El Papa confiesa su íntima conmoción por los escándalos de sacerdotes

Asegura justicia y verdad y pide a los presbíteros responder con la santidad

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CIUDAD DEL VATICANO, 21 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II confiesa su conmoción por los escándalos de sacerdotes que en las últimas semanas han ocupado amplio espacio en los periódicos, especialmente en Estados Unidos, en su carta a los presbíteros con motivo de este Jueves Santo.

«En cuanto sacerdotes –asegura el Papa–, nos sentimos en estos momentos personalmente conmovidos en lo más íntimo por los pecados de algunos hermanos nuestros que han traicionado la gracia recibida con la Ordenación, cediendo incluso a las peores manifestaciones del misterio de iniquidad («mysterium iniquitatis») que actúa en el mundo».

El Santo Padre habla en su tradicional misiva de «escándalos graves, que llegan a crear un clima denso de sospechas sobre todos los demás sacerdotes beneméritos, que ejercen su ministerio con honestidad y coherencia, y a veces con caridad heroica».

Ante esta situación, el obispo de Roma considera que la respuesta debe ser doble.

En primer lugar, explica, «la Iglesia expresa su propia solicitud por las víctimas y se esfuerza por responder con justicia y verdad a cada situación penosa».

En segundo lugar, hace un llamamiento a los sacerdotes, «conscientes de la debilidad humana, pero confiando en el poder salvador de la gracia divina», «a abrazar el misterio de la Cruz («mysterium Crucis») y a comprometernos aún más en la búsqueda de la santidad».

«Hemos de orar para que Dios, en su providencia, suscite en los corazones un generoso y renovado impulso de ese ideal de total entrega a Cristo que está en la base del ministerio sacerdotal», sigue diciendo el sucesor del apóstol Pedro.

Termina explicando que la fe «nos da fuerza para mirar con confianza el futuro».

«Sabemos que el mal está siempre en el corazón del hombre –reconoce– y sólo cuando el hombre se acerca a Cristo y se deja «conquistar» por Él, es capaz de irradiar paz y amor en torno a sí».

«Como ministros de la Eucaristía y de la Reconciliación sacramental –concluye el Papa–, a nosotros nos compete de manera muy especial la tarea de difundir en el mundo esperanza, bondad y paz».

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ZENIT Staff

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