Canonización del padre Pío, un acontecimiento sin precedentes en Roma

El Papa presenta al mundo su testimonio de oración y caridad

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 junio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II propuso al mundo este domingo el testimonio de oración y caridad del padre Pío de Pietrelcina, en la canonización más multitudinaria de la historia vivida en el Vaticano.

«El nuevo santo nos invita a poner a Dios por encima de todo, a considerarlo como nuestro sumo y único bien», dijo el pontífice en la homilía de canonización del italiano Francesco Giorgione, nombre de bautismo del fraile capuchino de los estigmas, fallecido en 1968 a los 81 años de edad.

Los más de 300 mil peregrinos (era casi imposible saber su número exacto) que vinieron a Roma para participar en la celebración, no cabían en la plaza de San Pedro del Vaticano. Cientos de miles se congregaron en la Vía de la Conciliación y en las plazas cercanas, siguiendo la liturgia a través de pantallas gigantes.

Fue una prueba durísima, pues fueron golpeados por un sol húmedo implacable, bajo una temperatura que superó los 35 grados centígrados a la sombra, calentados además por el asfalto romano. Los organizadores distribuyeron millones de botellas de agua.

El momento más emocionante tuvo lugar a las 10:25 de la mañana –la canonización transmitida por televisión en muchos países había comenzado a las 10–, cuando el pontífice, pronunció en latín, con voz en ocasiones temblorosa, la fórmula con la que inscribió al padre Pío en el registro de los santos.

El 462 santo proclamado por este pontificado (el Papa Wojtyla también ha proclamado a 1.288 beatos) es quizá también el más conocido y amado, especialmente en Italia. En todo el mundo, además, se han extendido varios miles de grupos de oración que se inspiran en su espiritualidad.

Entre los presentes se encontraban las dos personas que atribuyen a la intercesión del padre Pío un milagro. Han sido decisivas para llegar hasta este momento: se trata de Consiglia De Martino, curada en 1992 de una enfermedad mortal (su milagro permitió la beatificación) y del niño Matteo Colella, que hoy tiene casi diez años y que hace dos entró en coma irreversible por una meningitis fulminante (su curación inexplicable permitió la canonización). El pequeño recibió este domingo la primera comunión de manos del Papa.

Cuando el Santo Padre quiso resumir en la homilía el legado del seguidor de san Francisco, lo hizo con pocas palabras: «Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos».

Además de la muchedumbre reunida en Roma, en San Giovanni Rotondo (Foggia, Italia), donde vivió el fraile y donde fundó el hospital «Casa de Alivio del Sufrimiento», se congregaron 60 mil personas. Ese Santuario se ha convertido en el más visitado del mundo después del Vaticano y de la Basílica de Guadalupe en México.

«¡Qué actual es la espiritualidad de la Cruz vivida por el humilde capuchino de Pietrelcina! –dijo el Papa en la homilía, vestido con ornamentos blancos y dorados– Nuestro tiempo necesita redescubrir su valor para abrir el corazón a la esperanza».

Al concluir la eucaristía, al rezar la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II anunció con satisfacción que la memoria litúrgica del padre Pío tendrá carácter «obligatorio» y será celebrada el 23 de septiembre, en el aniversario de su muerte, que en el caso de los santos, es el día de «su nacimiento al Cielo».

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ZENIT Staff

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