Juan Pablo II: La paz no es el resultado del conflicto o la violencia

Intervención del pontífice al recibir al nuevo embajador de Filipinas

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 febrero 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II dejó claro este viernes que la paz no puede ser el resultado de la violencia y el conflicto, al recibir al nuevo embajador de Filipinas, ante la Santa Sede.

«Los pilares de la paz en su país, al igual que en cualquier otro país son la justicia y el perdón», aseguró el pontífice al recibir las cartas credenciales de Francisco Acevedo Alba.

La justicia, explicó, «asegura el pleno respeto de los derechos y de las responsabilidades y una equitativa distribución de los beneficios y las cargas»; el perdón, por otra parte, «cura y reconstruye desde sus cimientos las relaciones humanas heridas».

En medio de la situación internacional desencadenada por los atentados del 11 de septiembre, el pontífice aclaró: «Ciertamente no creemos que la justicia y el perdón sean el resultado de la violencia y del conflicto; hay virtudes morales que implican nuestra responsabilidad personal y colectiva para escoger lo que conduce al bien común y evitar todo lo que niega y distorsiona la verdad de nuestro ser».

En su intervención ante el embajador Acevedo Alba, famoso empresario filipino de 67 años, el Santo Padre reconoció que Filipinas también quedó profundamente tocada por las consecuencias de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

En los últimos años, el terrorismo islámico ha sacudido el archipiélago. En el sur actúa el grupo «Abu Sayyaf», que ha emprendido ataques contra el gobierno de Manila con secuestros, chantajes, asesinatos. Según observadores locales, este grupo estaría apoyado y financiado por la red del millonario saudí Osama Bin Laden, sospechoso principal de los atentados del 11 de septiembre.

Se hace todavía intensa todavía hoy en Filipinas la influencia del Frente Moro Islámico de Liberación (MILF), organización que lucha por la creación de un Estado islámico en el Sur de Filipinas y que, según la agencia Fides, tiene vinculaciones con el terrorismo internacional.

De los 82 millones de habitantes de Filipinas, el 83% son católicos, el 9% protestantes, alrededor de un 5% musulmanes, y el resto budistas o de otras creencias.

El camino que propuso el pontífice ante esta situación fue el del diálogo. «Una solución negociada a las dificultades que perduran desde hace tiempo no se ha logrado y el nivel del conflicto ha aumentado», constató ante el representante del gobierno de la presidenta Gloria Macapagal-Arroyo.

Recordando la Jornada de oración de líderes religiosos por la paz (Asís, 24 de enero), el pontífice insistió en que «la violencia en todas sus formas es totalmente incompatible con el sentimiento auténtico religioso y con la dignidad humana».

Juan Pablo II no olvidó, por último, prevenir al país con el mayor número de católicos en Asia (y cuarto del mundo) del espejismo de ciertas políticas que tienen como único objetivo «el progreso económico, que es medido con demasiada frecuencia en términos de incremento del consumismo, como si fuera lo único que puede satisfacer las aspiraciones de la gente».

«No es malo el deseo de vivir mejor –explicó el Santo Padre–, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo».

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ZENIT Staff

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