Conferencia mundial sobre desarrollo en Monterrey: ¿más promesas?

Los países industrializados discuten sobre cómo financiar el desarrollo

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MONTERREY, México, 9 marzo 2002 (ZENIT.org).- Jefes de Estado y de Gobierno serán convocados por la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas en esta ciudad mexicana del 18 al 22 de marzo para discutir sobre financiación del desarrollo. La reunión congregará, además, a representantes del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial de Comercio.

Ya se ha aprobado un texto previo para ser adoptado por la asamblea. El texto de 16 páginas contiene muchas promesas que buscan promover condiciones favorables para las naciones más pobres. En el primer párrafo, los firmantes declaran que “están resueltos a afrontar los desafíos de financiar el desarrollo en el mundo”.

“Nuestro fin es erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo sostenido para que avancemos hacia un sistema económico global inclusivo e igualitario”, establece el párrafo introductorio.

Pero mientras el documento hace muchas promesas sobre acciones futuras, el segundo párrafo reconoce: “Hacemos notar con preocupación los actuales cálculos de dramático déficit en recursos necesarios requeridos para lograr los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente”.

De hecho, el incumplimiento de las promesas es algo bastante común cuando se habla de ayuda a los países más pobres. Según los datos publicados el 12 de diciembre por la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en su «OCDE Observer», la red de ayuda para los países en vías de desarrollo en el 2000 alcanzó los 53.700 millones de dólares.

En términos reales, el flujo bajo un 0,4% con respecto a 1999. Luxemburgo, Dinamarca, Holanda, Noruega y Suecia fueron los únicos países que lograron el objetivo a largo plazo fijado por Naciones Unidas del 0,7% de producto interior para ayudas.

La situación ha empeorado a causa de la reciente recesión económica que ha afectado a muchos países del Tercer Mundo. El Banco Mundial estima que son necesarios 2.500 millones de dólares en ayuda adicional para compensar la recesión, pero de hecho falta apoyo para hacer algo en este sentido, informaba el Financial Times el 15 de enero.

Ocho millones de vidas
En noticias divulgadas el 20 de febrero, el Banco Mundial estimaba que la financiación del desarrollo anunciada por las Naciones Unidas en su Declaración del Milenio podría requerir entre 40.000 y 60.000 millones de dólares al año en ayuda adicional en los próximos quince años.

Este proyecto buscaba reducir a la mitad la pobreza extrema y promover sustanciales aumentos de inversión en salud y educación en los países en vías de desarrollo para el año 2015.

Por ejemplo, el Banco Mundial calcula que el coste adicional necesario para lograr educación primaria universal en el 2015 sería de 10.000 a 15.000 millones de dólares al año. El Banco calcula que serán necesarios de 20.000 a 25.000 millones de dólares al año para lograr los objetivos en el campo de la salud.

Sobre el tema de la salud, la Organización Mundial de la Salud publicó en diciembre un informe que afirmaba que al menos 8 millones de vidas podrían salvarse cada año con un aumento del gasto en los servicios sanitarios.

El informe, realizado por la Comisión de Macroeconomía y Salud y dirigido por el economista de Harvard, Jeffrey Sachs, concluía que la mayor parte del gasto sanitario necesario, no deben hacerlo solamente los donantes como Estados Unidos y Europa, sino también los países pobres mismos, informaba el periódico de Londres The Guardian, el 21 de diciembre.

Sachs argumentaba que los países ricos deberían dedicar el 0,1% de su producto interior bruto para promover los cuidados sanitarios y la lucha contra la enfermedad en los países pobres. Los países pobres mismos deberían aumentar las cantidades que gastan en salud en un 2% del PIB para el 2015, afirmaba. Estos niveles de financiación representarían una inversión de 66.000 millones de dólares que, a su vez, llevarían a unas ganancias de 360.000 millones de dólares al año a través del aumento de productividad de las personas, que conservarían su salud durante más tiempo.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pide a los países desarrollados que abran sus mercados a los países pobres y reduzcan progresivamente las subvenciones a sus propios agricultores y fabricantes. Hablando en una Conferencia Internacional sobre Estrategias de Reducción de la Pobreza el 14 de enero, el director ejecutivo del FMI, Horst Köhler afirmaba, «es una inconsciencia el que Estados Unidos, Japón y la Unión Europea gasten miles de millones de dólares para mantener actividades marginales en beneficio de algunos de sus ciudadanos, mientras acaban con sectores agrícolas de los países pobres que son centrales para la paz y el desarrollo».

Además, Köhler observaba que si los países pobres logran construir su prosperidad expandiendo y diversificando sus exportaciones y atrayendo inversiones extranjeras, se evitaría el que se hagan dependientes de las ayudas de caridad.

Algunos líderes mundiales también han hablado sobre el tema de la ayuda a los países más pobres. El ministro francés de economía, finanzas e industria, Laurent Fabius, propuso algunos pasos, en un artículo publicado el 8 de febrero en el Financial Times.

Fabius mencionaba tres acciones clave: aumento de la efectividad de la ayudas dirigiéndolas a los países más pobres; respaldar el crecimiento con todos los instrumentos a nuestra disposición; y aplicar de forma más rigurosa la regulación de los efectos colaterales no queridos de la globalización por medio de un buen gobierno y una mejor prevención de las crisis.

El ministro francés también pedía un plan de ataque contra la insostenible carga de la deuda de los países pobres y de los préstamos incontrolados que pueden hacer estallar las crisis subsiguientes.

En términos de ayuda alimentaria, Fabius admitía: “Toda ayuda excesivamente frecuente en alimentación significa descargar subvenciones a expensas del desarrollo agrícola en el mundo desarrollado. Ya es hora de que los grandes países industrializados –especialmente Europa y Estados Unidos– aclaren la diferencia entre ayuda y dúmping (venta a precios más bajos en el extranjero gracias a subvenciones) y ayuden al sur a alimentarse por sí mismo”.

El primer ministro británico Tony Blair, durante su reciente gira por África, pidió a los países ricos que aumenten sus ayudas. The Guardian del 12 de febrero resaltaba que en la reunión de los líderes del G8, el año pasado, Blair pidió un nuevo “Plan Marshall” para África.

El plan, New Partnerships for Africa’s Development (Nepad), se basa en una propuesta formulada por los líderes de Sudáfrica, Senegal, Nigeria y Argelia. Los líderes africanos proponen un nuevo contrato con los donantes, según el cual, los países ricos aceptarían proveer con más recursos a cambio de que los destinatarios accedan a reducir la corrupción, introducir reformas democráticas y gastar el dinero en reducir la pobreza.

El plan de Estados Unidos
Sin embargo, los Estados Unidos tienen otras ideas. Según el Financial Times del 28 de enero, los Estados Unidos bloquearon una propuesta pensada para la conferencia de México que pedía a los países desarrollados aumentar las cantidades que gastan en asistencia al desarrollo hasta un 0,7% del producto bruto nacional.

Más tarde, en febrero, el secretario del tesoro, Paul H. O’Neill, criticó al Banco Mundial por haber dañado a los países pobres a través de préstamos, en lugar de donarles fondos para luchar contra la pobreza. Los Estados Unidos respaldan la idea de convertir la mitad de todos los préstamos para el desarrollo en donaciones, informaba el New York Times del 21 de febrero.

Pero la propuesta
ha encontrado fría aceptación en la mayor parte de los países industrializados. Gran Bretaña, Francia y Alemania insistieron en que la propuesta podría crear problemas al Banco Mundial, la principal organización de préstamos para los países pobres, según el New York Times.

Los países europeos sólo están preparados para reconvertir el 10% de sus préstamos en donaciones, y afirman que la obligación de devolver el dinero impone disciplina económica. Entretanto, Canadá y Japón afirman estar preparados para un reconversión a donaciones de más del 16%, algo que está todavía lejos del 50% propuesto por los Estados Unidos.

En medio de estas opiniones y propuestas contrastadas, los países pobres esperan que la conferencia de Monterrey no se quede en promesas incumplidas.

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ZENIT Staff

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