BUENOS AIRES, 5 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina expresó este martes su asombró ante «la cantidad y la perserverancia de los ataques con los que, en este último tiempo, se pretende desdibujar la imagen de la Iglesia».
El comunicado reconoce que «la Iglesia, que es la reunión de todos los bautizados, tiene conciencia de estar constituida por hombres y por tanto también sujeta a la tentación del pecado. Ello le exige constante conversión y penitencia, pidiendo cada día a Dios la gracia para poder superarlo».
«Pero no le tiene miedo a la verdad, ni pretende ocultarla –añade–. El Señor nos ha dicho que «no hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido» (Mt. 10,26). El mal que pueda existir en cualquiera de sus miembros, amerita la correspondiente purificación para el bien del cuerpo entero».
«Esto, sin embargo, no es excusa para que se emitan juicios condenatorios acerca de individuos o instituciones antes que, probado el caso, se expida el poder que corresponda», aclara el documento.
«Lo contrario sería fundar exclusivamente en presunciones el agravio al buen nombre y a la fama de las personas, además de herir su honor, también hiere el sentimiento de una gran parte de la comunidad –asegura el episcopado–. Jesús nos dice en el evangelio de San Lucas: «el malo saca mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc. 6,45)».
El documento considera que «puede ser que el lado oculto de esta campaña sea la voluntad de que la Iglesia pierda la confiabilidad que le reconoce la sociedad, o que deje de exponer las consecuencias morales y sociales de sus principios».
«La Iglesia jamás dejará de cumplir su cometido de ofrecer a la comunidad la verdad que surge de la doctrina de Cristo –advierten los obispos–, aunque esto pueda no gustar a quienes, olvidados de la dignidad del ser humano y de la necesaria solidaridad que ha de regir sus relaciones, sólo buscan crecer en riqueza o en poder».
«Nos alienta recordar lo que Cristo respondió a los que le exigían acallar a sus discípulos cuando, entrando en Jerusalén, lo aclamaban por su enseñanza y sus obras: «Les aseguro que si ellos callan gritarán las piedras» (Lc. 19, 39-40)», concluye el comunicado.