ROMA, 6 marzo 2002 (ZENIT.org).- En plena crisis con la Iglesia ortodoxa rusa, el hombre del Papa encargado del ecumenismo ha hecho un balance sobre el camino hacia la unidad plena de entre los cristianos.
La intervención del presidente del cardenal Walter Kasper, Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en la última edición de la revista quincenal italiana «Il Regno», tiene lugar 35 años después del decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo.
La situación
«En cierta medida, la crisis del movimiento ecuménico es la consecuencia de su éxito», comienza constatando el cardenal alemán.
«Para muchos el ecumenismo es algo obvio –reconoce–. Sin embargo, a medida que nos acercamos los unos a los otros, se hace más dolorosa la experiencia de no estar todavía en plena comunión entre nosotros lo que crea una cierta insatisfacción y frustración».
En segundo lugar, afirma, hay que tener en cuenta que «la nueva generación de fieles y sacerdotes no ha vivido el Concilio y no comprende cómo han cambiado las cosas».
Tres desafíos
En este contexto, el presidente del organismo vaticano para la unidad de los cristianos presenta tres desafíos decisivos.
«En primer lugar, debemos promover la formación ecuménica y la recepción de los resultados ecuménicos –propone–. Los resultados del progreso ecuménico no han penetrado todavía en el corazón y en la carne de nuestra Iglesia y de las otras Iglesias».
«En segundo lugar –insiste–, debemos aclarar la visión ecuménica y renovarla. Tenemos necesidad de un lenguaje e un impulso ecuménico nuevos. Corremos el peligro de perder toda una generación de jóvenes si no somos capaces de ofrecerles una visión».
El tercer lugar, Kasper pide armonizar diálogo e identidad. En este contexto, subraya, «se puede ver cuál es el problema y las ventajas de la «Dominus Iesus», que ha subrayado la cuestión de la identidad».
«Tenemos que subrayar claramente que un serio ecumenismo es algo totalmente diferente a la indiferencia confesional y al relativismo que tiende a encontrarse en torno a un máximo común denominador», subraya.
Relaciones con los demás cristianos
A continuación, el purpurado hace un repaso de la situación de las relaciones entre católicos y otras confesiones cristianas.
Comienza constatando que «estamos siendo cada vez más conscientes del hecho de que no existe realmente una Iglesia ortodoxa. En el estadio actual, no parece que Constantinopla sea ya capaz de integrar las diversas Iglesias autocéfalas ortodoxas; su primado de honor es puesto en duda, especialmente desde Moscú».
«Con Moscú, el diálogo a nivel universal es actualmente muy difícil –informa–; con Grecia la situación está mejorando; en Medio Oriente, en el territorio de la antigua sede de Antioquía, la situación es completamente diversa y ya existe una comunión casi plena».
El cardenal ha aludido así mismo al as tensiones dentro del mundo luterano sobre la cuestión de los ministerios y las tensiones en el ámbito de la Comunión anglicana.
Por este motivo, el cardenal cree que el ecumenismo se llevará en los próximos años «a dos o incluso a más velocidades».
Ahora bien, aclara, «tenemos que evitar dar la impresión de un «divide et impera». Haríamos un mal ecumenismo si creáramos nuevas divisiones en las otras Iglesias o familias confesionales,
o si tendiéramos a una nueva forma de «uniatismo»», cristianos orientales que pasaron de la Iglesia ortodoxa a Roma.
«Un ecumenismo a dos velocidades es algo muy delicado. Pero en la situación actual no existe
una alternativa realista», concluye.