CIUDAD DEL VATICANO, 9 octubre 2001 (ZENIT.org).- La relación entre los obispos y el Papa y entre los obispos entre sí se ha vuelto a convertir en el centro del debate que tiene lugar en el Sínodo de los Obispos.
Por motivos casuales, este lunes intervinieron sobre el argumento los cardenales Godfried Danneels y Dario Castrillón Hoyos, proponiendo soluciones divergentes.
¿Reforma del Sínodo?
El cardenal Danneels, arzobispo de Bruselas, y presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, afirmó: «La herramienta más importante de esta colegialidad es el Sínodo de los obispos. Claro, su funcionamiento tiene que ser mejorado: todo puede ser perfeccionado».
El arzobispo de Bruselas explicó después: «Toda reforma posible tiene que dejar a todos los obispos la posibilidad de hablar libremente y al reparo de presiones externas, de desarrollar todos los temas para ellos importantes por el bien de la Iglesia».
«Aunque los sínodos ordinarios siguen siendo instrumentos inestimables para la colegialidad afectiva –reconoció–, sin duda sería beneficioso para la colegialidad efectiva una convocación más frecuente, con un número de participantes más reducido, de sínodos más centrados y dedicados a uno o más temas específicos. De todas formas esta clase especial de sínodos está ya prevista».
Por lo que se refiere a la relación entre Roma y las conferencias episcopales, Danneels pidió la «práctica la subsidiariedad», aunque reconoció que este principio debe ser aclarado, mientras que por lo que se refiere a los textos del Papa y de la Santa Sede, propuso una mejor estrategia comunicativa dentro de la Iglesia.
«Teniendo en cuenta las tergiversaciones casi inevitables cometidas, queriendo o sin querer, por los grandes medios de comunicación –explicó–, los organismos romanos podrían comunicar sus textos con antelación, sobre todo a las conferencias episcopales que viven en territorios volcánicos, donde la erupciones mediáticas son frecuentes y donde, de vez en cuando, las alergias anti-autoritarias asumen un carácter epidémico».
Colegialidad no es democracia
El cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación vaticana para el Clero, presentó la colegialidad desde el punto de vista originario de la tradición eclesial.
El encargado de los más de 400 mil sacerdotes del mundo subrayó cómo el «hombre de la modernidad, todavía no terminada, funda su libertad sobre la autonomía absoluta de su razón, vive el supuesto del «homo autonomus» que sólo acepta la alteridad sobre la base del consenso, y las reglas sociales sobre el juego democrático».
«No falta quien transforma este esquema cultural bajo las palabras «comunión-colegialidad», teológicamente debilitadas», denunció.
Ahora bien, según el purpurado colombiano «La figura del obispo, portador de un mensaje y de un poder trascendente, sólo se puede entender plenamente a la luz del Cristo Resucitado».
«El obispo es el «líder sacramental» de la Iglesia local que unido a Pedro la lleva sobre las huellas de Jesús», siguió diciendo. «Es el padre de familia (L.G. 27) que cuida totalmente la casa, la defiende, la nutre, la purifica».
Pero, «el obispo dominado por el miedo no será ni el hombre del evangelio, ni el hombre de la esperanza. Atemorizado frente a la opinión pública no preserva la fe con la corrección oportuna».
En definitiva, añadió, «El obispo como maestro enseña, como gobernante corrige; como sacerdote celebra el culto divino, como gobernante se para frente a los abusos; como maestro predica la moral, como gobernante descubre y corrige las fallas y preserva las costumbres».
El prefecto del Clero concluyó con una propuesta: «Quizás podemos presentar al Santo Padre, entre las propuestas respetuosas, una que permita solicitar, en la elección de los candidatos al episcopado, aquellas dotes que aseguren a la Iglesia, confrontada con el secularismo, la apostasía práctica y la relajación de costumbres, obispos que la guían con coraje, siguiendo la genética espiritual de Ignacio, de Ireneo, de Atanasio, de Eusebio de Vercelli, de Borromeo de Faulhaber y aquellos que, más allá de la cortina de hierro, defendieron y mantuvieron la fe».