La lección del genocidio armenio no es la «venganza» sino la «memoria»

Habla el padre Findikyan, decano del Seminario Armenio de Nueva York

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ROMA, 26 septiembre 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- El primer genocidio del siglo XX tuvo por víctima el pueblo armenio. Una masacre olvidada por buena parte del mundo, que el padre Daniel Findikyan, decano del Seminario Armenio de Nueva York, pide recordar para no repetir.

Para el padre Findikyan el genocidio de su pueblo, en 1915 a manos de los turcos, ha dejado de ser, en la memoria colectiva, una tragedia para convertirse en el «martirio de un pueblo». Aclara: «El pueblo de la Cruz».

Findikyan, de 39 años, profesor de liturgia, nació y se educó en Estados Unidos, ya no sabe hablar el idioma de sus padres, pero no olvida.

Al intervenir en Italia, en un congreso sobre la historia religiosa de Armenia poco antes del viaje del Papa, explicó el misterio de la fidelidad de la Iglesia Armenia al Evangelio en medio de 1.700 años de ocupaciones, de resistencia, de masacres y emigraciones forzadas.

Ser armenio, según el sacerdote, es «pertenecer a una historia, a una cultura, a una fe: los escritos de los padres armenios, nuestra liturgia, la espiritualidad, la teología, la memoria de las persecuciones… En nuestra historia, en nuestros sufrimientos, vemos el amor de Dios encarnado en nuestro pueblo. Vivimos, como pueblo, el misterio de la cruz, del dolor, de la resurrección, de un Dios que no nos abandona».

Ni siquiera en el holocausto el pueblo armenio vio una derrota: «Creemos que, tras la muerte, existe la resurrección –explica el padre Daniel Findikyan–. El mártir es una víctima pero no un vencido: es un héroe. Del pueblo y de la Iglesia».

«En nuestros dolores, descubrimos que sólo en Cristo está la vida y que Dios no nos deja nunca y sufre con nosotros –sigue diciendo–. En este misterio, intelectualmente difícil de comprender, pero que la reflexión teológica profundiza cada vez más, la historia se transfigura y nos llama a conmemorar».

De este modo, concluye el sacerdote, el fiel armenio no se ve movido a «pedir venganza» sino a «orar para que lo que ha pasado no suceda nunca más, ni a nuestro pueblo ni a los demás pueblos. Cuando olvidamos, la historia se repite».

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ZENIT Staff

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