DAMASCO, 4 mayo 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II continuará este sábado su peregrinación tras las huellas de San Pablo por Damasco, capital de Siria, país en el que el 90% de la población islámica espera al pontífice con entusiasmo.
El Papa llega en un momento particular para el país. El sistema de Partido único –la vida política está dominada por el Partido Baath, de carácter laico-socialista–, comienza a abrirse. El joven presidente, Bashar el-Assad, hijo de Hafez el-Assad, fallecido el año pasado, está tratando de modernizar el país, y se ha acercado mucho a la Unión Europea.
Pero la crisis económica es evidente: el desempleo supera el 30 por ciento. Sin trabajo se quedan sobre todo los jóvenes, que se ven obligados a emigrar, en especial los cristianos, con menos oportunidades. Constituye ésta una de las grandes preocupaciones de las Iglesias cristianas, que reúnen a casi el 10 por ciento de la población.
El otro desafío del país es el proceso de paz en Oriente Medio que hoy está totalmente bloqueado. Siria reclama la restitución de las estratégicas alturas del Golán, ocupadas por Israel, pero no responde a quienes piden que Damasco retire del Líbano a sus 35 mil soldados.
El Papa hablará de paz y de justicia en Quneitra, ciudad siria destruida durante la guerra con Israel.
Pero el viaje del pontífice pretende sobre todo volver a las raíces de la Iglesia. Precisamente, en el camino de Damasco, Saulo de Tarso, gran perseguidor de los cristianos, se convirtió en el mayor apóstol del cristianismo de todos los tiempos.
El nuncio apostólico en Siria, el arzobispo Diego Causero, ha revelado ante los micrófonos de Radio Vaticano que la visita tendrá, además, una dimensión inesperada para quienes no conocen el país.
«Aquí las Iglesias tienen una especie de unidad de espíritu, a pesar de que evidentemente las Iglesias católica y ortodoxa experimentan la división –añade el «embajador» del Papa en Damasco–. Ahora bien, esta unidad de espíritu se puede constatar en todo lo que hacen. Aquí el viaje del Santo padre ha sido preparado por un comité en el que estaban juntos obispos católicos y ortodoxos y la primera visita que hará el Papa será a la catedral greco-ortodoxa».
Como anunció el Papa en la audiencia general del miércoles pasado, su visita a este país islámico pretende, por último, promover las delicadas y decisivas relaciones con el mundo musulmán. En este sentido cumplirá un gesto sin precedentes: por primera vez un Papa de Roma visitará una mezquita.
«El Papa ha insistido muchas veces en el papel común de las grandes religiones al servicio de la humanidad, sobre todo en el camino de la paz y de la justicia», explica monseñor Causero.