CIUDAD DEL VATICANO, 9 feb 2001 (ZENIT.org).- Ante los conflictos que salpican el planeta, los cristianos tienen una contribución que sólo ellos pueden ofrecer a la paz: el perdón. Lo afirma Juan Pablo II en el mensaje que ha sido presentado en la Sala de Prensa de la Santa Sede con motivo de la Cuaresma.
El Papa asegura que los cristianos no pueden «permanecer indiferentes» ante la situación actual. Ahora bien, añade, «El único camino de la paz es el perdón. Aceptar y ofrecer el perdón hace posible una nueva cualidad de relaciones entre los hombres, interrumpe la espiral de odio y de venganza, y rompe las cadenas del mal que atenazan el corazón de los contrincantes».
Al dirigirse a los mil millones de católicos del planeta, que el próximo 28 de febrero comenzarán a vivir la Cuaresma, período de preparación espiritual para la Semana Santa que culmina en la Pascua de Resurrección, el pontífice constata que el perdón, mandamiento característico de Jesús (no se encuentra enunciado con esa claridad en otras religiones) constituye un deber.
El arma que desarma
La clave está en las escandalosas palabras de Cristo que no tienen nada de «políticamente correctas»: «Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan».
«Amar a quien nos ha ofendido desarma al adversario –explica el pontífice– y puede incluso transformar un campo de batalla en un lugar de solidaria cooperación».
Se trata, añadió, de un «arma» que no sólo hace caer las metralletas en las guerras armadas, sino que también desarma los espíritus enfrentados en los conflictos familiares o en los litigios propios de la vida cotidiana.
Una nueva forma de relación
«El cristiano debe hacer la paz aún cuando se sienta víctima de aquel que le ha ofendido y golpeado injustamente», recuerda el Papa citando algunas de las páginas evangélicas más sorprendentes.
«La Iglesia, anunciando el perdón y el amor a los enemigos, es consciente de introducir en el patrimonio espiritual de la entera humanidad una nueva forma de relacionarse con los demás, una forma ciertamente fatigosa, pero rica en esperanza».
Perdonar y pedir perdón
Ahora bien, la paz no sólo requiere perdonar, sino también pedir perdón. Se explican así los gestos históricos de este pontífice que por primera vez en la historia ha pedido perdón por los errores y pecados cometidos por los hijos de la Iglesia a través de la historia.
«Somos conscientes que, por desgracia, las culpas de los cristianos han ofuscado el rostro inmaculado –reconoce el sucesor de Pedro en su mensaje cuaresmal–, pero confiando en el amor misericordioso de Dios que no tiene en cuenta el mal al ver el arrepentimiento, sabemos también que podemos continuamente retomar el camino llenos de esperanza».
Juan Pablo II no quiere terminar su mensaje sin ofrecer un consejo concreto: «En los días sagrados de la Cuaresma la «colecta» asume un valor significativo, porque no se trata de dar lo que nos es superfluo para tranquilizar la propia conciencia, sino de hacerse cargo con solidaria solicitud de la miseria presente en el mundo».
«Y la ofrenda de Cuaresma resulta todavía más rica de valor –concluye–, si quien la cumple se ha librado del resentimiento y de la indiferencia, obstáculos que alejan de la comunión con Dios y con los hermanos».