CIUDAD DEL VATICANO, 19 marzo 2002 (ZENIT.org).- Vivimos uno de los momentos en los que anunciar el mensaje evangélico es más difícil a causa del contexto cultural, reconoció Juan Pablo II el 16 de marzo.
El pontífice hizo su constatación al encontrarse con la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura, organismo vaticano presidido por el cardenal francés Paul Poupard, que se reunió en el Vaticano la semana pasada.
«La transmisión del mensaje evangélico en el mundo de hoy es particularmente ardua –afirmó el obispo de Roma–, especialmente porque nuestros contemporáneos están sumergidos en ambientes culturales con frecuencia ajenos a toda dimensión espiritual y de interioridad, en situaciones en las que dominan aspectos esencialmente materialistas.
«Sin duda –añadió el pontífice–, hay que constatar más que en ningún otro período de la historia una ruptura en el proceso de transmisión de valores morales y religiosos entre las generaciones que conduce a una especie de heterogeneidad entre la Iglesia y el mundo contemporáneo».
El desafío: la transmisión de valores
Según el Santo Padre, el desafío más grande en este sentido recae sobre las familias y las instituciones escolares, «que tienen la pesada tarea de transmitir a las jóvenes generaciones valores humanos, morales, y espirituales que les permitirán ser hombre y mujeres preocupados por llevar una vida personal digna y comprometerse en la vida social».
El Papa pidió por tanto el apoyo de todas las comunidades eclesiales en este sentido, especialmente a través «de la catequesis y del catecumenado».
Dar razones sobre el hombre
Este desafío implica un objetivo muy específico: elaborar sistemas educativos basados en una antropología «seria» capaz de «dar razones sobre lo que es el hombre y sobre lo que le hace vivir».
«A partir del momento en el que la filosofía se encuentra con Cristo el Evangelio puede comenzar a expandirse verdaderamente a todas las naciones», aseguró, poniendo como ejemplos otros períodos de la historia, como la época de san Agustín o los filósofos cristianos del siglo XX.
La tarea del Consejo para la Cultura
En este contexto, es decisiva la aportación del Consejo Pontificio para la Cultura, que él mismo Papa Wojtyla creó hace veinte años.
Corresponde a este organismo de la Santa Sede, aseguró, «ofrecer su contribución a los obispos, a las comunidades católicas, y a todas las instituciones que lo deseen para que los cristianos tengan los medios adecuados para testimoniar su fe y su esperanza de manera coherente y responsable».
Esta aportación, siguió diciendo, es decisiva para que «todos los hombres de buena voluntad puedan comprometerse en la construcción de una sociedad en la que se promueva el ser integral de toda persona».
«El futuro del hombre y de las culturas, el anuncio del Evangelio y la vida de la Iglesia, dependen de ello», aseguró con claridad.