La cultura pública occidental moderna se aleja consciente y decididamente de la fe cristiana y camina hacia un humanismo inmanentista. Insertos como estamos en Europa, la cultura moderna presenta ante todo un rostro radicalmente arreligioso, en ocasiones anticristiano y con manifestaciones públicas en contra de la Iglesia. Los medios de comunicación transmiten y, en alguna manera, generan esta cultura. La misma legislación de los países la favorece. Por ejemplo, la legislación pretendidamente humanista, pero sin relación al derecho natural, sobre la vida humana naciente, la eutanasia, la familia, las migraciones; o la marginación de la religión, reducida todo lo más a la esfera de lo privado, y ni siquiera mencionada en la «Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea». También en España las leyes, a menudo, se convierten en un factor que genera secularismo y alejamiento de la tradición cristiana.
Esta cultura inmanentista influye directamente en aspectos tan graves como el cuestionamiento de Jesucristo en cuanto único Salvador, la crisis de fe, el debilitamiento de su transmisión, la escasez de vocaciones, o el cansancio de los evangelizadores. Un cristianismo calificado de tolerante o actualizado no es comprendido ni aceptado en cuanto cristianismo, sino sólo en cuanto abierto a los principios de la mencionada cultura pública, es decir, a su disolución como fe religiosa y a su integración en la cosmovisión inmanentista dominante. Se da una situación de nuevo paganismo: el Dios vivo es apartado de la vida diaria, mientras los más diversos ídolos se adueñan de ella. Como Iglesia, estamos llamados a aportar alma al mundo, como los primeros cristianos. La fe en Dios y la luz del Evangelio iluminan a la Iglesia y le otorgan capacidad de discernimiento, de anuncio salvífico y denuncia del pecado. Hemos de ofrecer el sentido de la vida y las razones de nuestra esperanza.
El problema de fondo es la secularización interna. La cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy no se encuentra tanto en la sociedad o en la cultura ambiente como en su propio interior; es un problema de casa y no sólo de fuera, influida por la cultura en que nos toca vivir. Pretendemos que no sea la cultura ambiente, sino la propia identidad de ser Iglesia de Jesucristo, la que nos marque.
Entre los efectos de esta situación de secularización interna, destacamos: la débil transmisión de la fe a las generaciones jóvenes; la disminución de vocaciones para el sacerdocio y para los institutos de vida consagrada; el cansancio, e incluso desorientación, que afecta a un buen número de sacerdotes, religiosos y laicos; la pobreza de vida litúrgica y sacramental de no pocas comunidades cristianas. Ante esto, la Iglesia, que confía en Jesús, no se arredra. Descubre que cuenta con las claves justas para una pastoral renovada esperanzada y con respuestas evangelizadoras para los retos actuales.
Santidad y familia
Entre las prioridades pastorales, está el volver al encuentro con el misterio de Cristo el Misterio ya no distante, sino asequible y cercano, que se hace contemporáneo a nosotros hoy en la Iglesia. Estamos invitados a vivir la misma experiencia de los primeros discípulos: Venid y veréis. Sólo ese encuentro fundante y transformador es el que hace necesario y eficaz el anuncio. El encuentro con Jesucristo por la fe no es sólo un conocimiento intelectual, ni la mera asimilación de una doctrina o un sistema de valores. Lo que impacta y transforma a la persona es el vivir con, como y en Él. La santidad ha de ser la perspectiva de nuestro camino pastoral y el fundamento de toda programación.
Vemos necesario presentar, en la catequesis y demás medios de formación, una buena Teología de la Iglesia, que lleve a vivir el sentido de pertenencia. En diversas ocasiones hemos insistido en la importancia de la Eucaristía, así como del sacramento de la Reconciliación, sobre el que hemos de plantear una pastoral renovada.
Dos aspectos, junto con el testimonio de vida –de la justicia y de la caridad–, son esenciales para la evangelización: la transmisión de la fe y la formación de los cristianos. El anuncio público del Dios vivo y su amor revelado en Jesucristo llevará a identificar con claridad a los ídolos, para que el hombre abandone los ídolos que le esclavizan, sometiéndole a fuerzas inferiores a él, y de las que no se puede liberar si no es por la ayuda de Alguien que es superior a él y a ellos. La apertura a la esperanza en la vida eterna, con lo que implica de responsabilidad en la configuración de esta vida temporal.
En la tarea de la transmisión de la fe juega un papel esencial la familia cristiana. En orden a proporcionar una buena iniciación cristiana a niños, jóvenes y adultos, nos parece que hemos de instaurar y desarrollar el catecumenado, particularmente en la pastoral de la parroquia, un lugar privilegiado de transmisión y celebración de la fe y de experiencia de comunión. También necesitan nuestro apoyo los llamados nuevos movimientos, asociaciones y comunidades eclesiales. La comunión eclesial comporta la apertura universal y el desarrollo de la misión ad gentes, porque la Iglesia por naturaleza es misionera. En el ámbito de la enseñanza religiosa escolar, seguimos sin obtener de los poderes públicos un trato no discriminatorio de la enseñanza religiosa.
Uno de los mayores motivos de acción de gracias a Dios es el servicio y atención a los pobres de nuestra Iglesia. Entre nosotros, el fenómeno del terrorismo está marcando muy negativamente la vida social, pues siembra muerte, opresión e inseguridad. Repetimos nuestra condena tajante y sin paliativos.
En los próximos años culminarán acciones del Plan anterior: la edición de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española, con la traducción revisada de los textos litúrgicos; la publicación de los catecismos de adultos, jóvenes e infancia; la elaboración de una instrucción pastoral sobre la iniciación a la oración litúrgica, comunitaria y personal; la reflexión sobre el diálogo entre la fe y las corrientes culturales de nuestro tiempo, en orden a estimular la inculturación del Evangelio y la evangelización de la cultura.
<b>- Acciones pastorales sobre el encuentro con el misterio de Cristo y la llamada a la santidad: Reedición actualizada del Ritual de la Penitencia; Congreso nacional sobre pastoral vocacional; Colaborar con la organización y desarrollo del Año Santo Compostelano en el 2004.
– Acciones pastorales sobre la comunicación del Evangelio de Cristo: Elaborar un Directorio de Pastoral familiar y de la vida; Organizar un encuentro de responsables de pastoral sobre la religiosidad popular; Estudio sobre las Facultades, Centros de Estudios Teológicos e Institutos Superiores de Ciencias Religiosas; Reflexionar sobre la identidad de la Escuela católica en la situación actual; Elaborar unas orientaciones sobre patrimonio cultural y evangelización; Exposición itinerante 2.000 años de cristianismo en España, que comenzaría con motivo del Foro universal de las culturas en Barcelona, en 2004; Reflexión sobre la pastoral de la comunicación; Promoción de la comunicación institucional de la Iglesia; Congreso nacional de misiones.
– Acciones pastorales sobre la comunión en el amor de Cristo: Congreso nacional sobre apostolado seglar; Publicar unas Orientaciones sobre la pastoral con los inmigrantes; Reflexión sobre el ecumenismo y el diálogo interreligioso en España; Reflexión sobre el problema del terrorismo y la aportación de la Iglesia a su solución.
El documento original puede consultarse en la página web de la Conferencia Episcopal Española http://www.conferenciaepiscopal.es.