Uganda: Hablan los misioneros secuestrados por la guerrilla

No pudieron liberar a los adolescentes que fueron secuestrados con ellos

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OPITI, 16 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Los dos misioneros que el sábado pasado fueron secuestrados durante unas doce horas por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA) narran ahora una aventura, vivida en plena guerra civil en el norte de Uganda.

«Aparte del miedo y las ampollas –nos obligaron a caminar durante horas por la sabana– en realidad ha sido sólo una aventura, aunque inolvidable», afirma el misionero italiano Alex Pizzi, de 63 años, Misionero Comboniano del Corazón de Jesús, al igual que su compañero de cautiverio, Ponziano Velluto, de 71 años.

Los dos misioneros han reconstruido los hechos, haciéndolos públicos a través de la agencia misionera Misna.

«Eran las 6,30 de la mañana del sábado y estábamos preparando la eucaristía cuando los “olum” (hierba en lengua acholi, apodo dado a los guerrilleros) atacaron», comienzan diciendo.

Los guerrilleros, formados por unos trescientos elementos, atacaron al Ejército, cuyas trincheras están unos centenares de metros de la Misión.

Tras el tiroteo, los guerrilleros lograron la retirada de los militares. Una parte de los guerrilleros se dirigió a la iglesia, donde habían pasado la noche unos sesenta civiles. Les ordenaron salir, amenazando con tirar una bomba, y abrieron la puerta.

Incendiaron dos motocicletas de un local anexo y robaron todo lo que les podía ser útil. Se llevaron secuestrados a doce niñas y cinco niños, elegidos entre los más robustos. Los guerrilleros del tercer frente se dirigieron a la casa de los misioneros y trataron de forzar la puerta. Al no lograrlo, entraron por una ventana y pidieron un transmisor de radio. Cogieron también ropa, jabón, alimentos y dinero. Y, por último, secuestraron a los dos misioneros.

Tras el saqueo de Opiti, empezó la larga marcha por la sabana, desde las 7,15 de la mañana hasta las tres de la tarde.

Un helicóptero militar empezó a disparar contra la caravana que tuvo que esconderse en una plantación de plátanos.

Llegados al campamento de la guerrilla, los rebeldes se pusieron en comunicación con Joseph Kony, el líder del LRA, que quiso hablar con los misioneros.

«Nuestros planes se realizan siempre», dijo Kony, que al parecer se encuentra en una desconocida localidad del sur de Sudán. Luego agradeció los esfuerzos de la Iglesia en los distritos acholi, por poner las bases para un diálogo de paz entre el LRA y el Gobierno de Kampala.

«Nos ha repetido varias veces que quiere la paz pero no se fía de los militares», dijeron los misioneros.

El padre Alex reconoció a las adolescentes secuestradas, pues a algunas les había administrado el sacramento de la confirmación hace dos años.

«La tensión cedió poco a poco y, antes de irnos, los guerrilleros nos ofrecieron té y galletas. Accedieron a dejar ir con nosotros a las doce jóvenes pero no a los cinco chicos», indican los combonianos liberados.

«Estábamos felices por volver con nuestra gente pero, al mismo tiempo, teníamos que dar una mala noticia a las madres de los chavales que quedaron en manos de los ‘olum’», confiesan.

Los sacerdotes festejaron el regreso a la misión con una eucaristía. «Ayer –concluye el padre Ponziano–, era la fiesta litúrgica de la Cruz. Una fiesta en la que la Iglesia reconoce que la Cruz, de instrumento de muerte, pasa a ser instrumento de salvación. Nuestra odisea ha sido una ocasión más que el Señor nos ha dado para comprender plenamente el significado de este símbolo cristiano».

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ZENIT Staff

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