Juan Pablo II: La violencia no se resuelve con la violencia

El pontífice es acogido en Astana por el presidente Nazarbayev

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ASTANA, 22 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió renunciar a la violencia y optar por la colaboración entre creyentes de diferentes religiones, al aterrizar este sábado en la recién estrenada capital de Kazajstán.

El viaje internacional número 95 de este pontificado a la estepa euroasiática, que concluirá en Armenia, ha asumido una importancia inesperada tras los atentados contra Estados Unidos del pasado 11 de septiembre.

Kazajstán, país de mayoría islámica, se encuentra separado de Afgánistán tan sólo por Uzbekistán, y en los últimos años se ha convertido en objetivo de la expansión del movimiento fundamentalista apoyado por Osama Bin Laden, principal sospechoso, según la administración Bush, de los ataques terroristas.

Al dirigirse hablando en ruso a los casi 16 millones de habitantes del país, con más de cien etnias diferentes, el pontífice afirmó: «las cuestiones controvertidas no deben ser resueltas con el recurso a las armas, sino con los medios pacíficos de la negociación y del diálogo».

Entre las personas que acogieron al Papa, se encontraba el gran mufti de Kazajstán, Absattat Derbassalie, con el típico turbante blanco en la cabeza. En Kazajstán, unos ocho millones de ciudadanos se mantiene fieles al Islam, de origen sufi, sumamente tolerante. Los cristianos ortodoxos, fieles al patriarcado de Moscú, son unos seis millones. El número de los católicos oscila entre los 200.000 y los 400.000, en su mayoría son descendientes de los deportados por Josip Stalin,

«Cuando en una comunidad civil los ciudadanos saben aceptarse con sus respectivas convicciones religiosas –señaló el Papa en su primer discurso–, es más fácil afianzar entre ellos el reconocimiento efectivo de los demás derechos humanos y un entendimiento basado en los valores de fondo de una convivencia pacífica y constructiva».

En este contexto, Juan Pablo II aplaudió dos de las primeras decisiones que adoptó la República de Kazajstán al alcanzar la independencia en 1991: la proclamación de la libertad religiosa y la renuncia unilateral al armamento nuclear.

En su discurso de bienvenida, el presidente Nursultan A. Nazarbayev, hombre cercano a Vladimir Putin, agradeció también en ruso el que el Papa no hubiera renunciado a su deseo de venir a Kazajstán, a pesar de la situación de incertidumbre que se ha creado tras los atentados terroristas de Estados Unidos.

«Musulmanes y cristianos deben crear una sociedad basada en el amor», dijo el ex líder del Partido Comunista Soviético en Kazajstán. Según Nazarbayev, entre las armas para la lucha contra el terrorismo está también el diálogo entre los creyentes de las diferentes religiones.

Tras descender la escalera del Airbus A321 de la compañía Alitalia en el que llegó desde Roma, saludó al presidente y después besó la tierra que le ofrecían en un cuenco dos niñas vestidas con vestidos típicos de la fría estepa kazaja.

Al concluir la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, Juan Pablo II rindió un homenaje, en silencio, al «Monumento a las víctimas del régimen totalitario» de Astana. Envuelto en una capa roja, el Papa se apoyó con las dos manos en el bastón, mientras rezaba por las víctimas de los 11 campos de concentración de Kazajstán, en los que Stalin deportó a centenares de miles de «enemigos» de la patria y del socialismo.

El pontífice reside en Astana en la nunciatura apostólica. Kazajstán fue una de las primeras Repúblicas ex Soviéticas de Asia que entabló relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

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ZENIT Staff

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