo su llamada particular a dedicarse a los más pobres y enfermos.

El cardenal destacó en su homilía “este ideal altísimo de caridad pastoral” al descubrir que “el Señor lo llamaba a vivir una vocación especial: la de ser siervo de los pobres en la vocación sacerdotal y religiosa”.

Por orden de sus superiores, el padre Paoli fue enviado a diferentes ciudades de Italia: vivió en Florencia, Corniola, Siena, Montecatini y Fivizzano.

Su último destino fue Roma, donde llegó en 1867. Allí sirvió como maestro de novicios del convento San Martino ai Monti. También desarrollaba una fuerte actividad con los pobres, los presos y los enfermos, especialmente los que estaban en el hospital San Giovanni.

“Entró en aquel hospital donde fue tocado por las plagas de los enfermos y sus condiciones desesperadas. La pasión de Cristo meditada en los Santos Lugares, la veía entonces viva y sufrida en la carne de la humillación de los enfermos”, dijo el vicario general de la diócesis de Roma.

Angelo Paoli murió en la Ciudad Eterna en 1720. “Su fama de santidad se difundió en la ciudad, tanto que los clérigos, religiosos, laicos y también los nobles se unieron a él, siempre dispuesto a involucrar a todos en aquella que podemos llamar la sinfonía del amor”, dijo el cardenal Vallini.

Alivio material y espiritual

El purpurado aseguró que, con su ejemplo, el padre Paoli desgastó su vida en diferentes tareas: “preocuparse por el bien concreto de las personas, ofrecer alivio a sus penas materiales y espirituales, amar, abrirse al abrazo misericordioso de Dios”.

El vicario de Roma destacó la virtud de la caridad, la cual “fue para nuestro beato el compromiso, la pasión, el ansia de su vida; a través de la cual transmitía el amor a Dios y acercaba a los demás a Dios”.

“Como siempre ocurre en las cosas de Dios”, aclaró, “no faltaron las incomprensiones, los juicios malévolos también por parte de los suyos. Pero él respondía siempre con mansedumbre

El purpurado destacó “la actitud inquebrantable de fe en Dios y de benevolencia hacia todos”.

“Que su luz aliente a vivir celosamente según el Evangelio, y a testimoniar con alegría y valentía la caridad de Cristo hacia todos los hombres, especialmente los más pobres”, concluyó el cardenal Vallini.

Por otra parte, el Papa se refirió a la beatificacion de Angelo Paoli este mediodía tras el rezo del Regina Caeli, ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro.

“Del beato Angelo Paoli, originario de Lunigiana y que vivió entre los siglos XVII y XVIII, quiero recordar que fue apóstol de la caridad en Roma, llamado “padre de los pobres”, dijo.

Benedicto XVI destacó que “se dedicó especialmente a los enfermos del Hospital San Juan, cuidando también a los convalecientes”.

Y aseguro que las fuerzas para su apostolado las sacaba “de la Eucaristía y de la devoción a la Virgen del Carmen, así como de una intensa vida de penitencia”.

Benedicto XVI concluyó: “En el Año Sacerdotal, propongo con gusto su ejemplo a todos los sacerdotes, en especial a los que pertenecen a Institutos religiosos de vida activa”.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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