CIUDAD DEL VATICANO, 26 octubre 2001 (ZENIT.org).- ¿Cómo debe ser el obispo del tercer milenio? En su mensaje final, el Sínodo ofrece cinco rasgos decisivos: ante todo, deber santo; pobre con los pobres; tiene que vivir en comunión con el resto de la Iglesia; ser vigía y profeta de la verdad; artífice de la unidad; en definitiva, misionero.
Este es perfil trazado por la asamblea de 280 obispos participantes en la asamblea que concluye este sábado. Quedó plasmado en el texto conclusivo que fue presentado este viernes en la Sala de Prensa de la Santa Sede, después de haber sido aprobado por votación.
Santidad
Ante todo, comienza diciendo el mensaje, el mundo exige del obispo «santidad» de vida. «Para los obispos ésta se realiza en el ejercicio de su ministerio apostólico, con «la humildad y la fuerza» del Buen Pastor –subraya el Sínodo–. Una forma muy actual de la santidad, que necesita el mundo, es esta apertura a todos que es característica distintiva del obispo, en la paciencia y en la audacia de «dar razón de la esperanza»».
Pobreza
En segundo lugar, el documento invita al obispo a abrazar la pobreza: «Así como existe una pobreza que aliena, y que es necesario luchar para liberar de ella a los que la padecen, también puede haber una pobreza que libera y potencia las energías para el amor y para el servicio, y es esta pobreza evangélica la que intentamos practicar».
«El obispo es el padre y el hermano de los pobres –añaden los prelados–. No debe dudar, cuando es necesario, en hacerse portavoz de los que no tienen voz, para que sus derechos sean reconocidos y respetados».
Comunión y colegialidad
A continuación, el Sínodo pide a los obispos del tercer milenio que vivan su ministerio en «comunión y colegialidad» con los demás «obispos, unidos estrechamente entre ellos y con el Papa, sucesor de Pedro».
Vigía y profeta
La cuarta pincelada del obispo que ha trazado la asamblea en su mensaje final es su misión de «vigía y profeta» para «alertar a su pueblo acerca de las distorsiones que amenazan la pureza de la esperanza cristiana».
El obispo del nuevo milenio, añaden, debe «oponerse a todo eslogan o actitud que, pretendiendo reducir a nada la Cruz de Cristo, vela a la vez el verdadero rostro del hombre y su vocación sublime de criatura, llamada a compartir la vida divina».
Unidad
«Artífice de la unidad, es la quinta característica que presenta el mensaje. El Sínodo concibe al obispo como aquel que debe alentar, discernir y prestar atención a la vida de sus sacerdotes, religiosos, parroquias, movimientos, pequeñas comunidades, servicios de formación o de caridad…, que forman el tejido de la vida cristiana.
Misionero
En definitiva, el Sínodo pide a los obispos que se conviertan en misioneros, que «no es otra cosa que anunciar a todos el designio salvífico de Dios, celebrar su misericordia comunicándola por los sacramentos de la vida nueva y enseñar su ley de amor atestiguando su presencia «todos los días hasta el fin del mundo»».