El desafío: un nuevo «pacto» entre familia y vida

El cardenal López Trujillo desenmascara los factores de la crisis actual

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 oct (ZENIT.org).- El Congreso internacional, que prepara el Jubileo de las Familias (14 al 15 de octubre), comenzó ayer por la tarde con una constatación realista del cardenal Alfonso López Trujillo, el hombre a quien Juan Pablo II ha encomendado la coordinación de la pastoral familiar en el mundo: las familias están atravesando duro «invierno cultural».

Escuchaban las palabras inaugurales del encuentro, pronunciadas por el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, unas 4 mil personas (el total de los inscritos a este Congreso teológico-pastoral es de 6 mil), venidas de los cinco continentes en representación de Conferencias Episcopales de todo el mundo y de movimientos eclesiales y de promoción de la vida y la familia. La cumbre gira en torno a un argumento: «Los hijos, primavera de la familia y de la sociedad».

Síntomas de un frío invierno
Las heladoras ráfagas de viento de este invierno cultural son conocidas por todo aquel que lee los periódicos. El cardenal colombiano mencionó algunas de ellas: la píldora «del día después» «gravemente abortiva» y la mentalidad que se esconde detrás de su promoción; la equiparación de todo tipo de unión al matrimonio, incluyendo la adopción de niños por parte de parejas homosexuales; el abuso de niños de las maneras más humillantes (incluida la producción y distribución de material pornográfico); el uso comercial de los fetos abortados…

La lista de vendavales que ponen bajo cero el termómetro que mide el estado de la salud de la familia podría continuar. Sin embargo, el Jubileo de las Familias y este Congreso no se quieren quedar en la simple constatación. En este fin de semana, la Iglesia quiere dar aliento y empuje al compromiso de los miles y miles de familias comprometidas en testimoniar la belleza de su amor y fidelidad.

Bocanada de aire nuevo
«Las dificultades no tienen que detener nuestro empuje –constató al tomar la palabra en el Congreso el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano–. Es necesario ayudar a las familias a recuperar la primacía de los valores morales para que los transmitan a sus hijos».

En efecto, añadió el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité vaticano para el gran Jubileo, en el mismo acto inaugural del encuentro: «este congreso, al ver en los hijos la «primavera de las familias y de la sociedad», quiere ser un acto de fe y de esperanza para testimoniar que el hijo es la vida, la plenitud de las aspiraciones de las parejas y de los pueblos».

Contra la corriente
Por desgracia, constató el cardenal López Trujillo, no piensan así los que promueven una filosofía en la que «familia y vida» están separadas por una profunda brecha. Aquí, según constató, está la raíz del problema. «Los hijos dejan de ser vistos como un don de Dios y son considerados, por el contrario, como el producto de una simple decisión». Un programa más en una agenda en la que abundan otros muchos intereses.

Separación familia y vida
Esta mentalidad que separa familia y vida ha llevado a dos fenómenos típicos de la sociedad de hoy, continuó explicando el cardenal: el nacimiento de los llamados «nuevos modelos de familia» y el control artificial de la natalidad, a veces promovido incluso por organizaciones supranacionales o por potencias económicas. «Los hijos se convierten, según esta mentalidad, en un peso y en un obstáculo para la propia realización».

Esta antropología, al alejarse de la realidad más íntima de la familia y del hombre, «confunde el delito con el derecho». El caso del aborto, en este sentido, es el mejor ejemplo.

En defensa del hombre
El Jubileo de las Familias, por el contrario, quiere traer una bocanada de aire nuevo: «la Iglesia proclama con fuerza la dignidad sagrada de cada niño y los deberes y derechos de la familia». El invierno puede dejar paso a una nueva primavera: «cuando los pueblos y los gobernantes, los legisladores, deciden creen en la verdad del hombre, defenderlo, respetarlo, y las leyes inicuas y asesinas son sustituidas por leyes al servicio de la familia y de los niños, para que el bien más precioso, precisamente los niños, sea amado, defendido, respetado como un tesoro». Es decir, como el futuro de la humanidad.

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ZENIT Staff

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