Palabras que costaron la vida a monseñor Duarte

BOGOTÁ, 18 marzo 2002 (ZENIT.org).- Publicamos algunas de las intervenciones públicas del arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino, que según algunos observadores le costaron la vida.

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Perdón
«Invito a los guerrilleros a que pidan perdón por el mal que han hecho. Invito a los empresarios a que pidan perdón porque no han tenido sentido social y no han defendido el bien común de los desempleados. Invito a los sindicatos a que pidan perdón porque no se preocupan por los miles de trabajadores del país».

«¿Se puede decir que una persona que pone una mina quiebrapatas no sabe lo que hace?, ¿se puede decir que el que organiza una masacre no sabe lo que hace?, ¿se puede decir que los que corrompen el Estado no se dan cuenta del daño que causan?».

«Qué le sucedió a nuestro país, que terminó siendo el hazmerreír del mundo. Qué le sucedió a Colombia para que nuestros hermanos fueran masacrados y ultrajados. Todos tenemos que reconocer nuestra responsabilidad en estos hechos y pedir perdón».
Abril de 2000

Política y narcotráfico
«La queja de la comunidad, de los obispos del Departamento y de algunos dirigentes políticos va en ese sentido, que en el Valle del Cauca se vuelve a sentir el peso del dinero maldito fruto de la droga que destruye a nuestro pueblo; no podemos aceptar que tras la fachada de la política sana y limpia se muevan dineros que tienen intenciones torcidas y que causan ciertamente un inmenso mal a la patria».

«Queremos pedirles a los vallecaucanos que no se dejen engañar y no apoyen a quienes detrás de la fachada de una política y de una democracia limpia, esconden el dinero corrupto del narcotráfico. Eso no le trae beneficio al pueblo colombiano y por el contrario aumentan la pobreza y los problemas de la población».

«Los obispos tenemos una clara misión pastoral de formar la conciencia de los fieles y no de acusar a nadie. A quien le corresponde realizar la investigación es al Estado».
Febrero de 2002

La guerrilla
«Un guerrillero que secuestra y asesina, que destruye pueblos enteros y se burla de los procesos de paz, carece de las virtudes que distinguen al ser humano y se convierte en el más miserable de los hombres».

«Pidamos al Señor para que estos guerrilleros de Colombia sientan en lo profundo de su alma el dolor de matar a un hermano inocente e indefenso, que entiendan que no están haciendo una guerra justa sino repitiendo la barbarie de las épocas más oscuras de la historia humana y se conviertan de su mala vida».

«Pero también supliquemos al Altísimo para que toda la sociedad civil encuentre los caminos para exigirles eficazmente a los violentos que asesinan a Colombia, el respeto a la vida y la libertad de las personas».
Agosto 8 de 2000

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ZENIT Staff

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