BRUSELAS, 22 mayo 2001 (ZENIT.org).- La conferencia organizada por Naciones Unidas en Bruselas entre el 14 al 20 de mayo para tratar de encontrar estrategias comunes en la lucha contra la pobreza en los 49 países más pobres del mundo se clausuró este domingo con algunas novedades y muchos interrogantes.
El representante de la Santa Sede en el encuentro reconoce que finalmente se ha comprendido el fracaso de las políticas unilaterales con las que los países ricos ofrecían sus ayudas sin tener en cuenta muchas veces las necesidades y exigencias de los países pobres. El resultado de aquellas políticas es evidente hoy: en los últimos veinte años los países menos desarrollados han pasado de 25 a 49.
Por su parte, las organizaciones no gubernamentales (ONG) presentes en el encuentro presentaron este lunes un documento muy crítico frente a las conclusiones del encuentro en el que constatan: «El resultado de esta tercera conferencia sobre los países menos desarrollados ha sido decepcionante en términos de compromisos concretos».
La Conferencia revistió una gran importancia institucional. De hecho participaron el secretario general de la ONU, Kofi Annan, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi y numerosos jefes de Estado y de Gobierno, sobre todo africanos.
Al concluir la cumbre, el arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente de la Santa Sede en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra, ha explicado a la agencia vaticana Fides que «en el pasado, la solución del drama del subdesarrollo se concebía unilateralmente: con ayudas de los países más ricos a los países del Tercer Mundo. En Bruselas se ha constatado la voluntad común de afrontar el escándalo de la exclusión de naciones y personas del circuito del desarrollo. Países ricos, instituciones internacionales, países pobres: todos han dado su consentimiento».
Reconoce que el documento final, de diez puntos, tiene políticas nuevas e interesantes, pero constata que en el fondo este tipo de Conferencias no disponen de instrumentos operativos ni de recursos. «Las decisiones se toman a nivel nacional, o de grupos como el G8», añade, de manera que todo podría quedar en simples palabras.
La Conferencia se ha propuesto ofrecer acceso a los mercados para los países más pobres, pero para eso, advierte Martin, «se necesitan infraestructuras: carreteras, puertos sistemas de aduanas. En este sector es importante el factor de las ayudas».
Entre los gestos positivos de la Conferencia de Bruselas –revela monseñor Martin–, «la Unión Europea ha anunciado el programa «Everything except arms» (Todo menos armas), que incluye la cancelación la venta de armas de Europa a los países pobres».
Por lo que se refiere a la participación de los delegados de Estados Unidos en la Conferencia, monseñor Martin explica que «no han tomado posiciones netas, han sido siempre conciliadores, debido a que es todavía demasiado reciente el cambio de la administración en la Casa Blanca».
El Foro de las ONG´s, por su parte, se ha declarado «extremamente desilusionado» por la ausencia de pasos hacia adelante en materia de endeudamiento de los países más pobres, eludiendo una vez más la cuestión de la anulación de sus deudas «que han sido contraídas sin que las poblaciones, verdaderas víctimas de la operación, fueran mínimamente consultadas».
Las ONG´s han lanzado un llamamiento a todos los gobiernos para que «se garantice la consulta de la sociedad civil antes de la firma de un nuevo préstamo».
La petición de las ONG sigue definiendo «deplorable» el hecho de que no se haya dado concreción a la intención anunciada de elevar al 0,7% el índice del Producto Interior Bruto (PIB) de los países ricos para dedicarlo a la cooperación al desarrollo de los países pobres.
Por el contrario, de la conferencia sólo ha salido una vaga invitación a «reforzar el compromiso de alcanzar» un modestísimo nivel del 0,15% del PIB.