Zimbabue aguarda la resurrección

Entrevista con monseñor Dieter Scholz

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CHINHOYI, domingo 11 de abril de 2010 (ZENIT.org). – Zimbabue en la lengua local significa “casa de piedras”. Hoy esta casa se ha derrumbado, afirma el obispo de Chinhoyi.

Monseñor Dieter Scholz ha afirmado que, en su país, el desempleo se estima que llega a cerca del 80%, y, si las personas tienen un salario, apenas obtienen con él un barra de jabón o tres barras de pan.

En esta entrevista concedida al programa de televisión Dios llora en la Tierra de la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada, el obispo ha hablado sobre la situación de su país, cómo se ha desarrollado, y cuál ha sido su papel como pastor de la Iglesia.

– ¿Cómo describiría la situación de los ciudadanos de Zimbabue?

Monseñor Scholz: Creo que es justo decir que muchos, quizás la mayoría del pueblo de Zimbabue, han perdido la esperanza de que alguna vez cambien las cosas.

Han esperado la mayor parte de la última década, diez años, a que su sufrimiento, su hambre, su desempleo, su pobreza, sus sufrimientos de diversas enfermedades para las que ya no pueden conseguir curas en los hospitales, a que todo esto se acabe.

Ha habido muchos intentos de remediar la situación pero todo ha fallado de alguna forma.

– ¿Qué historias personales puede contarnos para darnos una idea del sufrimiento actual?

Monseñor Scholz: Durante la crisis entre las elecciones generales a finales de marzo de 2008 y la así llamada supuesta elección presidencial a finales de junio, en estos tres meses hubo un intento de eliminar físicamente a la oposición al partido en el gobierno, el Movimiento para el Cambio Democrático. Para eliminar dicha oposición, a través de apaleamientos, tortura y asesinatos, en una de mis parroquias, en Banket, apenas a 20 kilómetros de Chinhoyi, un joven que era nuestro líder juvenil, Joshua Bakacheza fue secuestrado en mayo; ya se había estado ocultando; le habían empleado como chófer para el Movimiento para el Cambio Democrático, y éste fue todo lo que tuvo en términos de conexión con la oposición.

Fue secuestrado un día, y para encontrarlo – porque había entrado ya en la clandestinidad – los agentes de la Policía de Seguridad del Estado fueron a ver a su hermano pequeño que todavía estaba en la escuela y le dijeron: “Hemos encontrado un donante para ofrecerte una beca que te ayudará en la escuela hasta el final de tu educación secundaria” y, como habían esperado, el chico pronto llamó a su hermano mayor por un teléfono móvil para pedirle que viniera a firmar el contrato.

Así que vino y, en cuanto llegó a la escuela, fue rápidamente arrestado. Desapareció y no se le volvió a ver hasta tres semanas más tarde. Su cuerpo medio quemado y mutilado fue encontrado cerca de un lugar llamado Beatrice, al sur de Harare, la capital, y esto causó un enorme sentimiento de cólera, y tristeza, y desesperación en toda la diócesis, en la que era muy conocido.

Este es sólo un caso, y puedo contarle muchos más de sacerdotes que han sido atacados, cuyas casas han sido incendiadas porque se presumía que eran simpatizantes de la oposición política.

Y no entendemos cómo las diferencias en las posturas políticas pueden conducir a tales crueldades; es un misterio, y nadie tendrá dificultades en creer que no sólo hay mal en el mundo sino que es el malvado quien envía a sus otros espíritus malvados, como San Ignacio dice en la primera semana de sus ejercicios espirituales, un texto con el que estoy familiarizado.

Ignacio habla con imágenes y lenguaje de su época, y las imágenes y lenguaje de su tiempo sobre Lucifer que está sentado en la gran llanura de Babilonia en un trono de fuego y humo, reuniendo a los demonios del mundo y enviándolos luego con sus instrucciones a cometer el mal.

Durante aquellos tres meses que acabo de mencionar, comprendí las imágenes y el lenguaje con los que habló San Ignacio en el siglo XVI; eran más reales de lo había creído.

Hemos visto el mal recorriendo todo el país de norte a sur y de este a oeste.

– ¿Por qué ha sido escogido Zimbabue para esta cruz?

Monseñor Scholz: Creo que esa es una larga historia. Como usted sabe, los primeros colonos llegaron en el siglo XIX y conquistaron la tierra con la violencia, la avaricia y el fraude.

Le quitaron la tierra a la gente. Hicieron que la gente trabajara para ellos. Es verdad que las infraestructuras que ahora tenemos son fruto de la labor de la gente y del conocimiento de los colonos; sin embargo, hubo mucha crueldad, mucha injusticia, aunque no tan institucionalizada como en Sudáfrica, también segregación racial y discriminación.

Esto llevó a la guerra civil, al despertar del Movimiento Nacionalista Africano. Actualmente hay dos movimientos. Robert Mugabe fue el jefe de la Unión Nacional Africana de Zimbabue.

– En la así llamada Guerra de los Arbustos, ¿verdad?

Monseñor Scholz: Si, sí, las guerras de los arbustos desde el punto de vista de las guerrillas que representaban los intereses de la población local, pero, por supuesto, el ejército de Rodesia utilizó tecnología y métodos modernos de guerra apoyado por Sudáfrica y, probablemente por eso, al final ganaron las guerrillas, porque, en última instancia era una guerra civil en los matorrales.

– ¿Pero lo que usted intenta decir, si le entiendo o le sigo correctamente, es que la tierra de Zimbabue ha estado llena de violencia?

Monseñor Scholz: Lo que intento decir es que, durante todo el periodo desde la llegada de los colonos hasta el día de hoy, nunca ha habido un periodo de paz serena y tranquila.

Ha habido siempre violencia, no siempre física, a veces estructural a través de leyes de discriminación que forzaban a la pobreza, que privaban a las personas de voto, y, para el futuro, déjeme decir esto ahora, quizá volvamos a esto más adelante, pero, para el futuro tengo la esperanza de que haber pasado por este sufrimiento y mal, ha cambiado tanto a blancos como a negros.

– ¿Cómo?

Monseñor Scholz: Los ha cambiado en el sentido de que tras la guerra civil en los ochenta me encontré con blancos que decía que la guerra les había ayudado a comprender la bondad, las cualidades verdaderamente cristianas del pueblo africano, especialmente su enorme paciencia, tolerancia y capacidad de perdón.

Nunca habían sabido esto antes, y sin la guerra puede que nunca lo hubieran conocido.

En el lado africano, las cualidades que acabo de mencionar llevaron al hecho de que la retórica racista de los líderes políticos nunca cuajó entre la gente.

La gente es muy amistosa con los pocos blancos que todavía están en Zimbabue, quizás unos miles. En cierto sentido diría que Robert Mugabe es prisionero de su propio pasado y prisionero de su propia generación política. Veo en su carácter muchas similitudes con Ian Smith.

– ¿Al final de su periodo de poder?

Monseñor Scholz: Hacia el final.

– De hecho, lo que usted está diciendo, si lo entiendo correctamente, es que estamos llegando al final de la pasión de Zimbabue y estamos esperando la resurrección del país.

Monseñor Scholz: Exactamente. Tenemos que pasar a través de esto y creo que Robert Mugabe y su generación tendrán que acabar lo que han hecho, pero las próximas generaciones serán muy diferentes.

Conozco a la gente. Hay un gran futuro para Zimbabue.

Como usted sabe, el pueblo de Zimbabue era el pueblo africano más educado al sur del Sáhara cuando el país llegó a ser independiente a pesar de la guerra civil, y no hay duda de que la labor de los misioneros tuvo mucho que ver con ello, los colegios que construimos y los estudios que facilitamos a los estudiantes africanos.

Morgan Tzvangerai era un estudiante en la Silveira House donde trabajé durante d
iez años. La Silveira House comenzó a preparar a los primeros líderes sindicales negros.

– ¿Fue educado como católico?

Monseñor Scholz: Fue educado como católico, educado pero no católico.

Y para Robert Mugabe Silveira House era como un hogar durante la guerra y después de la guerra. Dimos empleo a sus dos hermanas, Brigit y Sabina, para darles ingresos, para darles trabajo y, sobre todo, darles protección, y Robert Mugabe no lo ha olvidado. Vino a mi ordenación hace dos años, y trajo un hermoso regalo.

– ¿Él va a misa?

Monseñor Scholz: Solía ir a misa. No va a misa tan a menudo como solía; es otro misterio en su vida que soy incapaz de comprender, cómo es capaz de reconciliar en su conciencia su fe, y su política y sus acciones.

– ¿Cómo ve usted su papel como pastor en este momento y qué papel tiene la Iglesia ahora que todas estructuras se deshacen alrededor de la Iglesia, y la Iglesia parece ser una de las últimas voces de la oposición a la situación presente? ¿Cómo se ve a sí mismo en este muy difícil papel de pastor y, al mismo tiempo, de una persona que da voz a quienes no tienen voz?

Monseñor Scholz: Mi papel primario es apoyar a los sacerdotes en su cada vez más difícil labor.

Han pasado por un verdadero periodo de persecución desde la carta pastoral “Dios escucha el Grito del Oprimido”, que se publicó el año pasado. Siguiendo a dicha carta pastoral nuestros sacerdotes fueron perseguidos, sobre todo en nuestra provincia.

– ¿Cómo los persiguieron?

Monseñor Scholz: Llamadas de teléfono anónimas, llamadas amenazantes, insultos de los principales católicos, importantes mujeres católicas de nuestra diócesis llamando al presidente del consejo pastoral para decirle que su sacerdote – que es el sacerdote que le da la comunión cuando se acerca a misa los domingos –, sus sacerdotes son unos gamberros, ladrones y borrachos, y si no paran de hablar de la manera en que lo hacen verán lo que les hacemos, esta clase de amenazas.

Creo que éste es un desafío pastoral que todavía necesitamos afrontar cuando se asiente el polvo; confrontar a nuestros fieles y a sus conciencias con las exigencias de la fe: las simples exigencias de la justicia por un lado y la forma en que han soportado lo que ha ocurrido entre marzo y junio y el modo de hablar y actuar mientras venían a Misa y se ponían sus uniformes de ir a la iglesia.

No hemos sido capaces de hacer esto debido a las tensiones en la comunidad cristiana pero también en la sociedad en general y debido a la intimidación constante a la que nos han expuesto.

Por eso, yo diría que mi primera tarea ha sido, he intentado hacerlo lo mejor que he podido, apoyar a los sacerdotes cuando tuvieron que huir de sus parroquias como algunos tuvieron que hacer; les dimos la bienvenida en la casa del obispo o en el centro de pastoral, cerciorándonos que estarían seguros.

Al primero fui capaz de enviarlo a Inglaterra por un periodo de descanso y recuperación, y renovación espiritual, y le siguieron otros dos pocas semanas después.

– ¿Tan agotador es el problema entre sus sacerdotes?

Monseñor Scholz: Agotamiento, agotamiento físico, pero también agotamiento emocional y psicológico.

Es difícil imaginárselo si no se está en una sociedad cerrada en Zimbabue en la que prevalece la anarquía, y si alguien te ataca verbal o físicamente y vas a la policía a quejarte, o si voy a quejarme a la policía, seré arrestado por alterar la paz y por atacar a otras personas.

Por eso diría que estos son los principales papeles del obispo, apoyar a los sacerdotes y a apoyar a los fieles en mis viajes por la diócesis, que cubre la parte norte y noroeste de Zimbabue.

He hablado a los fieles y he intentado reavivar su fe. En la mayoría de los casos, estos viajes están relacionados con impartir el sacramento de la Confirmación y esa es un maravillosa oportunidad para hablarles sobre los dones del Espíritu Santo: el espíritu de consolación, el espíritu de fe, el espíritu de esperanza.

Siempre he visto, he sentido que se me ha dado mucho más de lo que sea capaz de dar a través de mis palabras, la fe de los cristianos a través de este sufrimiento.

Creo que la persecución pone quizás en evidencia lo peor de los perseguidores, pero también lo mejor de los fieles.

– Usted ha sido muy abierto con nosotros. ¿No tiene miedo? ¿Hasta dónde está dispuesto a llevar su cruz en esta situación, porque está usted hablando de modo muy abierto, usted ha hablado en público antes; los obispos han hablado en público en Zimbabue con su la publicación de su carta pastoral? ¿Hasta dónde quieren llegar los obispos, hasta dónde quiere llegar usted en esta situación?

Monseñor Scholz: Bien, no tengo de verdad ningún problema con esto, porque durante la guerra de liberación estuve implicado en la Comisión Católica Justicia y Paz junto al obispo Lamont que era nuestro presidente y otros tres.

Me arrestaron. Me encarcelaron. Fui expulsado.

Decíamos la verdad entonces y siento que ahora tenemos que decir la verdad, y eso es lo que hemos hecho en nuestra carta pastoral.

Otra confirmación por la que creo que hemos abordado el tema en su misma base ha sido la cólera sin precedentes del gobierno. Estaban enfadados de verdad.

Y cuando nos encontramos con funcionarios del gobierno, no hay oportunidad que no se refieran a la así llamada carta pastoral; ellos se refieren a ella como “la carta pastoral”; aunque habíamos escrito una o dos más cartas pastorales antes, ellos hablan de “la carta pastoral”.

Creo que esto era necesario. Usted preguntaba antes qué hacen los obispos. Creo que nuestro papel es, por un lado, apoyar a nuestros sacerdotes, estar con nuestro pueblo, andar con nuestro pueblo a través de la quizás hora más oscura de la historia reciente de nuestro país y, al mismo tiempo, actuar también en nuestro papel profético, nuestro ministerio profético de decir la verdad.

– ¿Y está por llegar la resurrección?

Monseñor Scholz: Sí, y la verdad se ha oído en ambos lados.

– Usted ha hablado mucho sobre la situación interna en Zimbabue. ¿Qué ocurre con la comunidad internacional? ¿Se ha sentido usted dejado de lado o abandonado respecto a la situación de Zimbabue?

Monseñor Scholz: No. Ha habido palabras y actuaciones de apoyo desde todos los rincones del mundo, emails, cartas, donaciones, pequeñas donaciones, grandes donaciones, y precisamente cuando teníamos la crisis de la que hablaba, entre las elecciones de finales de marzo y la salida presidencial en junio.

Tenemos cinco hospitales en nuestra diócesis y con el colapso del sector de la sanidad pública, los que fueron heridos por los agentes del estado vinieron a nuestros hospitales a tratarse.

Inicialmente incluso fueron rechazados durante semanas cuando buscaban conseguir ayuda médica, pero cuando vinieron con heridas enormes en sus cuerpos – se podía poner el puño en las heridas – nosotros apenas teníamos medicinas, y esa fue la época en la que el padre Halamba vino de Ayuda a la Iglesia Necesitada, y en cuanto le expuse la situación que había en unos días hizo la donación más generosa posible de medicinas que nos permitieron reabastecer los hospitales.

– ¿No está usted enfadado con lo que le está sucediendo a su país?

Monseñor Scholz: Por supuesto que estoy enfadado, y cuando por la tarde estoy enfadado voy a mi capilla esperar que se me pase o hasta que estoy en paz y en la oración encuentro ese equilibrio.

Pero cómo puedes estar en paz cuando un seminarista de tercer año, que está a punto de ser ordenado diácono, cuando vuelvo se acerca para decirme: “Asesinaron ayer a mi padre, de 62 años, porque sospechaban que era un miembro de la oposición, y no lo era”.

Un vecino que guardaba un antiguo resentimiento
lo denunció a la milicia y la milicia vino maderas y bastones y le golpearon hasta la muerte delante de su esposa.

¿Cómo puede uno no enfadarse? Intentaron llamar por teléfono a la policía que les dijo: “No podemos abrir la comisaría porque no tenemos fotocopiadora”.

Esto es lo que quiero decir cuando hablo de que la verdad tendrá que salir. Los que cometen estos actos tendrán que ser nombrados. Tendrán que enfrentarse a sus acciones y luego podremos comenzar el proceso de reconciliación quizás incluso de amnistía.

Este es el error, si se me permite añadir, que cometimos al terminar la guerra civil, la guerra de liberación. En un gesto de gran generosidad, y creo que fue genuino, Robert Mugabe dijo: “Dibujaremos aquí una línea. No volveremos al pasado y tendremos un nuevo comienzo”.

Creo que cuando dijo esto en la víspera de la independencia, era algo genuino. No fue un engaño. Conocía a muchos blancos que estaban en camino hacia Sudáfrica, para emigrar, para huir por lo que les había dicho Ian Smith que les haría Robert Mugabe.

Conozco a una familia que se paró al borde de la carretera, rezó una oración, y tras debatirlo, dio la vuelta y volvió, y siguió con sus cultivos en el país.

Aquello era muy generoso, pero todos somos seres humanos, y las cuentas sin arreglar de aquella guerra todavía siguen abiertas en las comunidades locales.

– ¿Así que no puede haber paz alguna sin justicia?

Monseñor Scholz: No puede haber reconciliación sin verdad.

La verdad tiene que salir. Tiene que conocerse.

Creo que el perdón hay que pedirlo para que se pueda dar. En una comunidad ideal, quizá uno podría decir, bien dibujamos una línea aquí y comenzamos de nuevo, pero siendo como somos, siendo quienes somos, las heridas del corazón curan de forma mucho más lenta que las heridas del cuerpo. Ahora también veo esto.

– ¿Qué llamamiento haría? ¿Cuál sería su petición para Zimbabue a los espectadores católicos que están viendo este programa?

Monseñor Scholz: Mi primera petición es que sigan rezando por Zimbabue, que recen por la paz, que recen por la valentía de los líderes que perdieron las elecciones para que se vayan. En interés del pueblo y de la nación, que otro asuma el poder.

Las elecciones fueron una votación para el cambio. No fueron una votación de un manifiesto elaborado.

La gente sólo decía: “Estamos cansados, estamos hambrientos, estamos sin trabajo, sin escuelas, sin hospitales, queremos un cambio”.

Si nuestros líderes pudieran reconocer esto y ser lo suficientemente generosos para irse a pesar del miedo a lo que puedan tener que enfrentarse, entonces las oraciones de los católicos que escuchas este programa serán escuchadas.

Sería un milagro, pero un milagro que podría ocurrir.

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Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para Dios llora en la Tierra, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

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En la red:

El vídeo de esta entrevista: www.wheregodweeps.org/a-church-punished-for-its-opposition

Para más información: www.WhereGodWeeps.org

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ZENIT Staff

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