CARACAS, 30 enero 2002 (ZENIT.org).- En la Santa Sede hay «dolor» por los continuos ataques del presidente venezolano Hugo Chávez contra la Iglesia católica, revela el embajador de Caracas ante el Vaticano, Ignacio Quintana.

En declaraciones al diario caraqueño «El Universal», el representante venezolano afirma: «En la Santa Sede hay dolor. Así me lo han expresado las más altas autoridades de la Secretaría de Estado».

El último gesto de los ataques contra la Iglesia tuvo lugar este martes, cuando el centro de Caracas amaneció empapelado con carteles en los que se reclama una Iglesia «al servicio de los pobres» y se califica a la jerarquía católica de «fariseos e hipócritas» utilizando una cita del Evangelio. Se trata de las mismas acusaciones que en días pasados ha hecho públicas el mandatario venezolano.

El domingo pasado, Chávez había pronunciado durísimas acusaciones contra los obispos venezolanos por no formar parte de su «revolución». Atacó también en público el jueves al nuncio apostólico, el arzobispo André Dupuy, quien le había pedido prudencia en sus declaraciones públicas.

«Hay que ser cuidadoso con las palabras», reconoce el embajador venezolano, que se declara «amigo leal» del presidente Chávez, pero aclara: «la lealtad implica sinceridad».

«Venezuela en vez de avanzar retrocede --añade el embajador--. La función de un jefe de Estado debe ser armonizar, generar equilibrio, confianza, riqueza. La función de un jefe de Estado no puede ser el permanente conflicto. Tienen que imponerse la paz y el diálogo con los empresarios, los medios de comunicación, la Iglesia, la sociedad civil».

Tras los ataques los obispos venezolanos rechazaron el lunes reunirse con el presidente del país sudamericano, Hugo Chávez.

El gobernante, que dice ser católico practicante, calificó de «tumor» a la Iglesia y dijo que los obispos «no andan por el camino de Dios» por no sumarse a su política.

«Los recientes actos, juicios y expresiones denigrantes del señor presidente y de algunos miembros del gobierno resultan totalmente inadmisibles», declaró la Conferencia Episcopal (CEV) en un comunicado leído por su presidente, el arzobispo de la ciudad andina de Mérida, Baltazar Porras.

«Por lo tanto, en conciencia, delante de Dios y de nuestro pueblo, al cual servimos, consideramos que no están dadas actualmente las condiciones para que el diálogo objeto de dicho encuentro redunde en el bien común del pueblo venezolano, y en consecuencia, declinamos la invitación presidencial», añadió.

Chávez acusó el domingo al arzobispo de Caracas, el Cardenal Ignacio Velasco, y a otros obispos, de ser miembros de la cada vez más unida oposición política, a la que culpa de los males que padece el país, de 24 millones de habitantes.

Porras, quien en el pasado ha criticado la «intolerancia» y agresividad verbal de Chávez, un militar retirado de ideas nacionalistas, advirtió que la suspensión del encuentro no obedeció a una «retaliación» (represalia).

El prelado dijo que no están cerrados al diálogo, pero afirmó que «no se puede dialogar sobre un ring. No se puede dialogar en condiciones como las que están planteadas».

En sus tres años de gestión. el gobernante venezolano ha chocado con empresarios, sindicatos, la Iglesia católica, partidos políticos y medios de comunicación.

Analistas políticos citados por la agencia Reuters consideran que Chávez tiene que demostrar su voluntad de rectificación y comprensión, así como de tolerancia hacia la Iglesia católica y el empresariado --dos de sus más duros críticos-- para que se pueda reactivar el diálogo.