PARÍS, 3 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Ante la crisis de vocaciones, históricos monasterios de Francia, que parecían llamados a la desaparición, acogerán ahora a jóvenes monjes o consagrados de nuevas comunidades y movimientos, surgidos tras el Concilio Vaticano II.
Mont-Saint-Michel
El caso más sorprendente es el de Mont-Saint-Michel (Monte San Miguel), una de las joyas más sorprendentes de la arquitectura mundial, en plena frontera entre Bretaña y Normandía, bañada por las aguas del Canal de la Mancha que cuando suben con la marea llegan a abrazar prácticamente la totalidad de la abadía y de sus construcciones anexas.
Los Benedictinos, que habían llegado por primera vez en el año 966 no sólo construyeron una de las abadías más bellas del mundo, sino que hicieron del Mont-Saint-Michel, lugar de apariciones del arcángel san Miguel, según la tradición, uno de los grandes lugares de peregrinación del mundo, junto a Roma, Jerusalén, y Santiago de Compostela.
Ahora bien, en este puñado de tierra y roca que acoge tres millones de turistas y peregrinos todos los años, vivía una pequeña comunidad de tres monjes benedictinos de edad avanzada.
Desde el inicio de este verano, sin embargo, los benedictinos han pasado el relevo a la Fraternidad Monástica de Jerusalén, una familia religiosa de monjes y monjas surgida en París, en 1975, por inspiración del padre Pierre-Marie Delfieux.
Por un acuerdo entre la diócesis de Coutances y Avranches y el Centro de Monumentos Nacionales, al que pasó a pertenecer la abadía tras la Revolución Francesa, Mont-Saint-Michel podrá acoger a cinco hermanos y cuatro hermanas de la Fraternidad de Jerusalén.
A sus 34 años, sor Judith Katta, es la superiora de la comunidad de hermanas. Se trata de una de esas vocaciones típicas de la comunidad: tras haber estudiado arte en la prestigiosa Escuela de Louvre (París), trabajó durante años como responsable de la oficina de prensa de una gran casa francesa de prêt-à-porter. Al conocer la Fraternidad dejó una prometedora carrera para consagrarse a Dios hace seis años.
La prioridad para sor Judith, al igual que para sus hermanos y hermanas en religión, consiste en vivir su vocación de oración en el fragor de la sociedad actual: «Algunos de los visitantes que aquí vienen están desesperados, heridos, y buscan algo sin saber qué», explica. La liturgia, la oración, la acogida sonriente de estos hombres y mujeres constituye un inicio de respuesta.
El 2 de septiembre pasado se inauguró la octava fundación de las Fraternidades Monásticas de Jerusalén, en Bélgica, en el corazón de un barrio popular de Bruselas. Hoy están conformadas por 150 monjes y monjas esparcidos en monasterios por Francia e Italia, con una edad media de 32 años.
Dombes
Otro caso sorprendente ha sido el de la abadía de Dombes, uno de los lugares más simbólicos del movimiento ecuménico mundial. El 1 de septiembre los monjes trapenses dejaron el conjunto arquitectónico que surge en la diócesis francesa de Belley, donde residían desde hace más de 140 años.
Es la consecuencia de la crisis de vocaciones: en 1949, en Dombes, vivían 65 monjes; ahora quedaban 9, en edades comprendidas entre los 69 y los 82 años.
Se hacía por tanto imposible seguir manteniendo una abadía con 200 hectáreas de tierra cultivable, y 300 vacas de leche.
«Ninguno de los demás monasterios de la Orden era capaz de ayudarnos –explica el abad, el padre Bernard Christol–. De este modo, me vino la idea de llamar a las nuevas comunidades».
Recibió la disponibilidad de Chemin-Neuf, movimiento católico fundado en Lyón, en 1973, por el padre Laurent Fabre. Un nuevo carisma en el que laicos y religiosos viven juntos para servir a la Iglesia y al mundo. Con la comunidad de Dombes comparte, además, una particular vocación ecuménica.
Precisamente el diálogo entre las Iglesias cristianas había hecho famoso este lugar de Francia. En torno a la abadía trapense, a partir de 1937, se había creado el «Grupo de Dombes», un punto de encuentro entre 20 teólogos católicos y 20 teólogos protestantes, que han dado origen a documentos como el más famoso, «María en el designio de Dios y la comunión los santos» (1998).
En las próximas semanas, la comunidad de Chemin-Neuf de Dombes estará compuesta por unas treinta personas.
«Queremos convertirnos en un espacio de oración y de renovación –ha declarado el fundador, el padre Fabre -. Queremos que Dombes sea un polo de estudio y de formación, en contacto con la Facultad católica de Lyón, con el espíritu ecuménico que ha caracterizado tan intensamente este lugar».
La Comunidad de Chemin-Neuf cuenta hoy con 700 miembros en quince países. En torno a la Comunidad a surgido el movimiento apostólico «Comunión Chemin Neuf», que está formado por más de 6 mil personas en el mundo.