CIUDAD DEL VATICANO, 24 febrero 2002 (ZENIT.org).- El «ministro» de Comunicaciones de Juan Pablo II ha anunciado la publicación para este jueves de dos esperados documentos de la Santa Sede sobre los desafíos para la ética y para la evangelización que presenta Internet.
En la reunión anual organizativa de la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), el arzobispo John Patrick Foley, presentó este sábado en el Vaticano algunos de los rasgos más significativos de «Ética en Internet» e «Iglesia e Internet».
Los dos documentos han sido redactados por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. El primero –«Ética en Internet»–, continúa con la serie de documentos que este organismo vaticano que comenzó con «Ética en publicidad» (22 de febrero de 1997) y «Ética en Comunicaciones» (2 de junio de 2000).
El segundo, «Iglesia e Internet», ofrece orientaciones sobre la manera en que puede evangelizarse en la red de redes informáticas.
El primer rasgo que subrayó monseñor Foley «es el reconocimiento del valor del medio electrónico en sí mismo».
«Signo de los tiempos»
La Iglesia, que «no teme la objetividad del análisis, y detecta en cada momento los «signos de los tiempos»», aclaró el presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, busca con estos documentos señalar «cuán providencial ha sido el surgimiento de estas nuevas herramientas para la comunicación y la comunión».
«Como consecuencia –recordó–, el Papa lanza la valiente convocatoria a entrar sin temores en el mundo de la informática».
El pontífice, de hecho, ha hecho explícito este llamamiento en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2002, que lleva por título «Internet, un nuevo foro para la proclamación del Evangelio».
«Esta convocatoria es un eco de aquélla primera con la que invitó a la Iglesia a realizar una «nueva evangelización», que fuera “nueva en sus métodos, nueva en su ardor y nueva en su expresión”», dijo Foley, recordando el famoso discurso del Papa Wojtyla a los obispos de Haití en 1983.
El arzobispo reconoció que la historia de la Iglesia en el uso de otros medios de comunicación es sin duda «una excelente base», pero, advirtió, «no son aplicables sin más los mismos métodos y lenguajes en un medio que tiene otras valencias».
«Es necesario aprender y ser creativos en formas nuevas», aclaró.
Posibilidades y riesgos
A continuación, el presidente del Consejo Pontificio explicó que los dos nuevos documentos que están a punto de ser publicados buscan señalar «sin disimulos las virtudes y los riesgos de estos medios electrónicos».
«No los idealizan ni los condenan en sí mismos –aclaró–; hacen una valoración no sólo tecnológica o sólo cultural, ni siquiera sólo espiritual, sino dirigen una mirada de largo alcance que considera íntegramente a la tecnología en relación con la persona, la familia y la sociedad a la luz de los valores del Evangelio».
«Se señalan los peligros que entraña un medio tan sugestivo en el que la legislación apenas está intentando entrar, y se clama por una protección para los más débiles, como pueden ser los adolescentes y los niños», subrayó.
«Info-ricos» e «info-pobres»
Los dos documentos, reveló por último, nacen de una «sensibilidad social», que lleva a invitar a la Iglesia «a trabajar activamente para evitar la “brecha digital”, es decir el abismo entre los llamados «info-pobres» e «info-ricos»».
«La invitación a la solidaridad, al respeto de la dignidad de la persona y la comunidad, es un eje sobre el cual se apoya una verdadera acción humanizadora de la tecnología», explicó.
Ese desafío, concluyó, ha llevado al nacimiento de la RIIAL, red informática animada por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, en colaboración con el Consejo Episcopal para América Latina (CELAM).
La RIIAL, surgida a finales de los años ochenta por iniciativa de monseñor Enrique Planas, oficial del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, ha desempeñado una labor decisiva en el acceso y uso de Internet de las Conferencias Episcopales, obispados, parroquias e instituciones católicas en un subcontinente caracterizado por enormes disparidades geográficas y tecnológicas.
Calificó esta labor como una especie de «apostolado del acceso a las nuevas tecnologías» para que «el gran banquete de la cultura, servido en formato digital, tenga cada vez más comensales que participen activamente y se beneficien de él».