ROMA, 17 febrero 2002 (ZENIT.org).- ¿Cómo avanzará el diálogo entre los creyentes de religiones diferentes y el ecumenismo tras la Jornada de oración de líderes religiosos de Asís? A esta pregunta responde Chiara Lubich.
A la luz del encuentro de la ciudad de san Francisco, del 24 de enero pasado, la fundadora del Movimiento de los Focolares, ha organizado para este año una serie de iniciativas, como un «Seminario hindú-cristiano» (Catel Gandolfo, 14-18 de junio de 2002), o el V Congreso internacional de los musulmanes amigos del Movimiento de los Focolares (1-3 de noviembre de 2002)
Lubich se encontró, además, en las últimas semanas, con varios de los líderes religiosos que participaron en la cita de Asís.
Publicamos a continuación algunos pasajes de una entrevista que la fundadora de este Movimiento que inspira la espiritualidad de más de cuatro millones y medio de personas en 182 países concedió a la revista Ciudad Nueva en su edición del 10 de febrero de 2002 [http://www.cittanuova.it]
–¿Cómo difundir el «espíritu de Asís» y ser fieles a los solemnes compromisos asumidos por los líderes religiosos? ¿Cuál puede ser el aporte concreto del Movimiento de los Focolares?
–Chiara Lubich: En primer lugar considerando este encuentro como un hecho histórico, porque lo ha sido, pero no concibiéndolo como un momento aislado. Esta vez ha tenido, en muchas partes del mundo y no sólo el cristiano, significativos reflejos, con encuentros de oración locales y otras manifestaciones por la paz. No es un acontecimiento aislado, además, porque en cierto modo debería continuar. Esto es lo que esperamos.
De hecho hoy, después del 11 de septiembre, se ha sumado un nuevo motivo para encontrarnos y para rezar a Dios por la paz. En efecto ciertas guerras, presentes en varios lugares del mundo, no son sólo efecto del odio, de resentimientos por injusticias perpetradas, de rencores soportados por largo tiempo y de estallidos de ira: todos factores negativos, pero quizás simplemente humanos. Con la irrupción del terrorismo difundido, nos encontramos también delante de las «fuerzas del mal» –como las ha definido el Santo Padre–, y para vencerlas no bastan únicamente los esfuerzos humanos, ya no es suficiente que se movilice, por ejemplo, el mundo político…
Es necesario que el mundo religioso advierta la necesidad de hacer prevalecer el Bien sobre el mal, el bien con la B mayúscula, en un esfuerzo común para crear en todo el planeta esa fraternidad universal en Dios a cuya realización está llamado. Fraternidad que por sí sola puede ser el alma de esa comunidad mundial de la cual uno de los últimos papas ha hecho referencia y que es la aspiración de muchos cristianos.
Por lo tanto tenemos en nuestro corazón el deseo de que Asís 2002 sea el inicio de una serie de iniciativas diversas, consideradas y organizadas por quien tiene la responsabilidad, para que el grito «Nunca más la guerra» llegue a ser una realidad.
¿Y el Movimiento de los Focolares? Dado que es fruto de un carisma para estos tiempos, advierte que está ya, con sus varios diálogos, sus actividades y su espíritu, en sintonía con cuanto las presentes exigencias hoy requieren. La jornada de Asís sin embargo ha servido para dar al Movimiento una mayor aceleración y haremos lo mejor posible para mantenerla y aumentarla. Siempre, y totalmente al servicio de lo que el Espíritu y la Iglesia querrán pedirnos».
–Es inútil negar que existan entre los cristianos resistencias hacia el diálogo interreligioso. Se teme perder la identidad, les asusta el riesgo del sincretismo. ¿Qué piensas al respecto? ¿Qué dirías a un cristiano «tibio» en relación con este diálogo?
–Chiara Lubich: No es errado temer la pérdida de identidad y el sincretismo en la relación con fieles de otras religiones. Es un verdadero peligro pensar que todo cristiano tiene la capacidad de dialogar. Lo pueden hacer sólo las personas preparadas y que tengan la vocación.
Por otra parte hoy día, en muchos países, fieles de religiones diversas viven cotidianamente codo a codo entre ellos. Por lo tanto debe haber una manera de relacionarse.
Según mi parecer puede consistir, por parte de los cristianos, en poner en práctica ese amor que Jesús ha traído a la tierra y que tiene características precisas: va dirigido a todos, no sólo a los parientes y amigos, siguiendo el ejemplo del Padre celeste que manda la lluvia y el sol sobre buenos y malos, por lo tanto también sobre los enemigos.
Es un amor que empuja a amar primero, sin esperar ser amado, como hizo Jesús, el cual, cuando todavía éramos pecadores y por lo tanto no amantes, dio la vida por nosotros.
Es un amor que considera al otro como a sí mismo, que ama al otro como a sí. Este amor no está hecho sólo de palabras o de sentimientos, es concreto: es decir que exige que nos hagamos uno con los otros, que «vivamos» en cierto modo «el otro» con sus sufrimientos, sus alegrías, para entenderlo, para poderlo ayudar eficazmente.
Finalmente este amor exige ver a Cristo en la persona amada. Aun si va dirigido a un hombre, a una mujer determinada, Él, de hecho, considera hecho a sí cuanto, bueno o malo, hacemos a ellos.
A un cristiano tibio le explicaría lo que he dicho hasta ahora, tratando de tranquilizarlo y de animarlo también a que ame.
–En tu intervención de Asís, hablaste de la «regla de oro», como lo hicieron el Papa, el Patriarca Bartolomé y el Cardenal Walter Kasper. ¿Qué perspectivas concretas puede abrir?
–Chiara Lubich: Es la norma básica sobre la cual instaurar el diálogo entre las religiones. Porque los varios libros sagrados afirman que todo lo que deseamos que nos hagan, debemos hacerlo a los demás («Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos» Mateo 7, 12), en práctica, requiere que todos amemos. Lo pide con los términos propios de las distintas religiones, a través de la presencia de esta frase que no es otra cosa que una de las «semillas del Verbo», o principios de verdad difundidos en los varios credos.