EREVAN, 27 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II se despidió de Armenia este jueves asegurando que sin paz no puede haber prosperidad.
Durante su peregrinación internacional número 95 por tierras de Kazajstán y de Armenia –seis días caracterizados por la tensión mundial tras los atentados contra Estados Unidos–, el Papa ha elevado en varias ocasiones su voz para que los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre no degeneren en una guerra indiscriminada.
En la ceremonia de despedida, en el aeropuerto internacional de Erevan, el pontífice hizo un llamamiento a los líderes de Armenia y de los pueblos de la región, algunos implicados en conflictos armados tras el hundimiento de la Unión Soviética, a «tener sabiduría y esperanza para proceder con valor por el sendero de la paz»
«Sin paz –afirmó– no puede haber desarrollo genuino y prosperidad».
Escuchaban las palabras del pontífice el presidente de la República de Armenia, Robert Kotcharian, y el patriarca apostólico armenio, Karekin II, Iglesia separada de Roma desde hace mil quinientos años.
Antes de subir las escalerillas del avión, los dos líderes religiosos se dieron un espontáneo abrazo: fue el último gesto de esta visita papal que se ha convertido en una etapa importante hacia la unidad plena entre católicos y cristianos apostólicos armenios.
«Es verdad –reconoció en su discurso el obispo de Roma dirigiéndose a los ocho millones de armenios esparcidos por todo el mundo–, estos son años difíciles y vuestro corazón en ocasiones está cansado y turbado».
Se refería a la crisis económica y social que tiene que afrontar esta República que alcanzó la independencia de la Unión Soviética hace diez años.
«Muchos de vuestros jóvenes han dejado la tierra en que nacieron; no hay suficiente trabajo y la pobreza persiste –añadió–, es difícil seguir trabajando por el bien común. Pero, queridos amigos armenios, ¡permaneced firmes en la esperanza!».
«Recordad que habéis puesto vuestra confianza en Cristo y le habéis dicho sí para siempre», dijo en referencia al motivo que le llevó a visitar estas tierras, la celebración de los mil quinientos años de la proclamación del cristianismo como religión oficial armenia.
«Ha llegado la hora de que vuestra nación una sus recursos y energías espirituales en un gran esfuerzo concertado para promover el desarrollo y su prosperidad basándose en las verdades fundamentales de su herencia cristiana –concluyó–: la dignidad de todo ser humano, el carácter central de la persona en toda relación y situación, el imperativo moral de igual justicia para todos y de solidaridad con los débiles y menos afortunados».
Los periódicos de Armenia de este 27 de septiembre pidieron al Papa que no se fuera: «Si te vas –escriben–, comienza la guerra».