CIUDAD DEL VATICANO, 21 febrero 2002 (ZENIT.org).- Para la Iglesia la autoridad es servicio, constató este jueves el predicador de los Ejercicios Espirituales que en esta semana están viviendo Juan Pablo II y sus colaboradores de la Curia Romana.
El ejemplo más claro, recordó el cardenal Cláudio Hummes, arzobispo de Sao Paulo, es el mismo Cristo, agachado ante sus discípulos para lavarles los pies en la Última Cena.
El purpurado franciscano recordó en este sentido las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II, recordando que el término «servicio» puede evocar conceptos opuestos: esclavitud o entrega libre de sí mismo.
La primera dimensión degrada al hombre, afirmó, la segunda le hace crecer, exaltando su dignidad.
«Sirviendo al hombre se sirve a Dios», aseguró el cardenal brasileño, «pues Dios quiere ser servido a través de las obras de amor que se hacen al prójimo que sufre, y reconocido en el rostro de este último».
De este modo, dirigiéndose al obispo de Roma y a los responsables del gobierno de la Sede Apostólica, se adentró en el concepto de «autoridad» que, en la Iglesia, aclaró, nunca es dominio sobre los demás, aunque sea una tentación incluso para los pastores.
Este servicio se hace particularmente difícil e importante en el ejercicio de la autoridad eclesial que debe «acoger la diversidad en la unidad».
«No es fácil tener una sensibilidad pastoral y paterna para percibir y apoyar siempre la acción del Espíritu Santo en las Iglesias particulares, en las comunidades, y en cada una de las personas, discerniendo evangélicamente sus iniciativas», constató Hummes.
Por eso, concluyó, «la autoridad de la Iglesia es siempre una llamada a entregarse plenamente y con humildad a los hermanos, un servicio que sólo se puede realizar con el espíritu de Cristo, con la disposición para ponerse a los pies de todos».