ROMA, 8 octubre 2002 (ZENIT.org).- Romics 2002, la feria dedicada a los cómics que ha tenido lugar del 3 al 6 de octubre en la capital italiana, ha organizado una mesa redonda entorno a la religiosidad y el cómic.
Hemos entrevistado a uno de los ponentes, Carlo Climati, periodista y escritor. Climati se dedica a investigaciones relacionadas con la comunicación y los jóvenes. Su último libro, «Los jóvenes y el esoterismo», ha sido durante meses uno de los libros más vendidos en Italia, traducido ya a varios idiomas.
–¿Cómics y religión: contradicción de términos?
–Climati: Para nada. Los cómics pueden ser un medio de comunicación religiosa excelente. Cada medio puede ser utilizado para el bien o para el mal. Pensemos en un bisturí. En las manos de un asesino puede matar, pero en las de un buen cirujano puede salvar millones de vidas humanas.
El cómic es un medio de comunicación que puede ser utilizado para hacer el bien. Puede transmitir esos valores escritos en el corazón de todo hombre: el amor, el respeto por la vida, la amistad, la verdad.
–¿Los héroes de los cómics se parecen a los santos?
–Climati: Algunos sí. Personalmente, algunos me han hecho reflexionar sobre la idea de la santidad. Son los superhéroes de la casa editorial americana Marvel: el Hombre Araña, los Cuatro Fantásticos, los X-MEN, Devil, Thor y Silver Surfer.
En sus historias se narran sus problemas y dudas. El Hombre Araña, en la vida diaria, es un estudiante que vive sus problemas de amor y se preocupa por la salud de la tía enferma. Devil es ciego. Los X-MEN viven el drama de la soledad y la marginación…
Estos superhéroes son hombres como nosotros. Seres humanos que sufren y tropiezan. En definitiva, tienen «superpoderes» pero también «superproblemas». Los santos podrían parecer superhombres, pero en realidad tienen incertidumbres y problemas. Como todos nosotros.
Los santos siempre han encontrado la fuerza y la constancia para levantarse y recomenzar.
Este hecho me tranquiliza: cada uno de nosotros, no obstante los propios defectos, se puede comprometer con la lucha cotidiana para conseguir la santidad.
–No cree que a los hombres y mujeres de religión, ¿les falta un poco el humor y la frescura de los cómics?
–Climati: La religión debería renovarse constantemente en sus lenguajes y en su modo de comunicar. Una pizca de alegría es importante. Nos lo enseña el mismo Juan Pablo II, que a menudo regala a los fieles simpáticas bromas.
Pero al mismo tiempo, la religión no tendría que perder su identidad. No tiene que aguarse, imitando las modas pasajeras o dejándose influenciar por el pensamiento dominante. No hay necesidad de inventar cosas extrañas para fascinar a la gente.
Basta recordar lo que ocurrió durante la Jornada Mundial de la Juventud en Roma en el año 2000. Miles de muchachos hacían cola para confesarse. La confesión es algo simple, y sin embargo, ha fascinado a miles de personas.
–¿Cuales son las tiras cómicas que le han hecho reflexionar más?
–Aparte de los superhéroes, los de Charles M. Shultz, el autor de los Peanuts (Snoopy y Charlie Brown). Sus tiras consiguen lanzar siempre mensajes bellísimos, utilizando un lenguaje muy simple.
Otro cómic muy bonito es el de los Pitufos, una población de enanitos azules que resuelve los problemas con serenidad. El mensaje de los Pitufos, creados por el belga Peyo, es un amor sincero por la naturaleza, sin caer en el fanatismo ecologista. Y después, no dejarse vencer nunca por las adversidades de la vida.
Es interesante la estructura jerárquica de su pequeño país, guiados por un enanito más anciano. Es él quien toma las decisiones, teniendo cuidado de la relación con cada pitufo. Estos parecen todos iguales. Pero en realidad, cada uno tiene su carácter y estilo: del pitufo inventor al poeta, del pitufo con gafas al dormilón.
Una figura emblemática es el pitufo gruñón, que se lamenta siempre y queda en ridículo constantemente. Es un modo de recordar que en la vida no debemos dramatizar: todo obstáculo puede ser superado.
Finalmente, quisiera citar Kriminal, una tira cómica italiana de los años sesenta creada por Max Bunker (Luciano Secchi) y Magnus (Roberto Raviola), los autores del famoso Alan Ford.<br>
Kriminal roba y mata, enfundado en un traje con un dibujo de un esqueleto Se trata, ciertamente, de un personaje negativo, que no hay que imitar. Sin embargo, una de sus historias me ha hecho reflexionar: «El camino del destino». En esta aventura, Kriminal tiene un hijo. Se le iluminan los ojos cuando lo contempla. Manifiesta dulzura y amor. La historia tendrá un final dramático, porqué el pequeño muere asesinado, y Kriminal seguirá como asesino.
No puedo evitar pensar en la mirada de Kriminal a su hijo. Nadie es completamente malo. También un criminal es capaz de encontrar la fuerza para empezar una nueva vida.
–¿En qué sentido los cómics japoneses, a menudo criticados, pueden ayudar en la transmisión de valores religiosos?
–Climati: Es necesario establecer una distinción. Existen dibujos animados japoneses muy violentos y desagradables. Pero también los hay con capacidad para transmitir valores, como la serie Cyborg 009. Los protagonistas son hombres-robot creados para hacer el mal, pero se rebelan a su destino y deciden el camino del bien.
Las aventuras del pirata especial Capitan Harlock son particularmente interesantes: se trata de un héroe positivo, que combate contra el nihilismo. Es una metáfora de nuestra sociedad. No es casualidad que sus principales enemigos sean las mujeres vegetales habitantes de Mazone, que han conseguido infiltrarse en la sociedad terrestre y controlar su gobierno. El mensaje es evidente: es necesario rechazar la insensibilidad de una vida de vegetales y reencontrar los valores «fuertes» de otro tiempo.
Otro buen cómic japonés es Maison Ikkoku, de Rumiko Takahashi. Narra la historia del Yusaku, un joven estudiante que se instala en una pensión de Tokio. El muchacho se enamora de la bella administradora, Kyoko. Ella, viuda y mayor, se siente todavía ligada a su difunto marido, y es muy prudente en su relación con el joven. La poesía de este cómic reside en la relación que nace entre los dos, hecha de miradas, ternuras, pudor, entusiasmos, replanteamientos…
Maison Ikkoku es un cómic dulce y delicado, en el cual el amor es vivido con algo importante. Esto es muy bello y muy contracorriente. En un mundo como el nuestro en el cual domina, muy a menudo, la lógica del sexo fácil, este cómic lanza un mensaje positivo y enseña un amor mucho más profundo, para vivir a pequeños pasos. Y es así, a pequeños pasos, como los dos protagonistas llegaran a su final feliz.