CIUDAD DEL VATICANO, 18 febrero 2002 (ZENIT.org).- Los Ejercicios Espirituales que Juan Pablo II y sus colaboradores realizan esta semana alcanzaron ya este lunes gran intensidad cuando el predicador pontificio recordó que el cristianismo no es una doctrina, sino el encuentro personal con Jesucristo.
La tentación de la Ilustración
El cardenal Cláudio Hummes, arzobispo de Sao Paolo, a quien el Santo Padre ha encargado este año guiar las meditaciones, comenzó la primera meditación desenmascarando las influencias que las corrientes de la Ilustración tuvieron en la evangelización y en la catequesis.
Esa tentación, constató, «valorizaba los esfuerzos por ofrecer un conocimiento de Jesús y de su doctrina», pero acababa privilegiando «el conocimiento teórico, llegando incluso a absolutizarlo».
Una historia de amor
Sin embargo, cuando pasamos las páginas de la Biblia, explicó el purpurado franciscano, nos damos cuenta de que la Escritura no se limita a ofrecernos conocimientos sobre Dios y su moral. Ante todo, nos presenta la acción de Dios en la historia, en la vida de las personas, y de los pueblos.
Es una historia caracterizada por encuentros de Dios con los hombres, a nivel individual o comunitario, siguió aclarando. El hombre, de este modo, hace experiencia de Dios. Dios establece con un pueblo, Israel, una alianza de comunión.
Punto de partida para la nueva evangelización
«El encuentro con Dios, con Jesucristo, es mucho más que el mero conocimiento sobre Jesucristo y su doctrina», aseguró. Esta dimensión es el punto de partida para la nueva evangelización, insistió el predicador, resumiendo el mensaje esencial de la carta programática de Juan Pablo II para el nuevo siglo, la «Novo millennio ineunte» (6 de enero de 2001).
De hecho, el discípulo, empujado por el Espíritu Santo, anuncia a los demás el encuentro que ha tenido con Cristo e invita a quienes le escuchan a vivir esa misma experiencia, recalcó.
Al llegar a ese momento, el cardenal citó el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Apocalipsis, 3, 20)
«No todos abren la puerta por miedo a que Jesús interfiera en su propia vida y en sus proyectos personales egoístas –explicó–. Sin embargo, él será la solución de nuestros problemas, si le confiamos nuestra vida, sin reservas, incondicionalmente».
¿Cómo encontrarse con Cristo?
Pero, ¿dónde y cómo se puede encontrar a Jesús? El cardenal Hummes respondió en la segunda meditación de la mañana inspirándose en la exhortación apostólica «Iglesia en América» (22 de enero de 1999), en la que el Papa recogió las conclusiones del primer Sínodo de ese continente.
«Después de la ascensión de Jesús al cielo, podemos encontrarnos con él en la Iglesia –dijo–, a través de la lectura orante de las Escrituras, a través del anuncio del Kerigma, en la sagrada liturgia, en los sacramentos, en la comunidad y en los hermanos, especialmente en los más pobres, pues como dijo Jesús: «cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo, 25, 40)».
«En el mundo de hoy, la riqueza se concentra cada vez más, mientras la miseria y el hambre se dilatan. La Iglesia, y especialmente nosotros, los obispos, necesitamos ser profundamente solidarios con los pobres», constató el cardenal que dirige la segunda diócesis más grande de América Latina, caracterizada por impresionantes diferencias sociales entre sus habitantes.
«Cada uno de nosotros tiene que asumir personalmente este amor concreto a los pobres como prioridad y como punto de encuentro con Cristo –concluyó–. La cuestión de los pobres debe ser siempre uno de los criterios determinantes».