Santa Sede contra el racismo: Si el corazón no cambia, no bastan las leyes

Intervención de monseñor Tomasi en Ginebra sobre el Racismo

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GINEBRA, jueves 23 de abril de 2009 (ZENIT.org).- «Sin un cambio del corazón las leyes no son eficaces». Así lo afirmó ayer monseñor Silvano M. Tomasi, Nuncio Apostólico y Observador Permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales, durante su intervención en la segunda Conferencia de la ONU sobre el Racismo, que está teniendo lugar estos días en Ginebra (Suiza).

La delegación vaticana, explicó, «comparte la aspiración de la comunidad internacional a la superación de todas las formas de racismo, discriminación racial y xenofobia, con la conciencia de que todos los seres humanos nacen libres en dignidad y derechos, y que están unidos en una única familia humana».

Una comunidad internacional justa, subrayó el prelado, se desarrolla de modo adecuado «cuando el deseo natural de las personas humanas de relacionarse no es distorsionado por el prejuicio, por el miedo a los demás o por intereses egoístas que minan el bien común».

A pesar de que la globalización actual une a las personas, «la cercanía en el espacio y el tiempo no crea por sí mismas las condiciones para una integración constructiva y una comunión pacífica».

El racismo, de hecho, «persiste»: «los extranjeros y los ‘distintos’ son demasiado a menudo rechazados, hasta el punto que se cometen contra ellos actos bárbaros, incluidos el genocidio y la limpieza étnica. Antiguas formas de explotación dan vida a otras nuevas: mujeres y niños son objeto de tráfico en una forma contemporánea de esclavitud, los inmigrantes irregulares son explotados, las personas percibidas como distintas o que lo son se convierten, en números desproporcionados, en víctimas de la exclusión social y política, de guetización y esterotipación. Las chicas son obligadas a matrimonios no queridos; los cristianos son detenidos o asesinados a causa de su credo».

«La falta de solidaridad, una mayor fragmentación de las relaciones sociales en nuestras sociedades multiculturales, el racismo y la xenofobia, la discriminación social y racial, sobre todo hacia las minorías y los grupos marginados, el aprovechamiento político de las diferencias son evidentes en la vida de cada día».

Monseñor Romasi revela que la Santa Sede está preocupada también por «la tentación aún latente de la eugenesia, que puede ser alimentada por técnicas de procreación artificial y por el uso de ‘embriones sobrantes'».

La creación de niños de los que se podrían elegir sus rasgos, advierte, podría llevar «a la creación de una ‘subcategoría de seres humanos’, o a la eliminación de seres humanos que no respeten las características predeterminadas para una sociedad determinada».

Junto a esto, «las preocupaciones relativas a la seguridad y la consecuente introducción de medidas y prácticas excesivas han creado una mayor falta de confianza entre personas de culturas distintas, y exarcerbado el miedo irracional a los extranjeros», añadió, subrayando que «la legítima lucha al terrorismo no debería nunca minar la protección y la promoción de los derechos humanos».

En este contexto, observa el arzobispo, la Conferencia de Ginebra puede representar «la ocasión para dejar de lado la desconfianza y las diferencias recíprocas, rechazar una vez más toda teoría de superioridad étnica o racial y renovar el empeño de la comunidad internacional en la eliminación de toda expresión de racismo como requisito ético del bien común, cuya persecución es la única razón de la existencia de las autoridades civiles a nivel nacional, regional e internacional»

Según el prelado, para combatir el racismo son indispensables «acuerdos y declaraciones internacionales, así como la legislación nacional», pero «sin un cambio del corazón las leyes no son eficaces».

«Es el corazón el que debe ser continuamente purificado, para que no sea nunca gobernado por el miedo o por el espíritu de dominio, sino por la apertura a los otros, por la fraternidad y por la solidaridad».

Aspectos fundamentales para combatir el racismo, sostiene monseñor Tomasi, son la instrucción, cuyo acceso debe ser garantizado a las minorías raciales, étnicas o religiosas «en cuanto derecho humano que asegura la cohesión de la sociedad con la contribución de los talentos y de las capacidades de cada uno», la acción de los medios de comunicación y las comunidades de fe, cuyo papel será aún más eficaz «si existe un respeto del derecho a la libertad religiosa».

La dignidad humana, declaró el prelado, puede ser defendida y promovida solo con «una acción colectiva de todos los sectores de la sociedad».

Frente a los graves desafíos representados por el racismo y la discriminación, el primer paso para una solución práctica es «una instrucción integral que incluya valores éticos y espirituales», unida a «un nuevo examen para hacer las distintas aproximaciones más incisivas y eficientes», y «la ratificación universal de instrumentos fundamentales contra el racismo y la discriminación».

Sólo cuando se reconozca que todos los pueblos y los individuos constituyen una única familia humana, rica en la diversidad, y que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos, concluyó monseñor Tomasi, «las víctimas del racismo serán libres y se les asegurará un futuro común de paz».

[Por Roberta Sciamplicotti, traducción de Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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