Sida en Kenia: amar a afectados e infectados

Entrevista con el obispo del ordinariato militar, monseñor Rotich

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NAIROBI, domingo 20 de febrero de 2011 (ZENIT.org). – La Iglesia no juzga a quienes están infectados de Sida. Por el contrario, busca ser una fiel compañera, convirtiéndose así en “afectada” – a través de la “condolencia”.

Esta es la reflexión que ofrece monseñor Alfred Kipkoech Arap Rotich, obispo castrense de Kenia, en esta entrevista, en la que considera las diversas facetas del problema del Sida en su país, explicando por qué los keniatas han descubierto que los condones no son la solución al Sida.

– Su nombre es Rotich, que suena casi como un nombre germánico. ¿Cuál es el significado de su apellido?

Monseñor Rotich: En mi familia en Kenia, Rotich significa que mi padre nació en el momento en que las vacas estaban listas para ser ordeñadas, es decir, a las 3 del mediodía. Así que tomé las últimas seis letras del nombre de mi padres y me llamaron Arap, el hijo de Rotich – básicamente significa el pastor que lidera una procesión, y resulta que ahora lidero la procesión en la Iglesia.

– Excelencia, usted también es coronel en las fuerzas armadas de Kenia. ¿Cómo es esto?

Monseñor Rotich: Como ministro de la Iglesia. Es una parte y una parcela de nuestra labor pastoral en el país el dar una oportunidad a las fuerzas armadas, dar una razón para su fe y que tengan capellanes indígenas. Tras 10 años de capellán, fui consagrado obispo.

– Kenia es uno de los motores de África y, al mismo tiempo, una gran mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza. ¿Por qué hay esa disparidad entre riqueza y pobreza en Kenia? ¿Cómo puede ocurrir esto?

Monseñor Rotich: Cuando la gente es egoísta y hay que compartir, quieren tener lo mejor para sí mismos. Pero creo que esto ha dado la oportunidad para la reflexión y el discernimiento de cómo ocurre esto. Cuando hay un nivel de corrupción, cuando hay un nivel de egoísmo, hay ya una demarcación; hay ya una línea que divide a ricos y pobres. La riqueza puede ser superficial, porque la riqueza de un país es dar la oportunidad a la gente de compartir el bien presente en la sociedad. Así que esto es un desafío y estoy seguro de que todos los líderes están intentando aferrar esa idea.

– ¿Qué está haciendo la conferencia episcopal para afrontar esta cuestión de la pobreza y la disparidad de riqueza?

Monseñor Rotich: Los obispos han publicado cartas pastorales haciendo un llamamiento a la sociedad, especialmente a los líderes, y a todas las personas del país para que mirasen a la persona humana – la persona humana necesita ser el centro del desarrollo, la dignidad del individuo. Y por eso, si mi hermano o hermana está sufriendo, todos los ojos se vuelven a ellos y esa preocupación se vuelve problema nuestro.

– Hay en curso una escucha y un diálogo respecto a la cuestión del sida, que ha golpeado de forma especialmente dura a África, de hecho es el continente más duramente golpeado. Vemos que cada día mueren cerca de 300 keniatas de Sida. ¿Por qué se ha extendido tanto el Sida en este país?

Monseñor Rotich: Hay muchas razones por las que el Sida está aumentando cada día. Pero tanto el gobierno y la sociedad civil como las iglesias han tomado medidas para afrontar este tema. No queremos juzgar a la persona afectada, sino que queremos ser compañeros fieles de los afectados, y al ser compañeros fieles de los infectados nos volvemos afectados, atrae nuestra condolencia. Necesitamos acercarnos a ellos, en primer lugar, para asegurarles que no todo está perdido.

– Esta es una cuestión importante porque he leído que en Kenia muchas mujeres, por ejemplo, tienen miedo a que les diagnostiquen el Sida, porque si el marido se entera, el marido que es el único que trae el pan, puede abandonarlas. Así que este tema del acompañamiento por parte de la Iglesia puedo imaginar que es muy importante.</b>

Monseñor Rotich: Sí, hay algunos proyectos e iniciativas que se han puesto en práctica por parte de la Iglesia y de hecho, si va a la ciudad de Nairobi hay un programa en los barrios del este, patrocinado por grupos infantiles tales como Maryknoll, bajo la supervisión de sacerdotes y personal sanitario experto, y uno se da cuenta de que la Iglesia está allí y les dice a la gente que no tengan miedo y se hagan las pruebas. Puesto que se trata de una enfermedad que está asociada a la relaciones extramaritales, por supuesto que la gente no va a venir directamente a decir que la tienen porque serían juzgados por la sociedad. Pero esto está poco a poco cayendo y se pide a la gente que se someta a las pruebas incluso en sus cursos prematrimoniales. Durante toda la serie de sesiones la Iglesia les asegura que su situación no significa el fin de su vida (…). Sí, hay situaciones en las que el marido ha rechazado a su mujer, pero se ofrecen servicios asistenciales en caso de que esto ocurra y esto da un sentido de comprensión y empatía hacia la otra persona.

– Uno de los grandes problemas del Sida es el de los afectados que tienen hijos. Muchos de estos niños acaban convertidos en los cabezas de familia.

Monseñor Rotich: Sí, esto es para nosotros un gran reto. Pero, de nuevo, en la sociedad africana somos más o menos una comunidad. Si alguien está afectado – se ha ido un padre o una madre o ambos padres – la sociedad le acogerá; pero se habrá dado cuenta de que actualmente hay una gran emigración hacia las ciudades. Así que, algunas veces, cuando ocurre esto, los hijos se quedan solos.

– ¿Este aspecto comunitario se rompe en las ciudades?

Monseñor Rotich: Sí, se rompe y este es uno de los valores que querríamos que volvieran; insistir en que somos una familia. Así que siempre que hay huérfanos en estas comunidades la Iglesia intenta hacer lo máximo que puede, usando todos sus recursos. El recurso más rápido es la empatía. Hay congregaciones de hermanas que van cada día a enfrentarse a esta situación y que solicitan el esfuerzo de la comunidad para intentar ayudar a los niños.

– Esta es la repuesta de la Iglesia, pero está también la respuesta del mundo, por así decir, o de muchas organizaciones internacionales, que han llegado con la solución del condón. Ustedes han protestado contra la distribución de condones en Kenia. ¿Por qué el condón no es la solución para prevenir el Sida?

Monseñor Rotich: Sí, hemos visto que no es la solución. Invitamos a los jóvenes a que no escuchen a los que reparten condones porque vimos que intentaban educar a la gente a tener sexo a una edad muy joven. (…) Veíamos que la moralidad del país se estaba hundiendo. Así que es necesaria una ayuda educativa, especialmente de los pastores, para hablar en contra de esto y promover la abstinencia, que es ahora el programa que llevamos en las escuelas, y, como decimos, hay un currículum en las escuelas.

Ahora el Gobierno, el ministerio de educación, está escuchando esto porque dicen que los condones no son la solución, sino un sistema basado en valores proporcionará la fuerza interna para salir con valentía y decir: para esto puedo esperar. Hay tiempo para todo y esperar para el momento en que estén en la vida matrimonial. Comenzamos con los niños, dado que son los que han sido afectados. No nos deis una ruta o un mapa de carreteras para suplir cosas que son extrañas a nuestra cultura, extrañas a nuestro sentido de los valores.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en www.ain-es.org, www.aischile.cl

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ZENIT Staff

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